VIDEO – Antoñete y “Danzarín” de Garzón. Gloria y Torería. 30 años, 30 del Faenón de Junio ´82.

Toda la fuerza del arte taurino en el doblón de Antoñete.

Un día como hoy, hace exactamente 30 años, Antonio Chenel “Antoñete” haría en Las Ventas la primera gran faena de su segunda etapa, donde la solera, la sabiduría dejarían en los nuevos aficionados la huella indeleble y en los antiguos parroquianos taurinos reivindicaría los motivos para ser aficionados. De la Videoteca de Las-Ventas.com tenemos la necesidad taurina de compartir el presente video en pequeño homenaje a un torero espléndido y a una leyenda absoluta.

Por: Luis Eduardo Maya LoraDe SOL Y SOMBRA.

Son treinta años desde que el neoclasicismo taurino quedara reinstalado en Las Ventas. En buena medida, esa segunda vuelta al pasado se la debemos a Antonio Chenel “Antoñete”, el diestro madrileño por definición.

Y lo hizo una tarde de lluvia, menos de Mayo y más de Junio, como reflejo del estado de la carrera del diestro, comenzando la que sería realmente la segunda mitad de su vida taurina.

Por tal motivo, traemos a modo de homenaje la gran faena al cuarto de la tarde del 3 de junio de 1982, “Danzarín” de Garzón. Al trazo simple y  naturalísimo que se abrocha contrario y por alto, siempre en línea y barriendo por lomos se oponen las circunstancias, el terreno movedizo y, claro, las condiciones, que por bravas, difíciles del altísimo pero reunidísimo toro.

Hay veces en que hay que arrimar el alma auténticamente, por ello el drama de la voltereta por el lado izquierdo; el espanto y la emoción cuando Chenel, sobre la larga distancia, puede dando el pecho cargar toda la suerte y todo el toreo, aliviar por mmentos con la muleta retrasada, desdeñar en el de la firma o adornarse con la flor del invertido.

Y el dominio. Cuando decide Antoñete que, justo por el lado que le levantó, hay que poner la muñeca entera por el centro del palillo y vencer en la pugna con el toro a partir de la creación, Las Ventas volvió a su ser más hondo, al toreo clásico. En el Toreo es nada el dominio sobre el toro cuando éste no se ejercita en pos de la creación del arte.

Las distancias a campo abierto, la abierta y franca disputa de juntar el valor y la inteligencia traen a la mente que el toreo clásico no ha necesitado de falso accesorios de bisutería para suplantar la joya y los kilates del toreo de oro. Yo, viendo a “Antoñete”, con esos veinte metros, necesariamente recuerdo las distancias otorgadas por “Armillita” en 1946 a “Nacarillo” de Piedras Negras en la Plaza México, es decir, toda una forma de torear se renueva de una Capital a otra.

Casualmente, cuando “Armillita” reapareció en la Plaza San Marcos de Aguascalientes, alternó con el jovencísimo “Antoñete”, año 1954.

Volvamos a 1982, volvamos a “Danzarín”, al toro…

Así, tras la imposición y la milagrería del pase natural, los derechazos, en columna imperecedera, delatan una comba simplemente majestuosa, armónica y rota con la que “Danzarín” musitó el fulgor de una estela tan negra como su capa y tan blanca como sus cepas, tan impoluta como el mechón del torero.

El final por todo lo bajo, todo lo rotundo y clásico del muletazo ayudado. Todo por alto, aun trasero, de la sensacional estocada… Dos orejas, la gloria y algo más grande aun, la puerta de la leyenda abierta para “Antoñete”, justicia divina en la tierra.

Estos apuntes, un tanto sin ligazón, sirvan para dejar en medio de una época de flojedad, la firmeza inacabable del clasicismo taurino, delante del toro de verdad y el toreo eterno.

Hoy a 30 años de “Danzarín”, “Antoñete” vive y, como siempre, a hombros de la Afición.

Twitter: @CaballoNegroII.

Antoñete tomado en hombros.

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