¡El republicano va desnudo!

POR IGNACIO RUIZ QUINTANO

ESPAÑA, ahora mismo, es un pueblo que lo da todo. Hasta un presidente de las Ventas declara simpáticamente estar dispuesto a darle el rabo al Torero Republicano, si el público lo pide, que es una forma de invitar a los domingueros taurinos que con los ojos como bolitas de alcanfor siguen los vuelos de las guiñás del Torero Republicano a acudir a los toros el domingo con un argumento d´orsiano entre las manos: -¡El rabo!, ¡el rabo!, ¡el rabo!…José Tomás, que, en contra de la propaganda oficial, no ha venido a San Isidro -su comparecencia madrileña ha sido festiva, y su competencia, Javier Conde-, es en el toreo lo que Alvarito Palmares fue en la aviación: un «icono emblemático», en terminología progresista.
-Ser republicano en la España de 1930 -cuenta Pemán en «De Madrid a Oviedo pasando por las Azores»- era tan delicioso como estar convaleciente: todo eran mimos, desvelos, atenciones…Hoy, para salir por la Puerta Grande de Las Ventas -puerta de los mimos, los desvelos y las atenciones-, hay que pasar por el cartel, que al aupado le queda a mano izquierda, de la República de Alvarito Palmares.
Con Fraga «torciendo» como un loco por Obama, de la derecha madrileña, que es la que gobierna la plaza, se puede esperar cualquier cosa, como consagrar a José Tomás, que sólo es otro «Emo», como el rey del cuento: el cuento de aquel rey que creía ir vestido de una tela que no podían ver los tontos, y desde Sevilla ha tenido que venir Antonio Burgos a denunciar con un dedo de niño: «¡El republicano va desnudo!» Que es una broma, vamos. Y es que al rey del cuento no le perjudicaban las opiniones técnicas ni las comparaciones pedantes de sus cortesanos; fue la risa del arrapiezo que denunció su desnudez lo que arruinó su prestigio.
«Almacenes Simeón. Plaza del Ángel, 8. Gran surtido en equipos para novias. Precios módicos. Precios módicos. Precios módicos», ponía en las octavillas publicitarias que desde el aire había arrojado sobre Madrid el avión de Alvarito Palmares y su chica Paquita Sanchiz el día en que, a su señal, debía proclamarse la República, de no haber confundido las sacas de las proclamas republicanas con las sacas de las octavillas publicitarias. Pero España vuelve a darlo todo. -Me he resistido en estos últimos meses a confesar públicamente mi simpatía hacia Barak Obama para no interferir en lo más mínimo en el proceso de elección que estaba desarrollando el Partido Demócrata.
Estas palabras para la historia de la liberalidad española son de Pepiño Blanco, quien, como Fraga, está loco por Obama, que no es gallego. Esta liberalidad no la conocieron ni griegos ni romanos, ignorantes de la compasión. Según Gómez Dávila, la admiración que despiertan la literatura griega y el arte griego le ha ocultado a la posteridad al hombre griego: «envidioso, desleal, deportista, demócrata y marica». En cuanto al hombre romano, ya sabemos por Carmen Calvo que era un fascista tremendo. Pero, al decir liberalidad, ¿decimos fraternidad?
Según Octavio Paz, las tres palabras cardinales de la democracia moderna son libertad, igualdad y fraternidad, que conllevan una contradicción entre ellas, pero la palabra central es fraternidad: su otro nombre es solidaridad, herencia de la caridad cristiana.
En esta España centrista hay caridad de izquierdas y caridad de derechas. De izquierdas es la de Ana Belén, que por su concierto toledano de once mil euros de recaudación cobra cincuenta y siete mil euros del cepillo para el Tercer Mundo. Es natural que esa mujer odie al capitalismo, cuyas reglas de mercado no le habrían permitido liquidar el concierto toledano de la alcuza del 0,7. De derechas, en cambio, es la de Esperanza Aguirre, organizadora de la Corrida de Beneficencia y las Galas de la Inmolación, modelos de caridad elegante, a pesar de los gritos de «¡el rabo! ¡el rabo! ¡el rabo!…»
Ya lo dijo Seka, después de servir refrescos en una fiesta de la escuela de San Vicente Paúl: -Las obras de caridad mantienen fresco tu nombre y tu personalidad. Yo también hago donativos y entrego mi tiempo y mi esfuerzo para buenas causas.

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