Sálvese Quien Pueda – Carreras, Gritos y Empujones en La México.

La "V" del toreo… en todo el grand derechazo de Fermín Rivera.
La “v” del toreo… en todo el gran derechazo de Fermín Rivera. Foto: Humbert.

Malamente la concurrencia en la Monumental, casi al tiempo, condena a un picador por recetar a un toro lo que merece, deja pasar el sospechoso trapío de al menos la mitad de la corrida, saca a hombros a un ganadero cuyo encierro titular brinda un juego decepcionante y compra la desigual faena que culmina en un desenlace lógico que demuestra que la flojedad y el breve criterio taurino en la Monumental, tan escueto como el toro que aquí se lidia.

Por: Luis Eduardo Maya Lora – De SOL Y SOMBRA.

Se debe guardar la calma ante cualquier eventualidad natural, desastrosa o no.

No corro. No Grito. No empujo. Reglas fundamentales en toda circunstancia.

Los capitalinos lo sabemos bien. Pero taurinamente, con esta fiebre de renovación y “relevo” generacional en la “afición” los tendidos dejan de lado la mínima seriedad, colmados de “mamarrachos” “boca secas”, “malos amigos” y “chuflas, chuflas”… y lastimosamente escasos de entendidos.

Así, un público variopinto como el que más no es capaz de pitar, de menos la mitad del encierro, ni dar lo que merecen en el arrastre al menos cinco de seis pero sí saca entre el furor y los engañosos vapores de la gloria al criador de tan infame corrida. Si Villa Carmela decepciona en Tlaxcala, llega a la desesperación su flojedad o el genio del primero, la bravuconería del terceo y la mansedumbre del resto.

Y menos mal está Fermín Rivera que tapa al segundo.

Si a un torero le viene mal enfrentar un astado sin trapío es al potosino. Por su figura, empaque y clase, requiere un enemigo digno de esto y más. Para su desgracia, pese a la justificada, procedente y necesaria protesta termina por enfrentar al muy estrecho, zancudo y trasijado cárdeno, tardo, que ronda los linderos de la total mansedumbre y, que tras vérselas dos veces con Gabriel Meléndez hijo comienza a mejorar.

José Mauricio, por tanto, como debe ser, tira de la caleserina dos veces para rematar airoso y, claro, picar a Rivera, que aplica la necesaria serenidad al lancear a pies juntos y mostrar que la flojedad acompaña al astado, tal como hace Fermín lucidamente de la chicuelina con el primero de la tarde. Réplicas y contraréplicas, esta rivalidad la hemos esperado desde 2005, ojalá abra al fin los capítulos de un esperado libro taurino.

Que necesaria es.

Trata de calmar Fermín el barullo en los tendidos con el brindis general pero la si logra cambiar las lanzas por cañas es por dos razones alejadas de la dedicatoria: la Plaza México ha perdido la dureza que tuvo y su toreo ha abrumado cualquier protesta. Pues su toreo requiere un valor incalculable que le permite estar en el sitio sin sufrir.

Rivera se queda quieto y confía en su toque en el centro de la suerte.

Ahí, en plenos medios tiende la trampa al astado carmelita que no tiene otra más que tomar la muleta con nobleza, esa característica que acompaña a veces a la bravura –no es el caso- muchas más a la mansedumbre pues el cárdeno duda, pega miradas primero breves, luego espaciadas al potosino que le somete a la hipnosis del temple.

Al natural, con la muleta escondida pero sobre la pala del pitón colocado, Fermín ha pegado muletazos teñidos de clásica, sobria, señorial realización que bien valen todo el Potosí, uno grandísimo a muñeca rota y el desdén en el sitio y punto exactos.

Pena que aparece el viento en la última tanda con la derecha.

Es de notar los pases contrarios donde el astado se lo piensa, rehúye la posible pelea. Entonces Rivera, tras trincherazo, alarga manda muchísimo, utiliza todo su largo brazo, vence el parón y en doble tanda derechista convence la largueza de su muletazo pese a la vuelta contraria del astado con un cambio de mano sensacional.

Sin toro, literalmente, por fuera y por dentro, como se escucha el bocinazo, hay torero.

Una pena que las protestas no hubieren arreciado, que el infame segundo no haya sido cambiado por el primer sobrero que… con Rivera… a lo mejor… Solo Dios.

Pincha y, tras entera, aun así llega la oreja.

El celebérrimo nombre de “Manzanito” bautiza al tercero, breve y corto igualmente.

José Mauricio luce a la verónica y en la personal, de frente, doble, media verónica. Prosigue con gaoneras, ayer está especialmente artista con el percal. Tras el puyazo invita a quitar a sus compañeros pero no hay respuesta, entonces, el astado afloja en banderillas con Sergio González luciendo. Por ello, el capitalino toma la decisión de irse arriba en el ayudado a pies juntos.

El toro lo cobra caro.

La generosidad de José Mauricio se topa con que el astado bravuconea tal como aquel “Fuente Espina” de La Estancia hace tres años. Quizá menos pero aquella vez se dobla de inicio en esta da la impresión que le da más aire del debido. Aun así, Mauricio se lo juega con la izquierda de inicio y consigue muletazos completos en la primera tanda y luego, tras casi una voltereta, el astado comienza a rascar, a regatear.

Y Mauricio, a contracorriente, baja la mano con la derecha y desafiante echa la muleta a la izquierda aguantando el parón y la reversa del toro que por bravucón confunde a la medianía militante. Las manoletinas cierran vertical y valientes a toro arrancado y el espadazo recto, casi entero, hacen toser al toro y, al borde del aviso, llega la oreja.

División en la galería, con el público de ayer, también esto es un trofeo.

Y seamos francos, el resto del encierro, es un monumento a la sosería, la falta de casta expresa y la mansedumbre en su estado más soporífero.

Ante ello Juan José Padilla, se nota ahogado, desarmado dos veces con su primero y eléctrico con el cuarto, el turno en el que la asistencia condena al picador pero no se fija que la sangre del astado no llega ya no a la pezuña, ni siquiera al brazuelo. Padilla, en variación de voltaje, tira del farol invertido un quite caleserista ejecutado por un guerrero que pese al lío en banderillas deja su labor muleteril en muy poco.

Como el regalo está cantado, la Empresa vuela por el callejón a fin de postrarse para que el regalo se de. Malamente porque este séptimo cajón debió lidiarse al menos como segundo. ¿Qué justifica lidiar al segundo como titular y al séptimo como sobrero?

Seguramente su trapío. Éste no es un cromo. Decía Don Javier Garfias de los Santos: primero el libro, luego la hechura y ya después el juego.

Hoy nos damos cuenta que la tapadera bautizada con el celebérrimo nombre de “Sonajero” es un astado cárdeno de reunida acucharada cuerna, zancudo y con una expresión casi de ingenuidad, dicen que ese es el toro mexicano que “embiste” Y sí.

De ahí a indultarlo hay un trecho largo.

Pero esto se obvia en la actual Plaza México. Como se obvia, tras las largas cambiadas, y lances a pies juntos un pasito atrás, que el astado en brevísimo puyazo empuja mayormente solo con el pitón izquierdo. Juan José Padilla banderillea por norma a cabeza pasada y el par que cierra, al violín, es lucido y emocionado.

El toro que sale del campo a la Plaza debe morir ahí. No es buen consejo jugarse la simiente en la Plaza, a menos de no estar seguro de lo que se tiene. Pero así las cosas, la historia de Padilla se queda inconclusa y lo que ha iniciado con ayudados por alto, prosigue con diversos pasajes de derechazos, lo mismo enganchados que templados, que los pases de tiovivo, dándole vueltas al toro.

El astado, espléndido por ambos pitones, ha sido para cuajarle. Pero Juan José escucha el murmullo y lee el tendido y logra encandilarle, sin llegar al entendido, ese ignorado pero no ignorante sector que sabe que el de Jerez ha toreado a medias, ah dejado pasar más de lo que realmente ha toreado, muestra de ello los pases circulares, mucha afectación y poca naturalidad.

Aun menos autoridad.

Realmente Jesús Morales es el peor –ya es mucho decir- de los que presiden los festejos. Sin carácter o personalidad, el Juez ha dejado que la obra, mala o buena, no haya enfrentado su necesaria definición, su auténtico ser o no ser. Porque los indultos, insistimos, son el “final feliz” pero no la gloria… o el cadalso.

Hoy a cualquier toro, medianamente bravo, se le indulta. La única verdad de la Fiesta, aun en baile de barriada como ayer, es que dicta el sitio de cada quien. Ayer artificiosamente salvan la vida al toro pero la pregunta queda en el aire…

A la Plaza México, ¿Quién la salva?

Texto: @CaballoNegroII. 

RESUMEN DEL FESTEJO.

Plaza México. Temporada Grande 2014-2015. Domingo, Noviembre 16 de 2014. Cuarta Corrida de Derecho de Apartado. Más de un cuarto de plaza en tarde fresca de inicio con viento molesto en varios pasajes de la lidia. Cielo espléndido en tarde agradable.

7 Toros, 7 de Villa Carmela (Divisa Negro, Amarillo y Rojo) lidiado el séptimo como sobrero. Mal presentados desiguales, algunos muy pobres de cara y varios de ellos protestados de salida, principalmente el segundo. Mansos y flojos en general: con sentido el primero, débil y tardo el segundo, bravucón el tercero con emoción en el último tercio. La segunda mitad no tuvo muy poco por dentro sin raza, casta o bravura. Se indultó exageradamente al sobrero lidiado como regalo en séptimo lugar de nombre “Sonajero”, número 214 con 480 kilogramos de peso, cárdeno obscuro, alto y acucharado de cuerna.

Mal la Autoridad al mostrar nula exigencia al matador y aflojar el criterio al indultar al séptimo.

Juan José Padilla (Grosella y Azabache) Silencio, Palmas tras Aviso y Vuelta al Ruedo tras indultar en el de Regalo. Fermín Rivera (Verde Esperanza y Oro) Oreja y Silencio. José Mauricio (Teja y Oro) Oreja protestada y Silencio.

El primer espada salió a hombros.

Destacaron a la brega Sergio González y Daniel Duarte.

2 respuestas a “Sálvese Quien Pueda – Carreras, Gritos y Empujones en La México.”

  1. Mientras estén como empresa Alemán Magnani y su bufón “perrerías”, no habrá quién salve la fiesta y mucho menos ser salvada pues, ésa dupla infernal, seguirá impidiéndolo.

  2. La pregunta no es quien la salva sino si merece ser salvada, una afición cada vez menos exigente tiene la fiesta que se merece. Ausentes los pitos y protestas en otro encierro mal presentado y desbordante de mansedumbre.

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