Descubrir a Antoñete: Venezuela fue trascendental en su vida

Por Luis Cuesta

A continuación presentamos un fragmento del primer capitulo del libro PERIODISTA TAURINO escrito por Victor Jose Lopez “El Vito” titulado “El Torero de Madrid” donde nos recuerda la importancia que tuvo Venezuela en la vida del maestro Chenel, en un momento difícil de su vida del cual pudo salir adelante como el Ave Fénix que fue.

Todo comenzó cuando el colegio de economistas del entonces Distrito Federal le encargo al aficionado Jesús Nieves la organización de un festival del recuerdo. Jesús acepto el encargo pero con una sola condición: que toreara Antoñete. Jesús Nieves nunca olvido las palabras que le dijo alguna vez el gran Cesar Girón, cuando le pregunto quién había sido a su criterio el mejor torero que había visto.

-“No te podría decir quien ha sido el mejor, pero si te podría decir quien ha sido el que más me ha gustado y ese fue Antoñete”. Contesto el Maestro Girón.

Me confesaría tiempo después Jesús que nunca había escuchado su nombre, pero más tarde cuando Chenel inauguro la Plaza Monumental en San Cristóbal a finales del año 67, y a principios del 68, cuando toreo maravillosamente un toro de Reyes Huerta, en la corrida de la prensa en el Nuevo Circo de Caracas, fue cuando Jesús entendió lo que decía Cesar Girón.

Encomendada la misión a Jesús este se reunió con Manolo Escudero quien lo ayudo a ponerse en contacto con los matadores mexicanos Pepe Luis Vázquez y Fermín Rivera. Junto a los mexicanos y Escudero, estarían las glorias nacionales Ali Gómez “El León de Camoruco” y Luis Sánchez “El Diamante Negro”. Pero faltaba un torero para rematar el cartel.

Jesús viajo a Madrid y al llegar llamo a Manolo Escudero quien le recomendó visitar a Manolo Cano, quien tal vez podría saber donde estaba Antoñete. Manolo Cano tenia sus oficinas en la plaza de toros de Vista Alegre en el barrio de Carabanchel, donde trabajaba para los hermanos Eduardo y José Luis Lozano, administradores de la Chata de Carabanchel. Ahí Cano lo recibió con su acostumbrada amabilidad. Cuando se disponían hacer contacto con Chenel, milagrosamente se apareció en la Plaza de Vista Alegre.

Demacrado, oloroso a tabaco, muy delgado, vestido con camisa y pantalón negro, lo único que lo identificaba era el blanco mechón que nacía de su amplia frente y que nació en su cabeza junto con otros grandes conflictos de su vida.

-Antonio, que esta gente quiere que vayas a torear un festival a Caracas.

– ¿Cuánto?

– Unos dos mil dólares. Te pagan el hotel, los gastos y el boleto de avión.

– Eso está hecho.

Quienes conocían y admiraban al maestro sabían de la mala situación económica que vivía. Al final fueron dos los festivales con los que Antoñete se hizo dueño de Caracas.

En Caracas la familia Branger, don Juan, Marcos y Maribel, sus hijos Juan Marcos, Salvador y muy especialmente Vicente y María Luisa, hicieron de Chenel otro miembro de la familia y le dieron calor de hogar, la franqueza llana de la amistad verdadera y desinteresada, que basaron en una profunda admiración por el gran torero que habían descubierto ante sus 2 novillos en los celebres festivales recién celebrados.

Ahí en Caracas vivió muchas noches, reunido con Gilberto Ruiz Torres, Lorenzo , Juan Carlos Seijo y los amigos del Balconcillo Jerezano propiedad del picador de toros Pepe Lobato. En el balconcillo le metía bolívares a una rockola para que sonaran las rancheras de Lola Beltrán y Javier Solís, letras adoloridas y dolorosas, con las que recordaba sus tristezas y alegrías.

Bohemio impresionante, el madrileño vivió en Caracas como pez en el agua, cubierto por el sol picante del verano sudamericano, Chenel refrescaba sus tardes con una polarcita bien fría, coronada por el humo del rubio tabaco que no podía faltar en su vida….

Próxima parte: Antoñete revive después de los festivales.

Twitter: @LuisCuesta_