¡Buenos propósitos, SÍ… pero!

Por Xavier Toscano G. de Quevedo.

Como un breve suspiro se nos ha ido de las manos 2016, un período que ya forma parte de la historia, y que en cada uno de nosotros marcó para siempre un número importante de recuerdo. Algunos de mucha alegría, otros no tan buenos, que el tiempo se encargará de borrar, y finalmente —porque es parte de la vida— los sucesos tristes que nunca podremos olvidar.

Los efímeros, los superficiales o los puramente anecdóticos pronto se irán borrando de nuestra mente, porque nunca lograron tener ningún valor para ser almacenados, razón por la cual no les corresponde la más mínima consideración. Tal sería el caso —una cruel pérdida de tiempo— en tratar de recordar los frívolos e insignificantes acontecimientos ¡”festejitos”! que se programaron en las plazas de nuestro país, incluyendo nuestra muy deteriorada y maltrecha plaza de Guadalajara.

Sin embargo, mejor pensemos que estamos iniciando un nuevo año, en la inmejorable y agradable compañía de todos ustedes, con el firme deseos y la confianza de que estando juntos, desplegando nuestro máximo esfuerzo y perseverante dedicación, lograremos llegar con bien —si es la voluntad de Dios— hasta el término del presente año. Y como cada flamante año es una prerrogativa de todas las personas crear una cadena de expectativas, buenos deseos y corrección de errores, siendo esta serie de objetivos muy válidos, pero sin olvidarnos de poner en ellos nuestro máximo esfuerzo.

Pero al unísono o paralelamente, surgen los extremos diametralmente opuestos a las perspectivas positivas, creadas por aquellas personas para quienes los buenos propósitos NO existen, y mucho menos harán una pausa en su vida para considerarlos, probablemente es en ellos y su soberbio proceder que nació esta conocida y popular conseja: “Árbol que crece torcido jamás —en lo absoluto, de ningún modo— nunca su tronco endereza”, refrán que se ajusta y encaja perfectamente entre los promotores que han monopolizado nuestra fiesta en México, los protagonistas y los taurinos parásitos.

Así, con los acontecimientos vividos no únicamente en este año recién concluido, ya que es una vez más la continuación de los años anteriores, parecería que es tan sólo un sueño el pensar que las empresas y protagonistas del espectáculo meditarán en buenas intenciones o propósitos de enmendar el camino tan escabroso y de engaños por el que transitan, y mucho menos tomarán en cuenta los reclamos y legítimos deseos de los aficionados, razón por lo cual consideraría muy apropiado enmendar o modificar varias palabras del refrán que anteriormente apunte, formulándolo así; “Árbol que crece torcido… cortarlo desde su raíz”.

Finalmente, deberemos aceptar que nuestro incomparable y hermoso Espectáculo Taurino, únicamente retomará su camino auténtico y de dignidad cuando desaparezca toda la carga de incoherencias, anomalías y atropellos que lo vienen oprimiendo. Es incuestionable y obvio que son estos los legítimos deseos y la voluntad de los verdaderos  aficionados a la “Fiesta del TORO Bravo” en cada año que inicia.

Pero, ¿y cómo podrán lograrse? Es obvio y sin muchos rodeos: solamente acatando la única fórmula infalible, la presencia en todos los ruedos de su Majestad, El Toro Bravo.

Publicado en El Informador

 

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