Bilbao: Cuernos entre tinieblas

Por Andrés Duque Alfonso

CONVIENE abordar de una vez por todas el análisis de las distintas responsabilidades porque, llegado a este momento tardío, la amenaza de llorar su muerte representa para la plaza de toros bilbaina el principio del fin, luctuoso, por mor de la insuperable egolatría de cuatro sujetos inmersos en intereses personales y vanidades públicas conniventes tanto en la vulgar torpeza como en la cultura de la ignorancia.

Ya viene de atrás. Los toros en Bilbao corren el riesgo de la fractura total o de la autodestrucción bajo un diagnóstico increíblemente oscuro y con ostensibles expectativas de fracaso tanto en lo económico como en lo especialmente artístico, debido al desamor que a punto está de consumir la paciencia de la afición y la categoría de la plaza porque son muchas las tardes de desolados espacios vacíos, de flojos resultados en el juego de los toros, con exiguos triunfos por parte de los toreros cuando la ignorancia del presidente se confunde con el criterio. Sí, la plaza está enferma y a lo peor ya no tiene remedio. O, de haberlo, ha de cambiarse urgentemente el tratamiento, ya no valen los analgésicos, e intervenir con cirugía, aunque para eso haya que sustituir al equipo médico habitual, librando el paso a un médico de confianza antes de extender el certificado de defunción por síndrome de fatiga, que no de fatiga democrática ya que esa nunca existió por voluntad de un monopolio de mando, que no de hegemonía, arrumbado al fracaso desde el papanatismo más clamoroso cuando ahora ya es un enigma recuperar la buena salud y el sentido común. Vista Alegre está en lista de espera y no puede demorarse más la intervención.

El ocultismo con la falta de conexión hacia el aficionado han sido siempre una patente de corso en los tiempos de abundancia y, ahora, en los de penuria también, aunque desde hace seis años el declive progresivo tomara acentos preocupantes que han disipado el aura de triunfalismo del que siempre alardeaban con ridícula exageración los señores responsables, como si comprar cincuenta toros bravos y contratar 25 toreros para ocho días de corridas fuese una gesta, como si fuesen bienes escondidos de una mina… ¡Con la gorra!… ¡En un mercado excedente! Y se paga a un asesor técnico con un buen dinero cuando debía de ser al revés y cobrar por cederle la plaza. Es hora de adentrarse, por fin, en los caminos del laberinto para llegar al corazón cuando todo se ha tapado con la máscara del secreto y mal puede resultar beneficioso para una institución la política que ignora la racionalidad económica en un caso notorio de opacidad en la gestión pública, añadiendo el desamor hacia el cliente que consume y pasa por taquilla, merecedor que es de todos los respetos, llegando al punto de consumir su paciencia.

García Márquez decía de los habitantes de Macondo: “Han suspendido la razón y sucumbido a la fantasía de los poderes milagrosos”. Digamos que aquí “han sucumbido a los poderes y a los manejos de los taurinos profesionales”… que no son milagrosos precisamente. Y no han querido que nadie les agüe la fiesta ni interrumpa sushow que, desde el mito de la omnipotencia y ridícula presencia, consiste en viajar asiduamente por los predios de Iberia como si de reyes medievales se tratara dedicados a ojear los toros que han de lidiarse en Bilbao, convertidas sus vidas como ufana conquista de la corbata de seda y el traje italiano. Todo un sueño, que es una huida, a new way of life. Vivir rápido, como los señoritos de la franela, con una mano en el fino y la otra en la cadera, en los bares de la provincia de Cádiz, con la opulencia que rodea el nuevo capitalismo taurino, convertidos en gallitos pintureros que creen haber nacido en el tendido de sombra cuando, burla burlando, han descendido a los infiernos por el camino proceloso y a veces sórdido por el que los ha guiado el estilo deslumbrante del mundo profesional taurino, banal y chabacano en alguna parcela, cateto también, o pesado como el plomo cuando se dispara al aire.

Cuando ya es abrumadora la desaparición de abonados clásicos, desasosiega pensar que prevalece una rara sensación de rutina interesada que se alejó tanto de la cultura como de la comunicación y del marketing. 25 años haciendo lo mismo y con la misma gente. No son capaces. Carecen de ideas. Desconocen el mercado del diseño o de las artes visuales y no requieren la voz del aficionado en ningún foro relativo a la explotación de la plaza, a su futuro, a la confección de sus carteles. Y se olvidan de los jóvenes. Si las cosas no van bien, ¿porque hacemos lo mismo con los mismos? Desde el sentido común esto es una involución. Y en los últimos siete años se han perdido más del 50% de los espectadores, al ras de las pérdidas, parcelada la gestión como si fuese una finca rústica por un asesor técnico cuyo alquiler es un alarde infructuoso, innecesario y caro como responsable principal y connivencia compartida del fracaso. Transcribimos literalmente parte del acuerdo firmado con La Junta Administrativa de la plaza: “La sociedad Martínez Flamarique, S. A. también participa en la gerencia y por contrato tiene derecho a unos honorarios del 15% de los resultados positivos de todos los acontecimientos, que en el ejercicio (2015) estos han ascendido a 147.355,58 euros. Y en ejercicio (2014) estos ascendieron a 174.721,81 euros”.

Buen negocio este de comprar toros y contratar toreros sin riesgo a perder, en combinación añadida con otras plazas que explota porque para los cuatro del equipo que controlan el asunto lo más bonito es viajar asiduamente en la compañía de aquel, a ver si los toros han puesto alguna arroba más o les han crecido las astas y tintinear después el hielo abrazados a la cintura del vaso de gin-tonic en un glamuroso bar de copas;como pintoresca resulta la pirueta bipolar sorpresiva de ver a uno de estos personajes de la Junta Administrativa fotografiado en portada de un periódico frente a la puerta de unos grandes almacenes de Bilbao, por la mañana, piqueteando una huelga obrera y por la tarde aparecer en las cámaras de televisión en directo fumándose un puro en la barrera de sombra más chic de la plaza de toros de Madrid, como la Ava Gardner que ocupaba idénticas localidades de barrera, siempre con la cabeza alta, glamurosa, también con su habano y lista para ser fotografiada en el brindis que le ofreciera Luis Miguel Dominguín. No es de recibo hacerse notar así tanto en otros cosos como en la bullaranga de los callejones porque, tratándose de entidad pública, como de cualquier empresa privada, se hace necesario las formas y el rubor que exigen cargos de esta naturaleza. A diferencia de los señores de la Casa de Misericordia de Iruñea (La Meca) por ejemplo, paradigma de la discreción cuando, confundidos entre las gentes de los tendidos de pago de las plazas que visitan, muestran el señorío de la gestión independiente a sabiendas de que una empresa viene a ser lo que son sus directivos que la representan.

Estos señores de la Junta Administrativa de Bilbao no reniegan del choperismo más devoto ni son capaces de cruzar el río por sí solos al padecer la enfermedad de la ignorancia, que vuelve osados a quienes la padecen, por lo que la forma más elegante y rentable de hacer la gestión sería sacar la plaza a concurso público con pliego de condiciones y dar acceso a cualquier empresario, incluida la empresa Martínez Flamarique, S. A. (Chopera) –asociada, ahora, al socorro de un capitalista mexicano- antes de que la plaza se vaya al garete definitivamente porque el verdadero equilibrio de intereses para la plaza de toros y su afición no necesita de grandes ideas rompedoras ni de consejeros de alquiler. Miremos a Pamplona, Azpeitia, Zestoa (este año se han cumplido los 350 con funciones de toros), Santander… Vayan a Madrid, plagada de chicos y chicas jóvenes y donde durante treinta días seguidos se sientan 24.000 espectadores. Vean los círculos concéntricos de la plaza convertidos en salas culturales, hervideros de conferencias, presentaciones de libros, documentales, debates, exposiciones ¡Un gentío! Desde el Club Taurino de Londres al de Milán, Chicago o Borussia. Desde Vargas Llosa a Botero… Y con solo mirar a Francia tenemos el ejemplo perfecto: todas las ciudades con tradición taurina han prescindido de nefastos asesores profesionales y se rigen por comisiones populares que atienden al aficionado todo el año hasta conseguir llenar las plazas con afición culta e interesada porque el valor social y económico de la tauromaquia es pertinente para los grupos sociales, minoritarios o no, como arte declarado en la República, Bien Cultural Inmaterial por la Unesco.

Aquí -en Bilbao- está tardando mucho en levantarse la niebla. Los cuernos están entre tinieblas desde hace 25 años. Llevan 25 años vendiendo su moto, la misma moto que ya no compra nadie y la labor de resurrección, aunque a base de rigor y conocimiento, ya no será un camino de rosas. ¡Ah! Con todo, ¡cuidado! Hay mucho zorro, trepas, figurones, que harían buenos a los que están, esperando a que el cuervo suelte el queso.

Fuente: Deia

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