Por Virtud de Emperador – Concierto a Plenitud de Enrique Ponce.

El cambio de mano en plena puerta de toriles de Ponce a
El cambio de mano en plena puerta de toriles de Enrique Ponce a “Venadito”, le cortaría dos orejas. FOTO: Tadeo Alcina Rivera.

En una época de dudas, de crítica, y cómo no, a todo el establecimiento taurino, donde reina la triste desesperanza sobre el futuro, solo la cultura y el arte pueden venir a dar la “eterna primavera” que decía sobre el arte Valle Inclán. Justo cuando más se duda incluso de su gran historia en la propia Plaza México, el Emperador del Toreo, Enrique Ponce Martínez, ha triunfado y dado la cara con una espléndida corrida, por su trapío y emoción, de Fernando de la Mora que se redime a sí misma, fundamentalmente, por su seriedad y juego. He aquí pues los hechos del paso imperial de Ponce y de la despedida zotoluquista en la Plaza México.

Por: Luis Eduardo Maya Lora – De SOL Y SOMBRA. Plaza México.

Se crece la corrida de Fernando de la Mora. Y lo hace en el momento más necesario.

De su edad, algunos se anuncian con seis peligrosos años, no se duda. De su apariencia, algunos azucarados como los berrendos que abren y cierran festejo o los oscuros cárdenos que van del turno segundo al quinto, cabrá el recuerdo de algunas de nuestras mejores páginas de aficionados taurinos.

Memoria, decía Carlos Fuentes, es nuestro pasado.

Deseo es nuestro futuro, proseguiría aquel “Niño sin Fiesta”

Y lo grande de la corrida ocurre en dos turnos para la historia. Porque la despedida de “Zotoluco”, como ocurrió en Aguascalientes con la de Miguel Espinosa “Armillita” hace casi doce años, será recordada por el paso y el sometimiento que Enrique Ponce realiza, con imperio sin par, de las condiciones de su lote y de la sublimación de las emociones en el público.

La despedida ocurre en un momento bajo del diestro que se va, no nos habría gustado que fuera así.

Sin entenderse ante el zambombo berrendo en negro que abre plaza y que rebana y cabecea enganchando, como no debería ser, al diestro que se despide, “Zotoluco” se da a pinchar su primera intervención y, ante el muy serio y bravo tercero, alto y digno de La México, muy imponente y astifino, trata sinceramente e incluso por un momento parece trazar el camino de ligar por abajo con la derecha pero no hay más. No alcanza a caminar por el camino que él mismo, con los doblones, allana.

Pena grande, este tercero, el más bravo del encierro, ataca firme el puyazo trasero, bien citado y de despedida igualmente, de Ignacio Meléndez, crece en banderillas, se recuesta y toma largo la embestida por el lado derecho, regodea con fuerza al natural y solo exige, el toro bravo no negocia, impone, que la muleta esté puesta. Solo está puesta la voluntad, no la realización.

Una estocada muy bien colocada pone en la mano la oreja.

Único momento taurinamente feliz para “Zotoluco

Adiós a “Zotoluco” el momento de la despedida acompañado por sus hijos. FOTO: Plaza México.

Pues la emotiva y larga despedida, tras poco entenderse con el manso quinto, ocurre posterior al colosal despliegue, casi marcial y virtuoso pronunciamiento del valenciano. Enrique Ponce enfrenta al oscuro cárdeno segundo, armónico pero serio, poderoso en su protestona embestida y dispuesto a embestir solo si es convencido en una sujeción al ritmo que palpa Enrique en las primeras verónicas y que mantiene en el verticalísimo remate para que, tras breve puyazo, prolonga y detiene ralentizando la chicuelina.

Un canto al arte, con tal relajo que permite al toro tirar a la querencia.

Por ello, Ponce, al sentir la protesta que lastima la rebolera, no se queda con las ganas y, más importante aun, no permite que le impongan sino que dicta los términos a seguir y sobre el mismo pitón, el izquierdo, gira hacia los medios tras el lance para, ahora sí, completo y limpio, rematar haciendo ver que el toro, teniendo posibilidades no es, ni por mucho, sencillo.

Como debe y tiene que ser la tauromaquia.

Emoción plena.

El inicio alternado y por bajo abre la primera parte de una faena de amplitud de trazo con un toro que, por su edad, reacciona pidiendo ser convencido y Ponce, de sobra inteligente, arrebatador por poderoso y soberbio como artista, extiende su valor y quietud que son la clave para, tras derechazos, aguantar el parón, consumar el cambio de mano, sin echar abajo en ningún momento las posibilidades del toro, pese a sus probaturas en los derechazos y en los cambios de mano por abajo.

Las tandas requieren ese extra del torero, toque a tiempo y correr la mano dejando la muleta al frente con la sensación de que su ritmo y verticalidad, más que subrayada en la relajación y la posición de sus hombros siempre hacia atrás, trazan el camino que emociona al público y que logran al toro mejorar. Porque éste, “Venadito” nombrado, tiende a la querencia y, con sus cabezazos, a estropear el toreo al natural.

Pero para Ponce parece no haber imposibles.

Así, tras vitolina liga, casi eslabonando una tanda donde en definitiva se impone al cárdeno, en redondo, sin la mínima duda en el torero ante las dudas propias del toro que le mira y puntea, Enrique extiende el muletazo al borde de exprimir la embestida y romper la voluntad del astado de intentar deslucir. Y si ha sido todo por el lado derecho, la pincelada de la doble poncina con dos cambios de mano, monumentales, por bajo rinden al público y vencen al cárdeno que ya canta al toril, por el lado izquierdo.

Y el de pecho, entero, rotundo y clásico.

De cartel. De sinfonía.

El espadazo, en lo alto y al volapié, en la suerte contraria, sería el único al primer viaje del valenciano. Le otorgan las dos orejas a Enrique Ponce por parte de un Juez que no muestra, de forma, ser autoridad, que le gana la pasión, aplaude incluso frenético y que suelta el Arrastre Lento confundido por la movilidad. En fin, tan emocionado está que no da tiempo a que la petición se mostrara.

Es lo de menos.

Recuerdo la famosa reseña de la crítica inglesa sobre la fascinante capacidad del chileno Claudio Arrau para desplegar un amplísimo repertorio de música de cámara en el piano: “Ningún pianista viviente supera el amplio estilo de Arrau que es suficientemente flexible para acomodar los extremos musicales.” Y en el caso de Ponce, paralelismo con Arrau, ha sido capaz de entender, desplegar una tauromaquia y triunfar con los más variados encastes, tal como Arrau en lo suyo.

Así tenemos que la corrida, que, insistimos, según el cartelón rayan algunos en los seis años, encuentra episodios tan dispares como el cuarto de la tarde. Que tumba a la cabalgadura de la querencia tras no emplearse de salida y que ataca al caballo de la contraquerencia previa brega del propio Enrique que camina de espaldas al toro sometiéndolo, esos capotazos resultarían claves después.

Tras nuevo puyazo y cambiado el tercio, Ponce ordena, manda a las infanterías que obtienen llevar largo al burel.

Y es aquí cuando todo el poderío se despliega en los doblones bajo la Porra, tan claves en su paciencia, en su pasmosa quietud ante la probadura del astado, al que hace andar y recibir por bajo, repitiendo con emoción, la primera tanda derechista. Sin embargo, Enrique confía en el toro aun cuando orienta todo a los tableros y lentamente hacia la puerta de toriles.

Quizá la única mácula de todos sus planteamientos.

Pues este “Tumba Muros” en cuanto siente el toril lo busca y en tal cercanía ha estado Ponce, descifrando en aguas profundas, incluso, ultra profundas la condición mansa aunque encastada del toro y explorando dónde pueda subsistir el fondo más que oculto de bravura.

Así tenemos las dos tandas de naturales con los vuelos del engaño, abierto el compás, la ligazón total y los cambios de mano tras los derechazos y las vueltas contrarias, traen nuevos pases naturales tras magnífico cambio de mano por la espalda y, pese a un intento de brinco al callejón, huyendo en derrota ante la imposición del torero, nuevos derechazos genuflexos, en variación formidable y exquisita, que traen la locura del coro.

Que a cada movimiento del solista, el coro del tendido se torna como una gran orquesta.

Con respuesta a cada afirmación.

Como si de un gran concierto para piano y orquesta se tratara.

Luego los doblones sensacionales, como en aquel mano a mano con Manolo Mejía al toro de Mimiahuapam en ’94, de emoción plena que a cada pase, como el cambio de mano abajo que parece no llegar, por ejemplo, pero que brinda el olé en canto del corazón, misterioso y claridoso, fulgurante de arte mayor.

Solo el pinchazo, los avisos indiscriminados y el descabello tardío rompen la imperial fantasía.

No la entrega de un público que, si bien despediría y respetaría a “Zotoluco” en el siguiente turno, hace que Ponce dé la más sentida y entregada vuelta al ruedo que se pueda recordar. Luego, entre el viento y su propia insistencia, no alcanzaría a solventar el incómodo cabeceo y molesta tozudez del sexto, precioso berrendo sin mayor historia.

Trae la corrida emociones, pasiones y el reencuentro del diletante con su gusto taurino.

Un gusto real traído por un toro mejor, en todo sentido.

Qué importa su condición, si es lo único que no se puede controlar del todo.

Para eso está el toreo.

Decía Claudio Arrau que Beethoven escribía sus conciertos confrontando en su movimientos una serie de luchas espirituales pero, al final, la lucha resultaba en un triunfo de su espíritu. Esa majestad que siempre tiene el triunfo, el don, la virtud de, a través de su arte, descubrir las condiciones de un toro, confrontar la bravura y la mansedumbre para incondicionadamente triunfar.

Y triunfante es para la historia “El Emperador” de Beethoven por Arrau.

Más en aquella Catedral de Santiago, cuando regresó a su patria para, majestuoso, elevar a los más sagrados altares al genio alemán.

Y para la historia, en la despedida de un torero en La México, el despliegue entronizado en otra Catedral de otro Emperador… que soñamos con que nunca se vaya.

Por virtud artística, por el privilegio imperial de Enrique Ponce y la majestad de su corte.

Que así por el resto de los años siempre sea.

Texto: @CaballoNegroII.

RESUMEN DEL FESTEJO.

Plaza México. Temporada Grande 2016-2017. Sábado, Febrero 4 de 2017. Décima Tercera de Derecho de Apartado y Primer Festejo del LXXI Aniversario de la Monumental. Dos Tercios de Plaza en tarde agradable hasta la lidia del sexto en donde sopla mucho el viento molestando el conjunto de la lidia. Mala iluminación de la Plaza pese a nuevos reflectores.

6 Toros 6 de Fernando de la Mora (Divisa Amarillo y Blanco) Seria y con edad, tercero y cuarto anunciados antirreglamentariamente con seis años; un poco menos serios los lidiados en primero y último turnos, berrendos en cárdeno ambos: muy retacado el primero aunque con voluntad para embestir y violento el sexto, protestando siempre cabeceando la muleta; muy serio el lidiado en tercer lugar el más bravo de la corrida y armónicos los lidiados en segundo y quinto turno, destaca el segundo, nombrado “Venadito” que pese a protestar termina injustamente homenajeado con el Arrastre Lento. Manso encastado el cuarto de nombre “Tumba Muros” recibe dos varas y tumba en la querencia durante la primera, en el último tercio intenta brincar al callejón.

Mal la Autoridad al ordenar el homenaje mencionado y al no expresar correctamente la premiación a los espadas.

Eulalio López “El Zotoluco” (Sangre de Toro y Oro) que se despide de la profesión, Saludos, Oreja y Vuelta tras Aviso. Enrique Ponce (Habano y Oro) Dos Orejas, Aclamadísima Vuelta tras dos Avisos y Palmas.

Ambos espadas salieron a hombros.

El primer espada se despidió en multitudinaria ceremonia tanto al inicio del festejo como al momento de retirarse el añadido, tras lidiar al cárdeno oscuro “Toda Una Historia” de la ganadería titular.

Tras picar lucidamente al tercero y ser ovacionado el picador potosino Ignacio Meléndez dijo adiós a la profesión sin dar una merecida vuelta al ruedo. Destaca a la brega Edmundo Navarro con el cuarto. Saluda tras banderillear al tercero Christian Sánchez.

img_6376La magistral cadencia del imperio de Enrique Ponce se recrea toda en este derechazo al segundo de la tarde. FOTO: Emilio Méndez. SuerteMatador.com

Para acompañar la crónica…

De “Emperador” a “Emperador”, dejamos el celebérrimo Concierto de Claudio Arrau en la Catedral Metropolitana de Santiago de Chile en 1984, el Tercer Movimiento del Concierto para piano y orquesta No. 5 en mi bemol mayor, “El Emperador” de Ludwing Van Beethoven

Una respuesta a “Por Virtud de Emperador – Concierto a Plenitud de Enrique Ponce.”

  1. Creo que lo que se pueda decir de lo vivido el Sábado en La México con Enrique Ponce es poco, los sentimientos y emociones que despertó no es posible describirlos con palabras. Fernando de la Mora se le da a Ponce como en aquel memorable rabo en La México, y , como bien se apunta, la crónica de un mano a mano disparejo entre una figura del toreo mundial en plenitud de experiencia y mando con una gran temporada detrás, y Zotoluco que se despide como Miguel Espinoza Armillita, con muy poco que decir taurinamente hablando. Coincido en que faltó el homenaje al picador. Una tarde histórica y memorable, la segunda faena de Ponce era de rabo pero no por su falla con la espada deja de ser emotiva y de mérito, júbilo y palmas justas a la entrega, valor y mando mostrado. Buena crónica. Saludos Lic. Maya.

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