El Cárdeno Alborozo – Descorche Libre en la Vuelta de De Haro a La México.

Pizarro con la Oreja de su Primero.

La promesa de ver una corrida tlaxcalteca tan significativa como la del hierro de De Haro se queda reducida a la realidad de la desigualdad en cuanto a su trapío y a la cortedad de su juego, no termina por romper. Se salva el segundo en un festejo donde el corazón de mazapán del público hace ver la corrida mayor de lo que es. Federico Pizarro corta una oreja ante ese interesante astado pero afloja con el duro cuarto. En tanto, López y Rivera pasan de la ignominia de los avisos hasta el casi inexplicable triunfo numérico.

Por: Luis Eduardo Maya Lora – De SOL Y SOMBRA.

Seriedad implica compromiso.

La ganadería tlaxcalteca de De Haro embarca ocho ejemplares, como debe de ser, así debe venirse a México. Lo extraño es que dentro de esa línea de compromiso y respeto a la formalidad, se embarcan toros como los corridos en sexto y séptimo turnos.

Impresentables simplemente. Y no diremos más.

Habrá quien tiene la disculpa aun conociendo la razón de la culpa que no es la disculpa de la sin razón taurina. El trapío del encierro sube por su pinta, al menos los dos primeros, casi ensabanados pero faltos de cuajo, estrechos y altos, pobres de cabeza.

La asistencia recibe con regocijo la noticia de que puede, libremente, bajar a las barreras e, incluso, aplaude al que abre plaza que se comporta fiel a su encaste. Con el toro de Tlaxcala el margen de duda o equivocación es apenas el umbral de una ventana, el confirmante Ricardo Rivera se ve sorprendido por el juego del toro de la ceremonia que le hace dudar varias veces con el capote.

Un toro tlaxcalteca exige claridad, diligencia y exacto planteamiento previo, no tocar lados como le lleva al caballo o quedar a su merced presentando la muleta con la derecha tan oblicua, no cuadrada al frente.

De ahí las coladas.

Rivera encuentra un momento bueno con la zurda y considera que el toro, atención, que rasca en pleno envite en reiteradas ocasiones, va a romper por ahí. Como si de un toro “convencional” se tratara. Falso. El toro de Tlaxcala aprende lo malo. Pero, dice un aficionado de sol, puede aprender también lo bueno. Claro, si se le impone una forma y se le ejerce el sometimiento que necesita, que a veces resiste a tomar.

Ricardo en plenos medios se ve sorprendido, vapuleado y desarmado sin los recursos para no verse rebasado por la movilidad de un toro que mete el hocico antes que los pitones pero que en su forma de no dejarse o prestarse tiene emoción.

Solo silencio y una horrible estocada cierran su paso pese a su tesón.

Es entonces cuando la tarde encuentra su momento taurino mejor logrado, con mayor base y fundamento, el toro que hace las veces de segundo es una prueba para su lidiador, Federico Pizarro, casi el mismo, casi veinte años después de su gran éxito en La México.

Y consigue lo más difícil de salida, parar al levantado astado. Incluso se otorga la licencia de iniciar el cite del lance sobre pies componiendo la planta en el centro de la suerte. Pero esto sirve al de haro para no frenar a la mitad del camino de su embestida posteriormente en dos verónicas en el tercio. La media, casi en plenos medios, es templada y por el pitón izquierdo, prólogo de un prolongado tercio de varas.

Pizarro, cosa extraña, deja a Carlos Domínguez Márquez en la querencia y opta por ordenar un puyazo extenso en el caballo de recibo. Pero Federico, desde hace al menos cuatro años habituado a este encaste, sabe demasiado bien que el astado requiere otro puyazo pero que no le rompa el aire que le hace acudir a la querencia y entonces ahí, dejar que otro encuentro con el montado sobrevenga.

Solo el torero sabe mejor que nadie la razón de su decisión. No hay quites.

Entonces la apuesta toma buen camino. Porque Gustavo Campos se serena y lleva largo en la brega, situación importantísima pese a las dudas y toques de un lado a otro de Diego Martínez al banderillear. Brinda Pizarro y La México, de dulce, lo recibe gustosa.

Los doblones rodilla en tierra de inicio, necesarísimos, incluyen sometimiento y arte pero no la largueza suficiente sobre el tercio, donde “Gonzalero” prende a Pizarro y de milagro salva la cornada. Es un toro tlaxcalteca, no tiene apagado su instinto de ataque, que es su defensa, a cada embestida tiene siempre la posibilidad de herir.

Las corridas de toros, cuando lo son, son a muerte, se nos olvida, para ambas partes.

El color de la sangre del toro que derrama hasta la pezuña es grana intenso, concentrado, diferente, chorrea siglos de fuego. Clave es que la llama interna del torero no se consume en el arropón. Al contrario, Pizarro se serena consiente siempre de que el temple es la llave y tras molinete viene tanda con la derecha que enciende al público y que enlaza a la siguiente donde pone el toro, de dulce en su tranco, pone de pronto en duda su aguante en un frenazo.

Reacción del toro tlaxcalteca, expresa y clara, hace preguntas y examina durante toda su lidia.

Pizarro resuelve con toreo al paso, trincherazo lucido e inteligente cambio de mano hacia abajo. La tanda al natural siguiente aplica el perder pasos para que gane extensión el tranco del cárdeno, consiguiendo que no pare y que no se acostumbre al frenón, ahí descubre la forma de que vaya más largo. Y arroja la muleta a los belfos en el cite y la Plaza se ruboriza porque toca la lenta y noble embestida el temple del diestro sin que su engaño sea alcanzado.

Fundamental no repetir el perfil, alternar las tandas.

Vitolina y vuelta a la derecha, todo en los medios, antecede dosantina donde el toro toma aire y el pase de pecho entero. Con el burel a menos, Pizarro opta por cerrar la faena y pasar al toreo de ornato, válido tras cumplir lo fundamental, empezando por la capetillina y los bien logrados muletazos al paso, posterior a una tanda de naturales que, demasiado cerca, es enganchada.

Alternadamente, camina hacia el tercio y vienen varios ayudados por bajo, contrarios y por la izquierda, de plena categoría. La México se emociona, la embestida es amalgamada por el torero. Lenta y pausadamente.

Incluso en el toreo por alto, lasernista y manoletinas, la nobleza del toro toma aire. Da la impresión que podría el de haro tener algo más dentro pero da la sensación igualmente de pensar ya mucho ante la muleta. Pizarro opta por entrar a matar y deja entera caída.

Oreja es lo justo, pese a la petición. Ovación muy fuerte al toro y vuelta aclamada.

Para el cuarto hay esperanza por ver a Federico, lógicamente. Es un toro menos agradable en hechura, mucho más serio y con la cabeza suelta en todo momento que sale y protesta de las suertes al grado de que Pizarro, ya sin la precisión del primer turno, no termina por someterle al principio es levantado y solo al final, de pitón a pitón, se impone.

Ahí termina en realidad el festejo.

Como Pepe López, ante la sosería del feo tercero, está brusco y violento, sin mostrar que la firmeza al torear se escribe con sutil letra, no a marrazos, es casi natural ver su falta de concepto con el quinto, un toro que, a pesar de su falta de casta, no hace más que mostrarle desentrenado y poco diligente en su trasteo. Dos avisos de ignominia.

El terriblemente mal presentado sexto hace ver que Ricardo Rivera tiene aun menos recursos de los sospechados, empeñado en torear a derechazos y naturales a punto está del toro vivo.

Y llegan los regalos…

Dice Don Luis Castro, poeta michoacano, “Cuando estés con otro toro//Allí en tu mente conserva//Que puede haber un tesoro//En los toriles, te imploro//
aunque nomás sea el reserva.” El que hace las veces de séptimo es indigno de la Plaza.

El tesoro es que repite parecido al toro convencional, que no incomoda como el toro tlaxcalteca.

Por eso Pepe López es capaz de pegar muchos pases, abriendo siempre la salida para aliviar su posición, perdiendo profundidad y ganando en alboroto. Sensacional estocada. Bien por la autoridad que solo premia con una oreja. Mal por dejar salir, fuera de todo tiempo, al fin, el serio 140, “Malpensado”.

No piensen mal, era el de mayor cabeza del encierro.

Otra vez Rivera desperdicia el único momento de claridad de su enemigo al no poder cortar la salida y hacer volver al burel con la derecha. No hay más, incapacidad para matar.

El ganadero ha salido al tercio al final. La corrida en su conjunto, referimos a la lidia ordinaria, no logra mantener el nivel de emoción, de bravura. Es una realidad, hay sosería, desigualdad en la presencia. De Haro ha vuelto tras veinte años y esto es bueno pero, moderemos, no adelantemos…

Porque descorche libre en el criterio conlleva el riesgo de cualquier pócima aceptar.

Incluso la de la mansedumbre confundiéndola con alguna otra cosa.

Luego viene la cruda… realidad.

Twitter: @CaballoNegroII.

RESUMEN DEL FESTEJO.

Plaza México. Temporada Grande 2013-2014. Domingo, Diciembre 29 de 2013. Décima Primera de Derecho de Apartado. Un Cuarto de Plaza en tarde fresca sin viento. 

8 Toros, 8 de De Haro (Divisa Tabaco y Oro) Séptimo y octavo lidiados como sobreros de regalo, éste último lidiado antirreglamentariamente. Desiguales en presentación, impresentables sexto y séptimo. Justos primero y segundo. Muy serio e inexplicablemente dejado como sobrero el octavo. Variopinta. Sosa y descastada en lo general. El segundo ha tenido nobleza y recorrido, ritmo suave por ambos pitones pese al sentido que desarrolla. Destaca el séptimo, noble y repetidor homenajeado con el Arrastre Lento.

Federico Pizarro (Grana y Oro) Oreja con petición y Ovación. Pepe López (Salmón y Oro con remates negros) Silencio, Pitos tras dos avisos y Oreja con protestas en el de regalo. Ricardo Rivera (Blanco y Oro) que confirma su alternativa, Silencio, Pitos tras dos avisos y Silencio en el de regalo.

El tercer espada confirmó su alternativa con el cárdeno claro “Volcánico” número 161.

A la brega destacó Gustavo Campos con el segundo. Saludaron Gustavo Campos y Christian Sánchez en el cuarto y quinto turnos tras banderillas.

La Autoridad de Plaza nuevamente autorizó fuera de reglamento la lidia de un sobrero de regalo, en este caso el octavo.

2 respuestas a “El Cárdeno Alborozo – Descorche Libre en la Vuelta de De Haro a La México.”

  1. Toda la bola de merolícos, tanto de radio como de televisión, vieron un corridón impresionante, alguno hasta se aventó la puntada de decir que “… no sólo los pitones son el trapío.” Una corrida terciada sin mayor cosa y que aún así, los tres ¿matadores? estuvieron por abajo de los animales.

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