¡Honestidad, el emblema de su nombre!

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Por Xavier Toscano G. de Quevedo.

Está escrita una reflexión de un filósofo francés de los primeros años del siglo anterior que dice así: “El hombre empieza a morir cuando nace”, y me gustaría añadir a este pensamiento, “que empezamos a morir en el preciso instante de nuestra concepción”, y con ello da inicio también el camino de nuestra propia historia, que tendrá que llegar forzosamente a su epílogo. Aunque también es condición del ser humano el que únicamente nos detenemos a reflexionar en ello cuando este desenlace se hace presente en nuestra familia, con un amigo estimado o con algún protagonista importante de nuestro entorno.
Los personajes que lucharon con ahínco y determinación —salvando todos los obstáculos y carencia— durante su trayecto de vida, para trascender y dejar una historia importante de sus hechos, no podrán nunca ser olvidados y mucho menos pasar desapercibidos. Es por ello que hoy recordaremos con mucho agrado un protagonista importante que supo mostrarse y, sobre todo, ganarse el cariño y respeto de los “aficionados” dentro de nuestra hermosa Fiesta Brava, “El  Maestro Jesús Córdova”.

¡Honestidad fue el emblema de su vida!, como persona y torero. Jesús Córdova nació en un pueblo del Estado de Kansas, llamado Winfield, el 7 de marzo de 1927, era hijo de padres mexicanos que habían emigrado a los Estados Unidos, motivo por el cual tuvo que esperar hasta alcanzar su mayoría de edad para optar por la ciudadanía mexicana.

Su vida de torero inicia en abril de 1948 en unas novilladas que se realizaban en un lienzo charro de la capital, y en las que destacó desde el primer instante, razón por la cual llegó rápidamente su debut a la Plaza México el 18 de julio de 1948, alternado en esta tarde con el tapatío Luis Solano, el hidalguense Paco Ortiz y el capitalino Rafael García, con un encierro de la ganadería tlaxcalteca de La Laguna propiedad de Romárico González, dejando en los aficionados capitalino una grata impresión.

En su segunda comparecencia con novillos de Piedras Negras, propiedad de Raúl González —entonces y No como ahora, se lidiaban astados de ganaderías que buscan ante todo la bravura— cortó su primera oreja  en “La México”, y ganándose estar en la última novillada, en la que consigue el premio de “La Oreja de Plata” que otorgaban los fundadores de la revista “El Redondel”.
Obviamente que tan destacado novillero tenía que venir a nuestra Perla de Occidente para presentarse ante “La Afición” tapatía, y así el domingo 10 de octubre de 1948 realiza su primer paseíllo junto con Alfonso Pedrosa y el hidrocálido Rafael Rodríguez, quienes lidiaron novillos de Matancillas, de los hermanos Francisco y José Madrazo García Granados.

Jesús Córdova no tuvo una tarde importante en su debut en el coso de El Progreso por las malas condiciones de su lote, quedando en deuda con el público que hizo una magnifica entrada. Era tan sólo un tropiezo en su camino —¿pero qué torero no los ha tenido durante su carrera?—,  así regresó al coso del Hospicio el domingo 24 del mimo mes, alternando con Eliseo Muñoz y José Luis Méndez —quien años más tarde se convirtió en el primer apoderado y quien llevó a la alternativa a nuestra última figura del toreo, el regiomontano Manolo Martínez—, los novillo de la ganadería de Zacatepec propiedad de Daniel Muñoz. Pero el destino es caprichoso con algunas personas y Córdoba no consigue sacar nada de su lote.

Pero los aficionados tapatíos veían cualidades importantes en el joven novillero, y por fin el empresario Ignacio García Aceves programa la presentación de “Los Tres Mosqueteros”; fue la tarde del domingo 1 de noviembre de 1948, ante un encierro de Corlomé  cuyos propietarios y fundadores eran Manuel Cortina Rivas y José Cesáreo Lomelí Ponce, una fracción de la Ex Hacienda de Chinampas. Jesús Córdoba, Manuel Capetillo y Rafael Rodríguez caminan por la arena de El Progreso, con sus miradas puestas en el tendido, en donde no cabía un alma más, pero los pupilos de Manuel Cortina y José Lomelí no fueron lo que los alternantes y la afición esperaban.

Termina su etapa de novillero en nuestra ciudad, el domingo 14 de noviembre, estando esa tarde en el cartel, Curro Ortega, Paco Ortiz, Manuel Capetillo y nuestro protagonista de esta columna, el encierro de Lucas González Rubio, finalmente Jesús Córdoba con el mismo resultado de sus anteriores actuaciones.  
                     
Se aproximaba ya a su alternativa, y Córdoba se preparaba para tal acontecimiento —la ilusión de todos aquellos que incursionan en esta hermosa fiesta—, él la recibió en la ciudad de Celaya teniendo como padrino al Maestro Fermín Espinosa, que le cedió como es el ritual al primero de la tarde de la ganadería de Xajay, propiedad de los hermanos Edmundo y Jorge Guerrero Perrusquía, la fecha sábado 25 de diciembre de 1948.

Confirmó su doctorado en La Plaza México el 16 de enero de 1949  y una vez más, el maestro Armillita y de testigo Luis Sánchez, el encierro de esa tarde de la ganadería de La Punta, de los hermanos Francisco y José Madrazo García Granados.
Regreso a nuestra ciudad el sábado 5 de febrero de 1949, en el cartel Luis Castro “El Soldado”, Rafael Rodríguez, Manuel Capetillo y Jesús Córdoba, ante un encierro de Matancillas, por fin logra su primer triunfo ante la afición tapatía, al cortar una oreja al primero de su lote. Cuatro festejos más hasta 1951. Doce años pasaron para que regresara a nuestra ciudad, esto sucedió el domingo 24 de febrero de 1963, Alfonso Ramírez “El Calesero”, Jesús Córdoba y la presentación del sevillano Diego Puerta “Diego corazón de león” lidiándose toros de José Julián Llaguno —¡por fin! ese día conocí vestido de torero al “Maestro Córdoba”—.

Su última tarde en Guadalajara, el miércoles 1 de enero de 1964, Jesús Córdoba, Cesar Girón y Miguel Mateo “Miguelín”, además también última tarde de que la ganadería de La Punta, lidiaría en la tradicional corrida de “Año Nuevo”.         
        
¡Descansa en paz, Maestro Córdoba!  En tanto nosotros seguiremos pensando en su Majestad, El Toro Bravo.

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