¿La Fiesta en Paz? De aclaraciones, explicaciones, fundaciones y lo que se acumule

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Por Leonardo Páez.

Mauricio Méndez El Calafia ha sido por casi dos décadas mozo de espadas, amigo y confidente del matador Rodolfo RodríguezEl Pana, y eso que El Pana no confía ni en Rodolfo Rodríguez, ¿eh?”

Muchos años de relación y de comunicación en los que ha estado a su lado en las duras y en las maduras. Le tocó vivir la etapa crítica de alcoholismo del torero y luego cuando debió estar en el Hospital de Nutrición. De ambas pruebas logró salir renovado, sin embargo, entonces casi nadie hizo gestiones para ayudar al desaprovechado diestro. Pero ha sido maravilloso ser parte de esta aventura mágica.

“El matador no recibió ninguna infiltración o anestésico –me aclara El Calafia, contra lo que en este espacio publicamos con la información proporcionada por otra fuente– luego de que el primero de la tarde lo cogiera al intentar un adorno. Se quedaba corto por el lado derecho y aun así Rodolfo quiso probarlo. Cayó de espaldas y el toro le bailó un zapateado encima. Cuando lo llevaban en la camilla pidió agua y que le quitaran el polvo, se levantó, exigió muleta y espada, logró una emotiva faena por el lado izquierdo, mató al toro y le dieron las dos orejas.

El Pana, emocionado –prosigue El Calafia–, rechazó una por considerar exagerada la premiación y ante ese gesto el público ovacionó más fuerte al matador durante la clamorosa vuelta al ruedo. No pasó a la enfermería y estaba muy motivado al ver la respuesta de la gente. Su segundo salió con muchas patas, un peón lo tocó desde el burladero cerrándolo todavía más a tablas, por lo que cuando Rodolfo extendió el capote para recibirlo el toro no obedeció, sino que lo arrolló y siguió su viaje. El encontronazo fue tan fuerte que quizá en ese momento es cuando el matador pierde el conocimiento, ya que no metió las manos antes de caer de cara en la arena. El manejo inicial que se hizo del torero ya es otra cosa.

“El camino del infierno está lleno de buenas intenciones –añade Mauricio– y desde que ingresó al Hospital Español, en Torreón, empezaron a sugerir festivales benéficos, un panatón, grupos de apoyo y ahora una fundación. Todo está muy bien, pero pareciera que más se preocupan de dar una imagen de solidaridad que de saber los deseos del matador, a merced de criterios médicos, sondas, respiradores, enfermeras y reducidos tiempos de visita de los más allegados.

No puede decir nada, sólo mueve un poco la cabeza y emite sonidos, una cosa dice al leerle los labios y otra con la mirada. A una persona tan inquieta como él es lo peor que le puede pasar. La desesperación altera sus pulsaciones y quizá todavía no sabe cuál es su condición, aunque probablemente la intuye, pues no siente nada cuando le masajean las piernas, concluye un afligido Calafia.

Si el medio de los taurinos es imprevisor y mezquino, ante casos tan dramáticos como el del Pana, que quedó paralizado de brazos y piernas, una conmiseración de emergencia parece acompañar el desconcierto.

Desde torpes explicaciones de por qué El Pana no se hizo figura hasta la decisión del gobierno estatal de Tlaxcala de crear una fundación que lleve el nombre del matador apizaquense, la cual tendrá como objetivo apoyar a niños de escasos recursos y los requeridos para el tratamiento médico del diestro, pasando por la oferta de festivales benéficos de la empresa Coliseo Centenario de Torreón, de Arturo Gilio, quien maneja la plaza de Ciudad Lerdo, y cápsulas de video en las que se censura el hermoso brindis de Rodolfo en la Plaza México a sus comprensivas y oportunas putas.

Publicando en La Jornada.

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