La Feria de Sevilla

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Artículo publicado en la revista El Ruedo, Semanario gráfico de los toros, fundado Manuel Fernández Cuesta, el 29 de abril de 1948, en su número 201, siendo su director Fernán González. Más tarde fue recogido en el libro ‘Tertulia de anécdotas’, de la Editorial Prensa Española, en Madrid de 1974, con algunas pequeñas variaciones de su texto original.

Por Antonio Díaz-Cañabate.

Escribo este artículo lejos de Sevilla, lejos de su abril, que no importa sea lluvioso para que sea esplendente. Escribo lleno de nostalgia. Porque ir a los toros en cual parte siempre es alegre. Pero cogerse el caminito del Baratillo, por entre calles que huelen a azahar, todavía con el regusto en el gaznate de un vino sanluqueño o jerezano, unas tapitas de jamón, una tortilla de bacalao, unas aceitunas gordales aliñás y el asombro del pescado frito, que fue, no nuestro almuerzo, porque en la feria de Sevilla no se come, sino que se picotea aquí y allá, en esta caseta y en la otra, es algo que sólo en Sevilla sentimos, porque lo taurino en Sevilla está en el aire.

Vamos a los toros con la absoluta seguridad de divertirnos. No importa que los toros salgan mansos y que los toreros estén mal. Nos basta con la plaza de la Maestranza y con su público. Cuando en el ruedo no ocurre nada que prenda nuestra atención, los ojos se recrean en la maravilla de sus arcos, gráciles, como curvas femeninas, y por los oídos nos entra la música del acento andaluz, que canta los decires del ingenio. Nos hasta y nos sobra con la gracia que auténticamente se desarrolla en los tendidos. Un espectador pide con grandes, apasionados y descompuestos ademanes, la oreja para su torero. A su lado, un partidario de otro espada, harto ya de ver agitar el pañuelo y de oírle gritar “¡Que le corten la oreja, que le den la oreja”, le dice: “¿Por qué en lugar pedir una oreja para el Fulano no pide unas narices para usted, que le hacen mucha falta? ¡Porque he visto pocos chatos más chatos que usted”. En cualquier otra plaza siempre nos fastidian y nos encocoran los comentarios en voz alta de los espectadores, casi siempre estúpidos y sin ingenio, nutridos con los tópicos y con las frases hechas. Y nada digamos de esa especie de soliloquios que entablan tantos y tantos que se las dan de aficionados competentes, francamente insoportables. En Sevilla, no. En Sevilla todo el mundo habla discretamente de toros y, lo que es mejor, con oportunidad y sin patosería.

Feria de Sevilla, la primera importante de la temporada, cuenta mucho en el planeta de los toros. Desde lejos siguen todos sus habitantes. Valoran, adivinan las faenas por el tono de las crónicas y el laconismo de los telegramas. Muchos, muchísimos, no conocen Sevilla. Pero ya sabemos que en el planeta de los toros abunda la imaginación. Y se figuran “La Campana” y la calle de Tetuán y la de las Sierpes totalmente como si las estuvieran viendo. Y no digamos nada de las corridas de feria. A las ocho de la noche de cada día de feria, en los colmados, en los en los cafés y en los corrillos callejeros madrileños se sabe lo que ha ocurrido en Sevilla, toro a toro y pase a pase. Los informes suelen ser muy escasos. Unos cuantos han llamado por teléfono a la casa de los apoderados o de los diestros que han toreado, y allí les han dicho lo que ocurrió, velado con velos tupidísimos, si la tarde se dio regular, o aumentando con exageradas hipérboles si hubo suerte y corte de orejas. Pero de estas conferencias telefónicas ya hablaremos otro día con más detenimiento.

El caso es que a poco de acabar la corrida en Sevilla ya todo el planeta de los toros madrileño está en conmoción. Cada uno habla de la feria según le va en ella… al torero de su predilección. Si éste flojea se argumenta así:

– Ningún torero ha estado bien nunca en la feria de Sevilla. Los toreros no están puestos. Los toreros no se centran hasta San Fermín, en Pamplona. De ahí p’ adelante es cuando las figuras del toreo empiezan a desarrollar.

– Pero, ¿y el Mengano, que ha cortado orejas dos tardes?

– ¡Nada, orejillas sevillanas! ¡Todo eso de que el público de Sevilla entiende de toros es una leyenda! Del toro saben algo, lo concedo, pero lo que es del toreo, ¡quiá!

-Del toreo sólo sabes tú y un tío tuyo.

-¡Naturalmente que sé!

Si el torero predilecto lleva bien la feria se echan al vuelo las campanas.

-¡Ahí, ahí, en Sevilla, en la feria de abril está la llave de la temporada, porque el público de Sevilla es el más inteligente de España, y allá no pasa gato por liebre, y los toros van de grano y con cara y con tipo, y el pingüi no vale. Hay que torear y luego irse tras de la espada. Todas las figuras del toreo han cortado orejas en la feria de Sevilla.

A lo mejor, el que dice esto un año, el anterior había dicho lo contrario. A un taurino excepcional, Curro el Cochero, hombre de un genio nada común, le reprochaban en una ocasión el que defendía a un torero por él antes atacado sin compasión.

-¡No decías eso el año pasado, Curro!

– Es que el año pasado era yo un embustero.

Twitter @Twittaurino

Una respuesta a “La Feria de Sevilla”

  1. Reblogueó esto en DE SOL Y SOMBRAy comentado:

    Artículo publicado en la revista El Ruedo, Semanario gráfico de los toros, fundado Manuel Fernández Cuesta, el 29 de abril de 1948, en su número 201, siendo su director Fernán González. Más tarde fue recogido en el libro ‘Tertulia de anécdotas’, de la Editorial Prensa Española, en Madrid de 1974, con algunas pequeñas variaciones de su texto original…

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