RADAR TAURINO

Felonía Madrileña por Puntillero

Antonio Sánchez “Porteño” es el último novillero mexicano en salir a hombros en Madrid. Y el único en Las Ventas. La capital de España que se rindió en su vieja Plaza al arte de Garza y “El Soldado” lnovilleros, no ha sido ajena a reconocer los valores de la novillería mexicana. Sin embargo, la “Sospecha Internacional” de hace quince días podría volverse realidad el próximo domingo en caso de que no se vuelva a presentarse en el Palco Presidencial un nuevo caso de lesa majestad.

Siendo las horas previas a la corrida las más sagradas para el torero, donde solo los más cercanos son los únicos invitados al ritual que significa mascar el miedo, el respeto por el rito, la semilla de la ilusión y el fervor taurino deberían acompañar los días previos al momento de sonar el clarín.

Pero cuando el taurinerismo le gana a la afición o a la torería, tenemos comentarios tendientes a explotar la “nueva mina de oro”, a ofrecer “lujosas confirmaciones de alternativas” e imaginar lo que pueden llevarse del nuevo torero. Ojalá pudiera ser mucho para los tiempos que corren.

No. Sería mejor analizar el cartel o el encierro que se correrá en Madrid. Anticipo como hace quince días un encierro ofensivo, de pezuña dura y con cara de señores todos. Y un público, que si bien vario pinto, pero que no deja de ser el de Madrid y al que, por menos enterado, puede ser más complicado de interesar.

Recuerdo lo que decía el cubano, “Bola de Nieve”: “La ovación final no es lo que interesa, sino el silencio en el centro de la canción… Lo que agradezco siempre es el silencio en el intermedio” Necesaria ausencia sonora, más aún en las Plaza de Toros, donde hay que estar “como en misa” Juan Pablo Sánchez lo consiguió en su presentación venteña.

No consiguió, es cierto, el silencio reflexivo y absoluto, imposible en medio de un público integrado por turistas, sino el emocionante asombro que produce la fuerza del arte del toreo en el neófito espectador cuando se realiza a plenitud. Sobre todo en ese primero de El Montecillo.

Rumbo a toriles y más allá de las rayas, se planto firme y decidido sin importarle el viento. Como mástil erigido pegó las tandas precisas y justas que resultaron en que el variopinto público le aplaudiera con fuerza y los buenos aficionados corearan los muletazos envueltos de quietud y temple, sobre todo con la mano derecha. Así todo un manso, reservón, que rasgó innumerables veces, muy difícil en banderillas, recobró la bravura perdida en la muleta de Sánchez. No nos confundamos, fue de libro.

Y toreó justamente trazado y medido, con los muletazos justos confirmó de nuevo que cantidad no es calidad cuando surge la intensidad y la emoción de torear bien y en serio.

Por eso cada tanda que pegaba en redondo y por abajo resultó el antecedente secuencial de la consecuencia lógica de la gran estocada que partió al novillo (casi un toro) en dos, saliendo el torero hacía los adentros en desafiante y perfecta estocada en la suerte natural. El público, entre muchas palmas y pocos pañuelos, manifestó su voluntad de premio.

Pero desde un palco, el hombre que representa autoridad, mal rasurado, fumando con descaro, la viva imagen de la seriedad, frunció el gesto con despecho a lo ocurrido en el ruedo y pareció hacerle el favor de dar la oreja. El despotismo desilustrado en directo. Y lo peor vendría luego.

Romper hacía adelante los toros, aflorar las virtudes ocultas de su tranco y embestida es lo que hace más grande el ejercicio taurómaco hoy. Eso hizo Juan Pablo Sánchez con el castaño cuarto en un fabuloso y poderoso inicio de faena, del cual es justo decir no solo vimos la perfecta técnica del torero, sino que el torero tiene ese “algo más”, algo por decir, siempre necesario para conmover más allá de lo plástico o estético. El cambio de mano por bajo que cerró el inicio lo confirma.

Y la faena se hizo grande con un novillo que de nuevo cambió en la muleta y repitiendo gracias al buen trazo y el temple. Cuando paró las embestidas, Sánchez hizo avanzar su valor para pegarle en lo corto el cambiado a lo Capetillo y no quedarse con las ganas de rubricar a pies juntos con firmazo que dejó al toro y a la gente boquiabiertos.

Media rinconera dejó al toro listo para los carniceros y el crimen se cometió. En Inglaterra una felonía (fellony) refiere a las peores acciones u omisiones que pueden ser sancionadas, delitos que no exhiben la mínima consideración del infractor por los valores más fundamentales, como la dignidad. La Fiesta es grandeza. En los toros dignidad es majestad. Eso olvidó al Presidente azotando la Puerta Grande que ya estaba abierta. ¡Qué importa!

Es para dar coraje o rabia. Pero recordemos, la venganza es un plato que… se va a comer Juan Pablo Sánchez muy pronto. El domingo puede lo de Montealto, con la misma procedencia que El Montecillo, ayudar. Si no, la impresionante mentalización que exhibe este torero nos hace vislumbrar firmes esperanzas. No exagero el entusiasmo, un chaval que demuestra capacidad taurina, torería, entendederas y sobretodo una fuerte mentalización caminará.

Ahora solo dependerá que lo sepamos ver… los turistas están bien para el verano madrileño, los neófitos son nuestro público a captar y educar, bienvenidos sean. Pero los aficionados a los toros tenemos, más que pensar en las efemérides medidas en orejas, en las claves de un novillero con serias posibilidades.

Debemos de verlo, en directo o en diferido, pero verlo. Y contarlo. Y tasarlo justamente. A riesgo que, de no hacerlo, cometamos una felonía contra nosotros mismos y nuestra afición taurina. Sería, en los tiempos que corren, indudablemente imperdonable.

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