Huelva: Toritos y puertas fáciles para El Juli y Manzanares.

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La mala politica del Juli esta matando lentamente la fiesta brava en todo el mundo taurino. El Guerra.

Texto: Miralles.

Toros dociles de Núñez del Cuvillo, anovillados, bravos a excepción del que cerró plaza y con poca fuerza. El tercero fue devuelto a los corrales por pequeñísimo y enclenque. Casi lleno.

El Juli. Pinchazo y gran estocada; oreja. Estocada; ovación y saludos desde el tercio. Estocada; oreja.

José María Manzanares. Media tendida y descabello; ovación y salida al tercio. Estocada; oreja. Pinchazo y estocada; dos orejas.

Hasta problemas hubo para pasear la banda municipal sus pasodobles desde la catedral hasta el coso, un edificio decimonónico que lleva el nombre de esa iglesia catedral fundada por la orden de la Merced descalza para la redención de cautivos.

Y cautivos tuvieron El Juli y Manzanares a los espectadores en una nueva calurosa tarde de toros suavizada por una ligera brisa que se agradeció en los primeros toros pero que no molestó a los toreros.

Cautivo el público entre la impaciencia y el deseo de ver cumplidos sus sueños, sueños de una gran faena, de poder decir dentro de unos años, yo estuve allí y lo vi.

Había toreros, pero los toros no se vieron ni en pintura. Pequeños y blandos, auténticos novillos, o no se explica que pase esto, o esto lo explica todo.

Fiasco en suma este mano a mano que se anunciaba como sensacional en unos carteles que se imprimieron cuando ya debería estar escogida la corrida.

Recibió el Juli a su primero con unas verónicas algo deslucidas y después de una sola puya arrancó los primeros aplausos con un quite al toro Peleón, un colorao ojo de perdiz con buena embestida.

Con la muleta entendió a la perfección al toro, que fue a menos y perdió fuerzas de manera ostensible durante la faena. A pesar de ello supo sacarle alguna que otra tanda con la derecha y otras mejores al natural, más unas circulares con el toro ya frenado. Se pudo ver un toreo medido, con la muleta barriendo el albero.

El público agradeció el esfuerzo del torero, que mató después de un pinchazo con una estocada tirándose encima del toro que cayó fulminado. Y ese esfuerzo agradecido del público, más la gran estocada, le valió el primer trofeo.

En su segundo tuvo un toro parecido al que antes había toreado Manzanares, descaradamente pequeño, por lo que el público protesto airadamente nada más salir de toriles.

Apenas probó el Juli a un torito que ante su evidente falta de fuerzas, fue devuelto a los corrales.

El primer sobrero, también de Núñez del Cuvillo, tenía pinta de toro. El Juli, viendo lo que se estaba viendo, se fue a por Aguafría para calentar el ambiente. Una larga cambiada y una media verónica que encandilaron a una afición ansiosa por ver torear a sus ídolos. Bien con la muleta y algún destello antes de coger el acero y acabar de un estoconazo contrario y suficiente.

El quinto y último de los que le tocaron en suerte al Juli, después de lo que se estaba leyendo en la tablilla, hizo que el público se enfadase y con razón, pues entradas para corrida de toros bravos habían adquirido, y a precios de no te menees, como para que le dieran gato por liebre.

Cantador, colorao ojo de perdiz como el que abrió plaza, era el más escurrido de todos, que ya es decir. Se empleó a conciencia el torito en el peto, pero el Juli ya había decidido que no se le castigara no fuera a ser que se quedara sin toro.

Banderilleado sin picar, el Juli se fue a los medios para brindar la muerte del toro a los aficionados de Huelva. Listo el Juli, vio que el torillo era fácil y que antes de que terminara rajándose le podía sacar algún partido. Le faltaba la estocada para desorejar a Cantador, y en el refugio del toro, juntito a las tablas, acertó a la primera, haciendo rodar al toro de forma instantánea. Suficiente para cortar otro apéndice que le permitía abrir la puerta grande.

Es como una obsesión esto de que se abra la puerta grande en Huelva. La presidencia intentó aguantar, pero el público no sólo es soberano, sino tenaz en grado sumo, de modo que se hizo con la suya y, ale, puerta grande para el Juli.

Antes de iniciar su primera faena José María Manzanares, hubo de oír algunas quejas del respetable sobre las hechuras de Lanudo, un toro pequeño y feo que tampoco tuvo fuerzas suficientes para ayudar al lucimiento del torero y que blandeó de manos después de entrar una única vez al peto con la cara muy alta.

Salió entonces el Manzanares de oficio. Pero Lanudo no quería pelea y Manzanares terminó yéndose a las tablas para endosarle media tendida que no fue suficiente, finiquitándolo de certero descabello que se premió con una ovación de comprensión a la faena con un toro silbado en el arrastre.

El cuarto, que atendía al nombre de Gastador, fue protestado nada más aparecer la tablilla al ruedo.

Cuatrocientos cuarenta y dos kilos, dos más que el que luego tendría que salir.

Pequeño y mal armado, los silbidos volvieron nada más aparecer un astado sin presencia pero que no fue malo a la hora de embestir.

Manzanares lo recibió por verónicas rubricadas con una revolera y sangró abundantemente el toro tras rozar el peto del caballo de picar. No se sabe si se trataba de efectos especiales o no, pero el caso es que las protestas no sirvieron esta vez para conducir a Gastador a los corrales.

Blandito de manos, tampoco era animal para que se pudiera lucir el de Alicante, pero unos estatuarios bastaron para hacer sonar algunas palmas en la plaza que luego fueron ovación en unas tandas largas y serias. Agotado el toro, Manzanares acabó su segunda faena con una estocada certera en la suerte natural. El oficio y los destellos le valieron su primer trofeo.

Cerró la noche el de Alicante con la misión de cortar una oreja que le permitiera acompañar a su compañero en la salida a la calle. El animal era un negro mulato que se frenaba y, al contrario que los demás, dio muestras de mansedumbre desde el principio.

Las tablas impidieron al astado que se fuera a coger la canoa para Punta Umbría Manzanares hizo lo que pudo y más con un manso de campeonato.

Trebolito se llamaba el animal. De nuevo el oficio de un torero listo que se había hecho con la plaza de Huelva.

Sacó largas y continuadas tandas arrimando el trapo a los mismísimos hocicos del toro y si el animal se paraba, le jalaba con la voz y la muleta.

Tanto le pudo el torero al toro que la plaza, que también es lista, se puso de pie para ovacionar y avisar al torero que ya no había ni un pase más.

Pero Manzanares quería asegurar la oreja, terminando una faena muy bien firmada para pinchar en su primer intento y en el segundo estoquear recibiendo y dejar a Trebolito con el hielo del acero en las entrañas. Cayó, se levantó y fue a morir lentamente a la puerta de toriles, demostrando la mansedumbre que dejó ver desde el principio.

Una fuerte petición hizo asomar dos veces el pañuelo blanco en el balconcillo de la presidencia. Otra puerta grande en una corrida que no pasará a la historia del toreo.

Via: http://huelvaya.es/2013/08/03/toritos-y-puertas-faciles/

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