Qué poca… sí, qué poca responsabilidad!

Plaza México.

Por Xavier Toscano G. de Quevedo.

Fue en los últimos días de la semana anterior, que un amigo comentó en una plática telefónica —si bien, por su tono de voz parecería que era más una pregunta— y dijo enfáticamente; ¿qué les sucede a los jueces de las plazas de toros en nuestro país? – ¡Hoy se siente un vacío inmenso de autoridad! Así fueron sus palabras finales.

Si usted platica con aficionados de nuestro México —léase bien, “aficionados a la fiesta del toro”, eje central y único de éste espectáculo— sobre este intrincado tema de nuestra fiesta, escuchará muchas quejas al respecto, y todos coinciden en que es un problema que ha flagelado al “espectáculo taurino” – así, con minúsculas – de nuestro país, por varias décadas.

La aplicación estricta de las normas y reglamentos, NO son negociables, y SÍ fundamental y prioritario su estricta observancia dentro del “Espectáculo Taurino” —ahora sí, con mayúsculas—  para que éste, se realice con autenticidad, como un derecho de aquellos aficionados y público que pagan su boleto para asistir a la plaza.

Y no es que la fiesta merezca trato especial, porque habrá que recordar que existen principios —léanse normas— básicos, imprescindibles y naturales para la correcta coexistencia de cualquiera de los seres, racionales e irracionales, que habitamos nuestro planeta. Es la misma naturaleza la que impone su leyes; así lo podemos advertir en el sorprendente vuelo migratorio de las aves, siempre dirigidos por un líder que guía a sus compañeros a los lugares en los que encontrarán alimento, reposo y buen clima, o a los grandes rebaños de mamíferos desplazándose en las extensas estepas, siempre gobernados por un macho de máxima jerarquía en la manada, de igual forma en la coexistencia familiar de los felinos, en donde el rey de la selva va dictando códigos inquebrantables de mando. Leyes que nunca fallan, y así ha sido por miles y miles de años.

Pero, más importantes y trascendentes las relaciones que el ser humano realiza; formada en primera instancia por el núcleo central que es la familia, dando vida a las sociedades, y de ahí, nacen la formación de los pueblos, para que finalmente se constituyan los países. Todo esto, desde la misma aparición de los seres vivos en la tierra, y “siempre regidos” por una situación común y necesaria: las normas y leyes para su necesaria armonía.

Nuestro emblemático Espectáculo Taurino, que forma parte de unas de las actividades que aceptamos con mucho agrado y pasión un numeroso grupo de nuestra sociedad, es imprescindible y forzoso que también cuente con leyes y reglamentos necesarios para gobernar y dirigir el correcto desempeño de dicha actividad. ¿Pero hoy…?

¡Sí, pero hoy, cuántos problemas! Así que, cuando los palcos de las autoridades sean ocupados por personas honestas que muestren firmeza y carácter para la auténtica, legítima y correcta aplicación  —sin contemplaciones y mucho menos sumisión— de las leyes que rigen el “Espectáculo Taurino”, los aficionados y el público regresarán con agrado a las plazas.

¡Un hasta aquí! Ya fue demasiado cargar con personajes irresponsables. Por lo que, únicamente procediendo con firmeza, podrá, prevalecerá por muchos siglos más, la gloria e inmortalidad de este mágico e inigualable Espectáculo que únicamente gobierna y rige su Majestad: El Toro Bravo.

Publicado en El Informador.

Una respuesta a “Qué poca… sí, qué poca responsabilidad!”

  1. Hace décadas que dejó de haber Autoridad en las plazas de México. Autoridades que hagan valer un reglamento en vigencia. Lo que tenemos es un remedo de autoridad, una “autoridad simbólica” sin capacidad ni valor para ejercer su cargo. Mucho contribuyó a esta decadencia la nefasta influencia, mas bien, poder, de la anterior administración de la Plaza México. En el resto del país es casi lo mismo: una autoridad simbólica que obedece sólo a lo que les manden e impongan los empresarios en turno. ¡Que lejos estamos de aquellos tiempos en que había jueces como el Lic. Juan Pellicer Cámara!

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