RADAR TAURINO – EL MISTERIO DE GUADALUPE.

Arturo Saldivar ¿El Misterio de Guadalupe?

Día importantísimo, crucial y fervoroso, derrochador de pasión de dos grandísimas y entrelazadas religiones el que se cruza este domingo en nuestro horizonte semanal al mismo tiempo que la expectación se encuentra de frente, una vez más, ante una latente y nueva decepción taurina. Las dudas pesan y nublan los bellos ojos de la Guadalupana. El día, tan maravilloso y bello en demasía, podría tomar peligrosamente de nuevo el rumbo de la mansedumbre a la orilla de la gloria para después naufragar.

Por: Puntillero De SOL Y SOMBRA.

Son veinte años. Casi nada.

La última gran “Corrida Guadalupana” elevó a la Plaza México a ese nivel que tanto añoramos. Un sitio de fervor taurino y guadalupano al que los toros de Fernando de la Mora elevaron a Antonio Lomelín,  David Silveti y Miguel Espinosa “Armillita” aquel doce de diciembre, miércoles, con La México a tope, en 1990.

El sobre límite del paroxismo llegó con las verónicas de Silveti a “Andariego”.

La desesperación lomelinista envuelta en aquel severo negro y oro roto por el serio y exigente lote queretano, contrastó con el delirio del alumbramiento del arte al abrirse la más pura y bella de las rosas guadalupanas: la sutil y por demás evocadora flor de flores, una “Flor India” que a las plantas de la Guadalupana tendió “Armillita” como eterna perla de la aparición mariana.

Veinte años después, la expectación y la gloria de antaño es el rescoldo y la duda de hogaño que envuelve la luz del arte entre la niebla de la incertidumbre. Así nos abocamos a otra jornada en La México.

El cinco de febrero es una celebración contemporánea, necesaria y trascendental, que vino a cubrir ese vacío taurino que la Capital del país siempre ha resentido al no tener una fecha impregnada en su identidad como Ciudad. El día de San Hipólito es distante y lluvioso; el Aniversario en Febrero reafirma a la Monumental como arteria cultural de la Ciudad más grande del mundo.

Sin embargo, la devoción, el fervor católico y taurino, tan de la mano siempre, han marcado sin duda varios de los episodios históricos taurinos de México.

Claro, no es para menos, el nombre de Guadalupe reviste la fecha de lujo y pureza, de emoción y de fervor por ver algo especial. Si tan solo tuviéramos más cuidado en las formas taurinas, tendríamos una verdadera “Corrida Guadalupana” anunciada como tal y, desde hace algunos años, arraigada en nuestro ser y estar taurino.

A pesar de antecedentes y efemérides, lastimosamente, no es así. El cartel del domingo es una muestra de ello. Quizá el misterio de Guadalupe es más fácil de explicar de lo que parece.

Es difícil encontrar argumento de defensa respecto de anunciar en “mano a mano” ganadero dos hierros queretanos que dentro de una fiesta más seria y entendida estarían en una “lista negra” desde aquel encierro con toda la barba que Don Teófilo Gómez López envió a la Plaza México en la Inaugural de 2003-2004 y que la lluvia se cargó casi totalmente. Sus sucesores han hecho todo lo posible por permanecer en el grupo de los indeseados, lamentablemente.

Creo que ni la Virgen Guadalupana podría salvar a la dehesa de Teófilo Gómez respecto de las dudas e incomodidades del respetable. Por demás justas todas. Que por qué una fecha de bella composición, de casi poesía en su nombre como la de Guadalupe, no tenga arraigo, se explica fácilmente en el anuncio del hierro que acompañará a la divisa celeste, plomo y blanco.

Dijimos que no haríamos leña del encino caído. Nuestro criterio tiene límite y a menos que la tonatzin interceda la ganadería de los Martinez Urquidi está a las puertas de rematar el año en la Plaza México tal como lo empezó, como en aquel mano a mano que dejó corazones rotos e ilusiones desechas.

Sin embargo, no olvidemos que el toreo sigue siendo una eterna espera.

Que los toros tienen varias vistas y que un milagro puede perfumar la tarde de rosas. Al final, esa Virgen Guadalupe alivia las cuitas de los dolientes y concede también las mercedes a los abandonados. Por algo se llama Guadalupe. Por ello es una aparición, una luz que refleja escondida en el río de la decepción. Y tan solo por eso -“malgre tout”- hay que estar en la Plaza.

Más porque viene, no exento de expectación, Arturo Saldívar. Y con él, en peregrinación taurina, varios fieles hidrocálidos que pueden elevar una entrada que se antoja de alto nivel. Claro, previo pasarán a Querétaro a pagar tributo a deidades antiguas, después rendirán a la llegada de un torero que pareció encontrar en España el alma que tanto le demandamos en México como novillero.

No nos olvidemos, a Saldívar clase no falta, el tiempo ha pasado y el arte, siempre es nuestra madurez.

Alguien le dijo a Sebastián Castella que había que gastar en promoción, más tras la tarde pasada y su rotundo triunfo. Alguien, que seguro pasa mucho tiempo en ganaderías, le comentó lo del “12.12.” y la publicidad del torero es algo riesgosa “El histórico día de la Guadalupana” Espero no se refiera a una isla caribeña, francesa, ideal para vacacionar plácidamente.

Como afirma la publicidad y las camionetas que vocean su reaparición, el día es demasiado serio, espero, a diferencia de su último encuentro con toros de Los Encinos, la cosa no se tuerza. Sus compañeros de línea, los valientes, ya pusieron el listón muy en alto, Castella es especialista en arrebatar conquistas. Por algo su toreo tiene algo de napoléonico.

El último 12 de diciembre “Zotoluco” cuajó (no levanten la ceja por favor) un toro de Julio Delgado (crean a este “Puntillero” que lo vio). José Luis Angelino buscará ese sitio que hace seis años encontrase el torero de Azcapotzalco entre “Armillita” y Ponce.

Una, nueva, oportunidad de oro. Pues su inclusión, sacrifica en taquilla lo que Joselito Adame y el mercado no explotado de Aguascalientes hubiesen logrado. Suavidad y temple son las armas del tlaxcalteca a quien seguro veremos mañana vigilante en la gran novillada de Apizaco, preludio perfecto para la tarde guadalupana.

Desentrañar el misterio del poético nombre y la fervorosa efeméride, nos brinda la oportunidad (otra más) de reivindicarnos. ¿Qué será lo que ocurre con Guadalupe? ¿Qué ocurre que teniéndola tan arraigada, taurinamente se nos quiebra?

Repasen ustedes en este querido espacio la historia de las “Ferias Guadalupanas” y verán que para la calidad el máximo reto es hacerla hábito. Ese “Diariamente” al cual Álvaro Carrillo que nos invitaba a “buscarnos todavía” Pena, que “al sentirle tan ausente” el gran marco de una “Corrida Guadalupana” pasa desapercibido como una ilusión taurina más que se pierde.

Tengo fe que la cosa se componga. Y así será. Pues la Guadalupana y su aparición son un milagro, efímero e irrepetible. Como el arte del toreo.

Twitter: @CaballoNegroII.

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