Plaza de Toros Caletilla en Acapulco.

Por Anituy Rebolledo Ayerdi.

Las Primeras

La primera placita de toros de Acapulco, construida totalmente de madera, se inaugura el 15 de septiembre de 1940 con el nombre de “Samuel Solís García”. Aquella tarde de hace 74 años pisaron por primera vez aquel ruedo los novilleros Mario Sevilla y Enrique Borja, lidiando astados de Tultengo. Samuel Solís, el espada que daba nombre al coso, había tomado la alternativa en 1913 en la plaza metropolitana de La Condesa, apadrinado por Juan Belmonte, sin duda uno de los más grandes toreros del siglo XX.

Diez años más tarde, en el mismo sitio, la calle de Dominguillo, se levanta, también de madera, la plaza de toros El Toreo con aforo de 4 mil personas y conocida simplemente como “Plaza Acapulco”. Su propietaria era la empresaria Nabija Schekaiban, perteneciente a la comunidad sirio-libanesa del puerto, propietaria de tiendas de ropa de playa. La dama incursionaba en un negocio totalmente desconocido para ella pero generador –según la oferta–, de ganancias millonarias.

Esta, la segunda plaza acapulqueña de toros, se inaugura el 7 de mayo de 1950 con la presentación de los novilleros Eduardo Vargas y José Juárez Gitanillo con seis astados de Santín. El presidente municipal Antonio del Valle Garzón ha sido invitado a cortar el listón inaugural. Con tan mala suerte que cuando pretende hacerlo aparece un astado bufando en el redondel –descuido seguramente del encargado del corral–. Los espadas intervienen rápidamente para poner a salvo al alcalde y demás invitados, quienes no escaparán a una cómica corretiza festejada ruidosamente por el respetable.

La plaza de Dominguillo será escenario fuera de la temporada taurina de espectáculos diversos y entre ellos charreadas, variedades artísticas, funciones de box, lucha libre y también de reuniones políticas.

Amorcito corazón

Promotor de espectáculos artísticos en tal escenario, el periodista José Ma. Severiano, Chema Gómez, director de los diarios El Gráfico y Prensa Libre, logra contratar a Pedro Infante como figura estelar de una de sus funciones.

Ante un lleno total, el cantante consentido de México satisface las peticiones del público, particularmente femenino. Hay una pieza interpretada una y otra vez hasta la afonía. Se trata de la emblemática Amorcito corazón en la que el público hace la parte del silbido fiu- fiu- fiu- fiu- fiu (a cargo en Nosotros los pobres de La Chorreada, Blanca Estela Pavón). “Ahora sí, ésta es la última vez”–, demanda el ídolo para frasear enseguida aquello de a-mor-cito-co-ra-zón…, deteniéndose abruptamente para lanzar una sonora advertencia:

–¡¡Chema, cabrón, no te vayas con mi lana!!–, al tiempo que salta ágilmente de la tarima para correr hacia la taquilla.

Chema Gómez explicará más tarde que Pedrito lo vio desde el escenario cargando la abultadísima bolsa con el dinero de la entrada y creyó que se iba con ella. En realidad, juró, la llevaba a un lugar seguro en previsión de algún percance. Infante, encabronado, ya no volverá ante su público para terminar aquello de …yo tengo tentación de un beso…

La Plaza Caletilla

Los consejeros del millonario Ricardo Rico Pani le adviertan que la afición taurina en Acapulco es insignificante pero que, no obstante, una plaza de toros aquí sería un jugoso negocio con tan solo la afluencia de los gringos y los chilangos. El empresario hotelero y aéreo decide entonces construir una plaza de toros en Acapulco invirtiendo en ella –según sus biógrafos–, “los últimos cuatro millones de pesos que le quedaban de la venta de su hotel Reforma, en la ciudad de México”.

Edificada por el arquitecto Mario Pani Darqui, la plaza de toros Caletilla será una estructura sólida y funcional considerada entonces como una de las más bellas de Latinoamérica. También en los 50, Mario Pani construirá aquí el Aeropuerto Internacional, el Hotel Pozo del Rey, el Club de Yates y el condominio Los Cocos, el primer edificio de apartamentos de dos plantas en América Latina. Ya entrados los años 60, el Hotel Condesa del Mar.

La inauguración del coso de Caletilla –21 de mayo de 1955–, será un gran acontecimiento social con la asistencia de la élite taurina, así como grandes personalidades del espectáculo y la política. Allí estarán el gobernador sustituto Darío L. Arrieta Mateos , el alcalde Efrén Villalvazo Alarcón y la crema y nata de la jaisosaiti nopalera. En el ruedo se medirán los espadas Juan Silveti, Jorge Ranchero Aguilar y Curro Ortega, con toros de Pastejé, de Carlos Arruza. Todos ellos dejarán grabadas sus huellas palmares en cemento como recuerdo del acontecimiento, con narración a cargo de Pepe Alameda, el mejor cronista taurino de todos los tiempos.

Los Jueces

Aquella tarde de mayo debuta como primer Juez de Plaza don Manuel Linares Alarcón, maestro de literatura de las escuelas Secundaria y Preparatoria de Acapulco. Otros jueces serán más tarde el periodista Andrés Bustos Fuentes y el licenciado Francisco Deloya Fonseca.

Este último, Paco Deloya, viene en nuestro auxilio con información privilegiada sobre la plaza de toros Caletilla, pues no en balde fue su máxima autoridad por muchos años. Fue ésta, nos dice, la primera en México que dio festejos los domingos de todo un año, sin faltar uno. Manejada por el señor Jacobo Haboba, sus triunfadores tendrán abiertas las puertas de la monumental México. Apoderado del Ranchero Aguilar, Haboba le consiguió varias corridas triunfales en España y lo mismo hizo para Raúl García. Este último tendrá en su haber, junto con Curro Rivera, el récord de dos toros indultados aquí.

Los toreros

Las principales figuras de la torería nacional y española recibirán los olés más intensos y los aplausos más sonoros durante las tres primeras décadas del siglo XX. Los recibirán, sin faltar desde luego los pitos y las “mentadas”, Carlos Arruza, Paco Camino, Manuel Benítez, El Cordobés: Manolo Martínez, Juan Silveti, Manuel Capetillo, Eloy Cavazos, Alfonso Ramírez El Calesero, David Silveti, Miguel Espinosa Armillita Chico, Gastón Santos, Pablo Hermoso de Mendoza y muchos más.

Mención aparte merecen los matadores acapulqueños Antonio Sánchez, Porteño y Antonio Lomelí (éste le da nombre a la calle del coso), junto con los novilleros José Luis Ramírez, El Acapulco ( insólito: recibió la alternativa a los 56 años) y Antonio González Arredondo, El Maco. Hijo este de don Guicho González, portero del cine Variedades a quien los muchachillos berriondos llegaron a odiar por no haberles permitido nunca la entrada a funciones para adultos. Incluso con las cartillas del padre alteradas (el caso del escribano).

En Caletilla se cortarán la coleta toreros como Alfonso Ramírez, Calesero, Luis Procuna, y el Ranchero Aguilar.

El Loco de La Cueva

Wenceslao Peláez, de Camotinchán, Oaxaca, el querido Loco de la Cueva, patrocinó eventos taurinos con diversos beneficiarios. Él mismo les corría el capote a becerros dos añeros. Uno de aquellos fue particularmente exitoso: la encerrona del novillero Mario Sevilla con cuatro astados a beneficio del hospital Civil Morelos. El chilango Mario Sevilla se había lanzado a los ruedos apenas en 1967, alternando por cierto con Toño Lomelí.

Más cornás, el hambre

Aunque tal era su convicción, Manuel García El Espartero dejará la vida en las astas aceradas de un Miura. Caletilla no será capilla ardiente de ningún novillero o matador aunque no faltarán los percances graves, incluso muy graves.

Entre ellos los sufridos por el acapulqueño Antonio Sánchez y Ernesto Sanromán El Queretano, ambos empitonados en el vientre.

No será menos delicada la cornada del español José Luis Parada, a quien la embestida le secciona la arteria femoral. Al novillero Manolo Rangel no le irá mejor. Un pitón del astado le atina a los testículos dejándolos al descubiertos. Jaime Rangel, su hermano, logrará rescatarlos de las patas del animal. El médico de plaza subsanará convenientemente tan angustiante situación.

Otro empitonado en Acapulco fue el novillero Manuel Acha, El Bola”, quien a partir de entonces dejará esa fiesta para cantar en otras con el nombre de Emmanuel. Fue su madre la tonadillera hispana Conchita Martínez, protagonista de la película La morena de mi copla, con Abel Salazar (1946) Cinta basada en el pasodoble en honor de Julio Romero de Torres, el que “pintó a la mujer morena con los ojos de misterio y el alma llena de pena”). Su padre Raúl Acha, Rovira, fue un torero-galán.

El indulto

Para conceder el indulto a un astado el juez de plaza debe atenerse a un protocolo estricto sobre la presencia del astado: casta, bravura, nobleza, fijeza y trapío. Muy importante, la demanda del público a través de pañuelos blancos No obstante, cualquiera que sea el fallo del juez, a este le lloverán las mentadas de madre y las condenas de ¡ratero!; el caso será discrepar de la autoridad.

Entre los novillos indultados en la Caletilla figuran Noche y Día de la ganadería Begoña, con faena de Raúl García. Por su parte, el paisano Antonio González El Maco dejará vivir con su toreo elegante a Gondolerito, de la ganadería de Gameros. Un tercer indultado será el astado al que Antonio Moreno dibuja una faena redonda. Quince días más tarde el triunfador recibirá aquí mismo los tres avisos del juez.

El miedo

“El día que se torea crece más la barba y ello es sin duda a causa del miedo” –sentenciaba Juan Belmonte–, y él sabía por qué lo decía. El novillero Carlos Guerrero ignoraba tal conseja y por ello no notará vellos de más en el rostro cuando debute en la Caletilla. Frente al astado que ha salido al ruedo bufando y levantando polvaredas, el novillero se queda plantado sin significar ello valor y arrojo. Todo lo contrario, es miedo, un miedo atroz que lo paraliza, lo engarrota, pues, según la expresión coloquial. Sus ayudantes controlan al bravo mientras él abandona el redondel, la muleta a rastras, acompañado por la gritería feroz del público. En aquél mismo momento Guerrero se corta la coleta (señal de retiro de un matador) abandonando la plaza por la puerta trasera. Lloraba.

Los tendidos se uniformarán entonces con un diagnóstico único : ¡el miedo es cabrón, que ni qué!

Tiros en lugar de espada

Por un descuido del vigilante de la puerta de pecadores, un toro huye de la plaza en plena corrida. Se libra por lo pronto de las espadas de Joselito Huerta y Antonio Sánchez El Porteño. La bestia corre despavorida provocando oleadas de pánico a lo largo de la Costera; va con rumbo al centro de la ciudad. No obstante la premura de la alerta policiaca y la persecución iniciada por el personal de la plaza, el animal logrará llegar sin ningún percance a la altura del hotel Club de Pesca. Allí será acribillado a tiros. Solución ideal, hoy mismo, para no pocos toreros a quienes les está negada la suerte máxima.

Don Alberto Baillères.

Alberto Baillères, dueño de seguros GNP, Peñoles y Palacio de Hierro entre otras empresas, es el actual propietario de la Plaza de Toros Caletilla.

Cristóbal Ochoa

Para don Cristóbal Ochoa, administrador de la Caletilla por más de 5 décadas, los mejores años del coso taurino fueron de los 60 a los 80. Nuestra meta, dijo alguna vez, “fue que la plaza solo ofreciera espectáculos taurinos para los que fue construida. Llevamos 56 años persiguiendo ese sueño y como logro digo que algunas temporadas rebasaron nuestras expectativas”.

Aquí llegamos

Los guías de turistas nunca fueron capaces de explicar a los gringos el protocolo de la fiesta brava. Así, apenas salía el segundo de la tarde, sus grupos se ponían de pie para retirarse enseguida. El argumento era contundente:
–¡Esto ya lo vimos!

Una respuesta a “Plaza de Toros Caletilla en Acapulco.”

  1. GRACIAS Anituy Rebolledo Ayerdi, POR TAN EXCELENTE ARTICULO, DE VERDAD QUE ESTÁ LLENO DE HISTORIA E INCLUSO DE EMOCIÓN Y DE PASIÓN TORERA, GRACIAS POR PROPORCIONARNOS TANTA INFORMACIÓN QUE MUCHOS TAURINOS DESCONOCEMOS Y DE VERDAD NOS ALIMENTAN Y RETROALIMENTAN EL CONOCIMIENTO Y EL ESPÍRITU.
    TE MANDO UN ABRAZO CON RESPETO, ADMIRACIÓN Y ANTE TODO MUCHAS GRACIAS NUEVAMENTE Y CONTINUA CON ESE LEGAJO DE HISTORIA QUE DEBES TENER GUARDADA Y ACUMULADA.

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