El Regreso de Aparicio a los Ruedos

Efe | Pontevedra

Daniel Luque cortó tres orejas y salió a hombros en el segundo festejo de la feria de la Virgen de la Peregrina, hoy en Pontevedra, una tarde muy emotiva por el regreso a los ruedos de Julio Aparicio, que se quedó a las puertas del triunfo por la intransigencia del “palco”. El día anterior perjudicó el espectáculo “quitándole” orejas al “Juli”, Castella y Ponce, por este orden que no es el de la antigüedad entre ellos. Y hoy la tomó con Aparicio. Cuando más motivo había para que aflorara la flexibilidad y el buen juicio del aficionado que se supone que el presidente debe llevar dentro. Pues no.

Volvía Aparicio tras el milagro de la vida a otro milagro, el del toreo. Recuperado para hacer de nuevo el paseíllo tras el drama que le tocó vivir el pasado 21 de mayo en Las Ventas cuando un toro le atravesó el cuello sacándole el pitón por la boca, la efemérides de hoy celebraba el nacimiento del torero. Con vivir de nuevo ya parecía bastante. Pero Julio Aparicio ha ido más allá, ha superado los vaticinios más pesimistas y ha vuelto a vestirse de torero, y además como si no hubiera pasado nada, tan seguro, tan torero, tan responsable y capaz, tan comprometido con su propio pasado de torero importante y con el futuro de “figura” para siempre. Aparicio ha estado soberbio en los planteamientos y en la interpretación, de torero temperamental y artista en una primera faena de muleta que ha dejado poso y regusto por la cadencia que ha tenido lo fundamental, y por lo seguido y sentido que toreó también al cuarto, al que previamente había cuajado asimismo con el capote . Le ha funcionado también la espada, aunque en el segundo cayó algo trasera y tuvo que hacer uso del verduguillo. Pero el conjunto, más que impecable, sobresaliente.

No se explica que una tarde así, connotaciones sentimentales al margen, se resuelva sin trofeos. Principal y único culpable, el presidente. Aparicio renunció a dar la vuelta al ruedo en su primero, saludando una clamorosa ovación. Y ya por fin paseó el anillo entre los vítores que le aclamaron tras la muerte del cuarto. Lo importante de Aparicio, quede claro, no es sólo haber vuelto a la vida, sino al toreo, y con esa grandeza. Protagonistas también en la tarde los otros dos alternantes, cuya torería queda reflejada en los brindis a Aparicio, éste desde ya ejemplo de torero, que se fundió con Talavante en el segundo y con Luque en el sexto en sentidos abrazos previos a largas dedicatorias y que por los gestos entre ellos lo dicen todo. Talavante se quedó sin trofeo en el segundo por su mala espada. Había tenido la faena muy buena compostura en lo artístico y el valor del hieratismo al pasarse los toros muy cerca y quedándose muy quieto.

En el quinto hubo menos reposo pero también el trasteo tuvo mucha intensidad. Aquí funcionó la espada a la primera y cayó la oreja. Luque fue todo pasión. Tuvo el mérito de hacerse con un primer toro un punto distraído y con tendencia a tablas. En el sexto, que humilló poco y sin terminar de entregarse, Luque puso otra vez la pasión. En ambos fue un cañón con la espada, y el tendido, en ese ambiente abigarrado que caracteriza las corridas en Pontevedra, se volcó de tal manera que aquí el usía no tuvo más remedio que tirar de pañuelo.

Ficha del festejo: Toros de Lagunajanda, bien presentados y de buen juego aunque el primero se defendió mucho hasta afianzarse, y al tercero y al sexto les faltó más entrega.

Julio Aparicio: estocada (gran ovación tras petición); y estocada y dos descabellos (vuelta tras petición).

Alejandro Talavante: tres pinchazos y descabello (gran ovación); y estocada (oreja).

Daniel Luque: estocada (oreja); y estocada (dos orejas).

Al finalizar el paseíllo y sin llegar a romper filas las cuadrillas se leyó por megafonía un manifiesto “en solidaridad con los aficionados catalanes y por la libertad de poder asistir a las corridas de toros”. Al grito final de “¡Viva la fiesta de los toros!”, la plaza respondió puesta en pie con una sonora ovación. La plaza rozó el lleno en tarde espléndida.

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