Tauromaquia 2.0: Predicar en el Desierto

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Un Juli retorcido salvo la vida de un manso en el caballo y tontorrón en el tercio final en Albacete.

Por Salvador Giménez.

DE poco, o nada, sirve defender la cara más tradicional de la fiesta de toros. No ya su particular idiosincrasia, sus valores antropológicos, culturales o artísticos, sino su versión más pura y ortodoxa. Una fiesta en la que el toro, asiento fundamental de ella, debe recuperar su pujanza, su casta, su peligro y su integridad, para que el dinamismo en la lidia gane protagonismo ante lo previsible y cotidiano. El tratar de evolucionar, algunos hablan de involución, hacía un nuevo modelo, donde el toro vuelva a ser el protagonista, no es más que una causa que se antoja perdida. De nada sirve a los aficionados que la reclaman como la panacea para el resurgir definitivo, ni tampoco a un sector, cada vez más minoritario, de la prensa defensora de tal concepto. Es predicar en un desierto donde nadie escucha y los pocos que lo hacen, al final terminan desengañados.

Este tipo de aficionado quedará solo ante el modelo que se impone. Será como Simón, el del desierto, aquel que retrató Buñuel en solitario en lo alto de su columna. Será la nota discordante ante una fiesta amable, donde primará lo mediocre y superficial sobre la verdad, la emoción y la tragedia. Al final quedará solo, o se verá obligado tal vez, a engrosar las filas de los seguidores de esta nueva versión del toreo que cada vez está más presente en los ruedos.

Mucho se habla de la falta de cultura taurina del nuevo espectador. La juventud que acude a las plazas es hija de esta nueva fiesta. En sus gustos prima el triunfalismo, los trofeos, el torero mediático y, sobre todo, la poca importancia del toro al que apenas valoran. Cantan los pares de El Fandi como si fuese Gaona, hablan del poder de El Juli sin saber quiénes fueron Marcial Lalanda o Domingo Ortega y aplauden las estocadas de Manzanares desconociendo la figura de Rafael Ortega. Hablar de toros con ellos es comprobar sus carencias y su desconocimiento. Esto hace que sean fáciles de manipular por el sistema imperante que mueve los entre bastidores de la tauromaquia. Son ellos los que acuden a las plazas las tardes de relumbrón para presenciar la fiesta al uso donde la verdad brilla por su ausencia. Por contra, defenestran todo lo que no defiende el sistema. Se escudan en que los encastes en peligro de extinción son minoritarios porque no embisten; al toro encastado lo califican como morucho y a los toreros que a ellos se enfrentan no sólo los ignoran, sino que les restan la importancia que tienen al enfrentarse a un toro muy alejado del que lidian los figuras; y, lo que es peor aún, no acuden a la plaza las tardes donde no están acartelados sus toreros de cabecera con el medio toro de las ganaderías plegadas a sus intereses.

Es predicar como los anacoretas. Los que propugnan otra fiesta distinta son tomados por locos como aquellos. El ejemplo gráfico se ha vivido recientemente en nuestra provincia. De poco ha servido la lucha de aquellos que pedían toros-toros y toreros “machos” que los mataran. El fiasco fue mayúsculo muy a pesar de la promoción y difusión de un cartel inédito por estos predios, pero con interés más que suficiente para que la plaza de toros de Priego de Córdoba hubiera tenido una entrada de reventón.

Los “albaserradas” de Adolfo Martín no fueron reclamo bastante para un público que prefirió el todo “domecticado” de José Luis Marca. Un público que acudió en masa para ver los caballazos de Hermoso de Mendoza, el destoreo, una vez más, de El Fandi y la previsibilidad de Castella. Un público que se perdió el toreo macizo de un López Chavés, la añeja puesta en escena de Javier Castaño y la frescura de un Manuel Escribano curtido en mil batallas. Un público que aplaudió lo cotidiano, pero que se ausentó el día donde la lidia tuvo un dinamismo sin tiempos muertos, ni lugar tampoco para la distracción. Los que no fueron se lo perdieron, aunque dos días antes sí gustaron del moderno concepto de la tauromaquia.

Priego de Córdoba fue un ejemplo cercano, pero es preocupante que el gran público se aleje de la pluralidad y diversidad de la fiesta. De alguna manera hay que hacer comprender que este tipo de corridas también forman parte del toreo. Hay que verlas como algo habitual y desterrar de una vez la división entre los mal llamados festejos toristas y toreristas. Causa perdida. Es como el Simón de Buñuel. Seguiremos en lo alto de la columna, predicando para convertir a los fieles, o esperando la tentación del demonio para convertirnos en nuevos creyentes de lo que se ha venido a denominar Tauromaquia 2.0. La fiesta incruenta sin suerte de varas, ni muerte. Como se ha visto esta semana en Albacete, donde un Juli retorcido “salvó” la vida a un manso en el caballo y tontorrón en el tercio final. Son los conceptos que nos quieren imponer. El demonio que nos quiere engañar a los que seguimos predicando la verdad, aunque sea en el desierto.

Predicar en el desierto
http://www.eldiadecordoba.es/article/opinion/2114621/predicar/desierto.html

3 respuestas a “Tauromaquia 2.0: Predicar en el Desierto”

  1. Suscribo el artículo de cabo a rabo. Señala cuál es la enfermedad que tiene la fiesta que como cáncer galopante la está matando, y además, es esta una enfermedad terminal como el cáncer que ya la tiene casi aniquilada. Se ha inventado una tauromaquia sin TORO, descafeinada que seguirá evolucionando hacia una forma incruenta de “lidiar” a un animalito sin fuerza, sin casta y cuasi domesticado, que embista como lo puede hacer un perrito, donde no habrá tercio de vara, no se banderilleará con arponcillos ( se sustituirá por palos con ventosas ) y se suprimirá la muerte a estoque. El toro-burra será retirado a los chiqueros vivito y coleando. Es posible que este animal bobalicón, al que se le pueden dar más de cien muletazos sin que se entere donde está el torero que le engaña, sea utilizado en varias corridas durante un par de años. Así, los empresarios en vez de comprar los toros de la corrida, los arrendarán y los ganaderos con la cuarta parte de la camada tendrán suficiente para atender la demanda.Esto ya no será lo que fue pero si se “vende” bien puede que hasta funcione como ocurre con el flamenquito. ¿ Qué tiene que ver el flamenco, otrora llamado ” cante jondo” con el flamenquito ? Nada, pero se vende como cante flamenco.
    Pues de la misma manera se reducirá el TOREO a una minoría que lo tendrá que disfrutar en fincas privadas y de manera ilegal y perseguida por ” las autoridades que nos hemos dado ” y se impondrá el toreito incruento con el torito doméstico.

    • La oligarquía compuesta por la FIT, el productor francés, los Lozanos, los Choperas y casa Matilla con sus toritos y toreritos acompañados de la legión de plumillas pesebreros quienes, cual juglares de la edad media que glosaban las hazañas de sus señores, se encargan de expandir y gloriar las ” hazañas” de los “figurones” actuales que nos “matan” de aburrimiento un día si y otro también tendrán papel importantísimo en acabar con el TOREO que quedará en nuestra memoria y que no conocerán mis nietos ni los vuestros
      . A ver cómo se dan traza para vender el toreito y que el negociete siga.

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