
Por Francisco Baruqui
Guadalajara, Jal.- Tarde bonita, luminosa, sin viento y espléndida de temperatura, para una entrada de un cuarto de plaza – con el aforo de los consabidos dieciséis mil -, con la clausura de los Juegos Panamericanos y mucha gente en el estadio y más, mucha más, muchísima más sentada frente al televisor.
Así, me motivaba ver la corrida de Los Encinos, una ganadería que lleva la afición por delante del criador Eduardo Martínez Urquidi, quien conformó un encierro de pelaje cárdeno en distintas tonalidades, con crianza pero terciado y sobre todo, faltos los ejemplares de trapío por lo cómodas, aunque sí astifinas cornamentas, que daba desproporción al volumen de la corpulencia.
Astados muy justos de fuerza, varios doblando los remos en cuanto se les bajaban los engaños, con la negativa derivación de poca transmisión por su falta de emotividad y brío. Tuvieron que ser aplicados en el castigo en varas con el monopuyazo, uno solo y a cambiar haciéndoseles sangre apenas para descongestionar.
Lo que sí, toros que dieron espléndidas facilidades para los de a pie, dadas sus condiciones de acometidas claras, pastueñas, con son y la cualidad grande de la fijeza que desbordaron en embestir con calidad y clase. Ay, con más fuelle lo que hubiesen sido…
Dos del mismo hierro y divisa, uno de lidia ordinaria y el primer sobrero que lo substituyó fueron estrellados en los burladeros en el quinto sitio, escuchándose el chasquido de la fractura del cuerno. ¡Cuán peligrosos son algunos peones con el capote, más, mucho más, muchísimo más que con un fusil en las manos…! ¡Bah..!
Fernando Ochoa no cambia. Y claro, cómo lo cambió Joselito Huerta cuando lo llevaba. De ser un torero con sello personal y buena expresión en sus inicios, cuando, creo yo que hacía el toreo que él sentía, al de grito fuerte en los cites, de punta de muleta y sobrado el pico en el pitón contrario despegándose a tope en lugar de embraguetarse, pudiendo caber un vagón entre la res y el coleta en una forma ventajista que muy a la contra le va que es el de hoy. ¡Cuánta diferencia, que sí..!
Con el primero pudo haberse puesto en lugar de chaquetilla una bata de enfermero dada la invalidez del bovino que tenía bondad terminando de entera para ciertos pitos. Se llevó el premio gordo del cuarto, un toro cuajado al que demeritaba de imponencia su pobreza de defensas, pero con un estilo y una clase de excepción pues metía el morro haciendo “el avión” permitiéndole al torero colocarse sin apremios, dándole, repito, todas las facilidades para una faena tan larga como despegada con algunos momentos lucidos pero, debo decirlo, sin estar a la altura de la calidad grande del “encino”. Trasteo de más a menos que terminó con pinchazo en el primer envite y estocada tres cuartos en sitio escuchando un aviso para… Para saludar. Esto a un ejemplar de orejas, pues, ya…
Luego de una campaña española dura como siempre son, de la que salió exitoso con triunfos muy relevantes, –¡Cómo estuvo en San Isidro con Puerta Grande..! Y en otras plazas de primera categoría consolidando cartel, el torero madrileño César Jiménez, que había tocado pelo en su anterior actuación en éste coso tapatío años atrás, ha brindado una actuación haciendo gala del dominio del oficio, lo que le permite ya desbordar su arte interior llegándole fuerte a los tendidos, entendiendo las condiciones de sus toros para desarrollar dos faenas bien planteadas, con trazo y estructura.
Sin relevancia mayor de capote, con la muleta, luego de descalzarse las zapatillas, algo que habitualmente viene haciendo para y cuando se siente que la va a armar, desbordarse en el toreo por abajo con las dos manos y por ambos lados encelando, templando – mucho temple tiene el matritense -, y con un sitio envidiable que le permite colocarse en el terreno adecuado reponiendo lo mínimo, ligar las series muy reunido y con ritmo para rematar con sendos pases de pecho que le valieron el batir de palmas. Despenó al segundo de entera tendidilla y desviada para saludos y…
Vendría con el quinto el calvario de los despitorrados, dos encinos estrellados en los tableros de los burladeros – en mi largo peregrinar taurino no recuerdo algo así -, para al fin, enfrentar al segundo sobrero de Marco Garfias que acusó mansedumbre pues intentaba irse de los engaños, pero dócil a la vez, empleando César el acoso, mostrando recursos y habilidad para hacerse del moro, cuajándole una obra larga con momentos muy lucidos por la templanza que imprime en sus muletazos, con unos naturales soberbios que le valieron el batir de palmas. Profesional, estando en matador de toros, estuvo en similar nivel, contando con la nobleza del garfieño, pero también con la falta de emotividad poniéndolo todo el diestro que cobró, luego de intentar matar recibiendo sin la colaboración del burel, pinchar primero, sepultando la hoja tres cuartos que bastó para ovación. Buen cartel deja Jiménez pues encaja en el gusto de la afición guadalajarense. ¿Repetirá..?
He creído en “El Payo” desde verle de novillero en una tarde Isidril con una corrida – vaya seriedad que tuvieron los de La Quinta -, captando toda la atención de los aficionados de Las Ventas, llevándose una cornada y sin tocar pelo pero… Pero cómo se le ovacionaba que ahí estaba un torero… Un torero, para mí, de excepción. Un chaval con empaque, con personalidad, con sello propio y una expresión pletórica de arte por la cadencia con la que hace su toreo, y un valor cabal que me hace seguir esperanzado de que se haga una figura importante. La más, sí, de México y para los ruedos del mundo…
Su plaza sigue siendo Guadalajara. Aquí ha triunfado cortando apéndices y… Y habría repetido el triunfo de no andar tan perdido con los aceros, los largos para estoquear y los cortos para descabellar…Sin cosas mayores con la capa, con el tercero tuvo una actuación intermitente, entre claros altibajos, dándome la impresión de que no, no se sentía, fincando su labor en la mano derecha para pasar la negra matando de tres pinchazos, ya que se queda en la cara, no se pasa en la reunión haciéndome ver que mira más a la cara que al morrillo, y descabello al sexto golpe siendo avisado. Empero…
Cuando la luz de las lumbreras regaban el ruedo al caer de la noche, en el que cerró tarde, volvió Octavio García a ser “El Payo” que creo puede llegar a ser. Poniéndose en el sitio desgranó su arte en series muy bien ligadas de ayudados por abajo con la derecha, acompañando muy reunido y aplicando sus muñecas y el quiebre leve de su cintura, lado diestro por el que fincó su faena sin ¡Atención..! emplearse, con la zurda, y con el temple que el rubio artista tiene, poniendo emotividad e impactando en el público que le coreaba. Tuvo su obra continuidad, pero, insisto, por un solo lado cuando el de Los Encinos se había definido también por el izquierdo para haberlo cuajado por ahí. Finalizó con manoletinas y, con las orejas casi en las manos, anda…
Cuatro viajes y otros tantos descabellos con otro aviso del palco… Con todo, veo en Octavio García “El Payo” al torero que tiene todo para encumbrarse, si su afición, su ambición y los deseos de superación lo motivan, y llegar a ser la figura de México. Cosa, pues… Que lo determine y… Y determinando, decida.
Ficha
Plaza “Nuevo Progreso”. Menos de media entrada. Cinco toros de Los Encinos, bien presentados, manejables en su conjunto y debiles, y uno de Marco Garfias (5o., sobrero bis sustituto de dos de Los Encinos que se despitorraron). Fernando Ochoa: Silencio y ovación. César Jiménez: Ovacion tras aviso y ovacion. Octavio García “El Payo”: Silencio y leves palmas tras aviso.