La Pasión Creciente – Nueva Puerta Grande para Daniel Luque en Guadalajara.

Derechazo de Daniel Luque en su faena al primero en Guadalajara.

Acudir a las corridas de la Monumental Nuevo Progreso es cantar al toro, eje rector y esencial de la tauromaquia. Es sentir que las paradojas mayores del toreo pueden ser posible para bien y mejora de nuestra Fiesta taurina. La sensación que brinda el toro real, como el de Villa Carmela ayer, hace reflexionar que el camino al renacer y amanecer de la pasión taurina está más cercano de lo esperado. Carente de una imagen torera que apasione desde hace varias décadas, Daniel Luque parece dar visos de ser y muy pronto ya no un consentido, sino el amo de la Plaza tapatía. Tarde para el recuerdo, en el terreno más corto toreando muy largo, Luque sale a hombros dejando a sus alternantes lastimosa y tristemente, borrados.

Por: Luis Eduardo Maya Lora – De SOL Y SOMBRA. Guadalajara.

Seria, ancha de fachada, la Catedral de Guadalajara refleja la personalidad y el acento de esta centenaria capital jalisciense. Con sus torres, como pitones, astas, que la hacen ver hasta el cielo astifina.

Tal como es y ha sido su toro en la arena de sus Plazas.

Desde las épocas en San Juan de Dios hasta estos tiempos de la Calzada Independencia y que serán por mucho más, el toro de Guadalajara es un canto, casi una devoción a la majestad de la Fiesta Brava, la que siempre da el toro real. Lo veíamos en “Taurinísimo” el viernes pasado. Ese toro no necesita más cantores que sus reunidos pitones, lo ancho de su pecho, lo armónico de sus manos y la línea recta del lomo que nace desde lo afoscado y empelotado morrillo hasta el largo y espeso rabo.

De preferencia, negro zaino, de puntas astifino, como casi todo el encierro de Villa Carmela.

Inicialmente programado para la que sería la segunda corrida, toca abrir por todo lo alto la Temporada tapatía con un encierro, bautizado con nombres de Santos, que tiene la pésima suerte, primero, de que su toro más hermoso, el tercero, de una armonía única y pitones de espanto esté tan caliente desde el entorilamiento que trabe una de las puertas y en la Plaza, remate tan abajo en el burladero de la querencia que termine por estrellarse.

Y estrellar la ilusión.

Porque además le habría tocado a Diego Silveti en total sumersión en la falta de mando y de soltura.

Este sobrero ha sido el único que ha bajado, sin traspasar lo no permisible, la categoría del trapío. Silveti, a pesar de que el sobrero no es un dechado de virtudes, manso y cabeceante, denota falta de colocación, enganchones y nula capacidad de salir al frente a cada muletazo y convencer al toro y al tendido. Impedido de aliviar y templar al muy débil sexto, el total de su actuación únicamente reseña templados lances de recibo a este último con el paso atrás y una estocada entera para cerrar un domingo poco menos que discreto.

Por el estilo, peor aun, está Arturo Saldívar.

Distraído, vacilante, ni siquiera se coloca en tiempo durante el segundo tercio del que abre plaza. Ya se iba justo cuando el tendido de Guadalajara, que tiene las puntas, intactas, como agave azul y el fino impacto de cuando entra el buen tequila, lo pone en su sitio. Y le recuerda que a un toro como el segundo, largo y algo zancudo, de condición mansa pero con la casta suficiente de seguir por bajo la muleta, hay que pararle y poderle e imponerse, a riesgo de quedar sobre piernas y sin posibilidad alguna.

No le sirve doblarse bien de inicio, plantear los derechazos en los medios, al no termina por imponer su ritmo al de el toro, someterle. Pega uno pero para el segundo no es capaz de quedarse quieto y girar para pegar los demás. Lo que pinta bueno acaba en descolorida versión de un torero, hoy, desigual, que devuelve todo el crédito al estar peor con el inválido quinto.

División y fuertes pitos. Certeros

La mala suerte del encierro y de la Afición misma se ve recompensada con la aparición, casi milagrosa, de Daniel Luque.

No es sencillo ser tan mandón y ser tan artista, ni tener una mano fina pero con un mando de hierro, poder andarle al toro y además saber quedarse quieto, manejar las telas con sutileza y brazo firme templar y hundir el acero: esto y más aun ha hecho el sevillano, toreando en lo corto, planteando dos faenas en un terreno casi inexistente, unir el ojedismo de noche de la marisma con la luz y la gracia de Sevilla.

Pero ya nos decía otro ilustre sevillano, “Creer que un cielo en un infierno cabe…”, justo así Daniel Luque ha sido capaz de descifrar el misterio de la santidad del encierro carmelita, primero con “San Juan Pablo” que pese así ser nombrado sale a quedarse parado, a frenar la embestida y fintar a Luque, que le para con lances de buen y poderoso trazo, con no entregarse haga lo que haga.

Pero por eso y para eso torear es a temperar.

Y entonces, desde el primer capotazo siente Daniel al toro. No se alborota, se templa, lo mismo en el lance, el recorte y la señorial chicuelina. Al primer muletazo Luque encuentra, muy en lo corto, la forma de alargar y de no frenar la embestida del carmelita, así han sido las tandas obligando, sometiendo pero sin dejar de correr la mano o cambiarse por la espalda alternadamente en su personal muletazo. Rinde al manso cabeceante y pierde la oreja por el pinchazo, pese a eventual y fulminante descabello.

Solo la Autoridad arruina lo que habría de ser una ovacionada oreja al dar una innecesaria oreja, protestada evidentemente y que sirve para alborotar y levantar la expectación previo a la salida del muy serio, alto de agujas, con arrugas en el rostro, carifosco y negrísimo, cuarto de la tarde.

“San José María”, nombrado.

Con la salvedad de la seriedad, en poco se ha parecido a Don José María Escriva por quien, creemos, ha sido así bautizado. Por el contrario. Sin emplearse de salida, áspero, Luque le recorta genuflexa y lucidamente en los medios para luego medir perfecto el puyazo y ahorrar el quite. Aquí la maravillosa, larga y templada brega de mano alta de Abraham Neiro hace que el reservón negro toro, tardo e indeciso en la arrancada, sobre venga a su capote. Incluso se cambia de mano en el último capotazo para cerrar al toro en los adentros.

De pronto Luque, siempre muy metido en su planteamiento, tras los pases arriba, mece el pase de la firma, justo en los medios que desdeña lo reservada de la embestida. Por ello, no se apresura ni presiona la embestida del astado, únicamente traza un cerco al posible arreón. Otra vez, repite la dosis del primero, se engalla y acorta la distancia en doble tanda derechista, breves pero intensas, donde los remates de cada una ayudado abajo y pases de pecho, el de la primera lentísimo, vuelcan la tardanza del toro en reventar de la Plaza.

Ronca para el último de los remates.

Y amplia es la siguiente, donde la emoción sube conforme la muleta se arrastra, parece perderse el paso del toro ante lo bien toreado pero Daniel tapa su cara, gira y liga, se cambia de mano por la espalda y remata por alto ante el cabeceo del toro que quiere pero no tiene como arrancarle la muleta. La “España Cañí” se desgrana en la tanda al natural, tal como, muy a regañadientes y en el terreno corto de nuevo, la mano izquierda que extiende el trazo y cuando a cada pase el carmelita se frena, Luque le rinde y vence en nuevo pase por bajo resuelto con el de pecho de alarido.

Aquí con el toro vencido en la pugna taurómaca, cambiada la espada tras última tanda con la derecha, inaugurada con la trinchera a pies juntos y abrochada con muletazo magnífico del desdén, muy entregado, Daniel Luque cierra con ayudados por bajo, justo a donde el toro se refugia, la querencia, vencido tras ser podido. Firmazo con la izquierda antecede el momento misterioso y latente de la estocada.

La suerte suprema.

En el terreno cambiado conjuga con un volapié soberbio que rinde a Guadalajara, a su Catedral, su toro y su Afición la que no escatima el doble premio y la legítima Puerta Grande. Por algo Guadalajara siempre se entiende con Sevilla.

“Que las flores de Jalisco vinieron de Andalucía”…

Y de Andalucía el torero que puede santificar la Plaza Nuevo Progreso hacia la pasión y la devoción, encauzar el culto al toro serio, por el arte más granado del toreo, convocar a la multitude, lograr el milagro del toreo. Como esa “Granada” que acompaña a Luque en la vuelta, como esa multitud que le carga en hombros hasta la Puerta.

De la Plaza más seria. Y ese es nuestro deseo, que lo siga siendo.

O la suerte venidera que pidamos a Dios, de verlo, nos conceda.

Texto: @CaballoNegroII.

RESUMEN DEL FESTEJO.

Guadalajara, Jalisco. Plaza de Toros Monumental Nuevo Progreso. Temporada 2015. Domingo, Noviembre 1 de 2015. Corrida de Apertura de Temporada al no poderse celebrar la programada para el domingo pasado. Primera de Abono. Menos de Media Plaza en soleada con espléndido clima y poco viento.

6 Toros, 6 de Villa Carmela (Divisa Negro, Amarillo y Rojo) lidiado el tercero como sobrero tras desceparse luego de salir el tercero de la Tarde. El segundo antirreglamentariamente lidiado al no haber estaño reseñado oficialmente. Desigual en presencia en su conjunto, pero con el trapío suficiente para la Plaza. Cargado en tamaño el lote del primer espada, sumamente serio y ofensivo de cabeza, principalmente el primero. Largo el segundo y destragado el sobrero que sustituyó al precioso tercero. Bien hecho el cuarto. Larguísimo el débil quinto y con muchos pitones el que cerró plaza; con edad en general, sin entregarse del todo salvo el segundo que inició manso y acabó embistiendo a la muleta. Reservón y cabeceante el lote del primer espada y con posibilidades quizá el quinto al que no se le pudo ver en el último tercio.

Daniel Luque (Azul Noche y Oro) Oreja con Protestas y Dos Orejas. Arturo Saldívar (Ciruela y Oro) División y Pitos. Diego Silveti (Malva y Oro) Silencio y Pitos.

El primer espada salió a hombros.

Espléndido el banderillero del primer espada, Abraham Neiro, sobrio con los palos ante el primero y soberbio en la importantísima brega al cuarto. Saludó el banderillero Ángel Martínez hijo tras banderillear al quinto.

Fatal, por medroso y ventajoso, el banderillero Diego Martínez de la cuadrilla del tercer espada que dos veces pasó en falso ante el sexto.

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