Por Luis Ramón Carazo.
Comentando sobre los posibles cambios que se sugieren en Madrid con relación a la lidia de las reses, consistentes entre otras a limitar el número de descabellos y de puntillazos, me remonté a la invención del peto que la mayoría de tauromaquias atribuyen a los taurinos españoles y señalé que en España oficialmente se implantó en el año 1928, estando como ministro de la Gobernación el general Martínez Anido, que dispuso en La Gaceta de Madrid, que a partir del día 8 de abril de ese año se prescribía el uso obligatorio de los petos protectores para los caballos de picar en las plazas consideradas de primera categoría, entre ellas la de Tetuán de las Victorias en Madrid, una plaza en la que anteriormente y durante un año se habían llevado a cabo las pruebas del peto.
Esta disposición fue después ratificada por Real Orden de 13 de junio, que ya extendía su obligatoriedad a todas las plazas de España. Durante todo el siglo XIX y principios del XX, los ruedos se cubrían de caballos muertos o agonizantes despanzurrados en la arena. La proporción de caballos caídos en las plazas cada temporada era tres veces superior a la de los toros.
Comenté para cerrar que en México en el Toreo de la Condesa, ahora dónde se ubica El Palacio de Hierro Durango, el 12 de octubre de 1930 se utilizó por primera vez el peto con toros de Atenco que lidiaron sin mucha brillantez, Luis Freg, Pepe Ortiz y Gil Tovar.
Tengo el honor de que Guillermo Cantú Charles lee lo que escribo y me hace notar con calidez un dato histórico; fruto del exhaustivo trabajo histórico del historiador Francisco Coello Ugalde y presentado en 1987 en el Museo de la Ciudad de México, en una conferencia en la que afirma y prueba con documentos que el peto fue en nuestro país desde principios del siglo XIX y casi hasta su final, para dejarse de usar y luego como señalé hacerse nuevamente oficial en México desde 1930.
En pocas palabras me tocaron las mangas del chaleco y con gusto las aceptó; para aclarar algo que se me pasó de noche y no lo tenía presente, pues consigna Francisco que desde 1816 en México se emplea una protección para los caballos, la cual prevaleció hasta los tiempos de Ponciano Díaz a finales de siglo XIX e incluso él agregó un cuero al que los cronistas de la época le llamaron; “babero” Tal vez con el regreso a México de los toreros españoles a finales del mismo siglo que vivió Ponciano, particularmente Luis Mazzantini, la costumbre no utilizar el peto se impuso hasta 1930, año en que se oficializa su uso nuevamente en México.
Me parece que es valioso consignarlo para dejar más clara la historia de la protección de los caballos, que se atribuye a España pero que de acuerdo a la acuciosa investigación de Coello Ugalde y a la oportunidad de hacérmelo notar de Memo; es costumbre mexicana.
Y ya lo diría un poema popular de la época en que contendían los toreros españoles en México con Ponciano Díaz:
Yo no quiero a Mazzantini
ni tampoco a “Cuatro dedos”
al que quiero es a Ponciano
que es el rey de los toreros.
Estamos recordando los años del último cuarto de siglo del XIX y como anécdota en 1889 el 12 de octubre actúo con Frascuelo y Guerrita el llamado torero con bigotes en Madrid. Valga el recuerdo y el reconocimiento a la invención mexicana y uso anterior del peto del toreo mexicano al español, tome nota.
Por otro lado gran debut tuvo el novillero sevillano Rafael Serna el domingo 16 de agosto en La México, con gran temple interpretó el toreo ante un buen novillo de De Santiago y otro con codicia de Guadiana. Tiene una inclinación natural a torear con profundidad, caló hondo en los asistentes en los tendidos de Insurgentes, hasta ahora, la del sevillano junto a la de Nicolás Gutiérrez, las actuaciones más rotundas de lo que lleva el ciclo novilleril. Y lo logró Rafael (recién debutado con picadores en España) con sello y gracia. Pepe Zavala tiene academia y El Galo sitio pero a ambos les falto redondear.
La parte final de la temporada chica en su último tercio de festejos se ve promisoria, ya veremos y diremos.
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