Paco Ureña: «Me juego la vida por amor al toro. Ni por el dinero ni por la fama.»

UREÑA.El matador murciano fue el triunfador de la pasada Feria de Julio de Valencia. / SASHA GUSOV.

El diestro murciano, triunfador oficial de la Feria de Julio, volvió de la enfermería para abrazar el éxito.

Por JOSÉ LUIS BENLLOCH.

¿Si dividimos a los toreros entre artistas y valientes, qué papel te toca?

-Yo no renuncio a nada.

-Artista y valiente es mucho.

-No sé. Yo soy un torero pasional.

-Me vale la respuesta. Habla quedo, como si le susurrase a la santa providencia. Lo entiendo. La necesita.

-Pero no creas que soy un loco en la plaza. Yo me la juego, pero tengo cabeza.

-¿Por qué se juega un hombre la vida?

-Por amor al toro.

-Paco, joder, eso es música.

-Eso es verdad. Tú me conoces. Yo no vendo ninguna moto. No hablo por hablar ni soy un falso. No me la juego ni por el dinero ni por la fama. Lo que sentí en Valencia es único y eso se lo debo al toro. Así que le correspondo, debo corresponderle.

-¿A costa de la vida?

-A costa de lo que sea. Mi suerte es poderlo compartir con los aficionados como ese día. Tú viste cómo me gritaban ¡torero, torero!

Por eso estamos aquí. Para entender a un tío diferente, alguien capaz de cambiar la vida por un clamor.

-Ves.

Es Ureña, Paco. Emergió en la arena esta feria como el huracán que todo lo arrasa. Sin frenos y sin límites. La vida o la gloria. Y se fue de Valencia siendo el triunfador de la Feria, con la vida y con la gloria. Las barreras del sistema hechas añicos. La atonía del conformismo borrada. El buen juicio del presidente de la plaza transmutado en pato, un pato en un garaje. 

Todo en apenas diez minutos. En lo taurino fue la tormenta perfecta. Tardará en olvidarse tarde de tanta emoción. Ureña, revestido de héroe, apostó a la grande y puso a prueba la resistencia cardiaca, la propia y la ajena. Tiempo habrá para pedirle, si es que son necesarias, delicatesses estilistas. 

No tiene pedigrí taurino, ni apellidos ilustres ni hacienda ni padrinos a su disposición. Una figura seca, quijotesca y un rictus de seriedad en el rostro escoltan las cicatrices de su sufrimiento original y le hacen habitar en las antípodas del cuché. Melancólico, lejano y cálido a la vez, despierta primero curiosidad y todo seguido admiración. 

¿De dónde sale este tipo?… te preguntas, ¿Siente, padece?…

-Claro que siento. Y vengo de la huerta, de La Escucha, una pedanía de Lorca.

Allí, me cuenta, su familia le saca el jugo a un cachito de tierra: tomates, sandías, brócoli, unas cuantas ovejas…

-Somos lo que se entiende por unos campesinos. No es que tengamos fincas ni nada de eso.

Él mismo trabajó los terrones de la tierra, asegura a la vez que me extiende las manos para que compruebe las señales de tan honroso oficio. No le apetece que desaparezcan las huellas, dice que le ayudan en la plaza, que le recuerdan de dónde viene.

-Allí aprendí a ser buena persona, a saber que no puedes nunca dejar de trabajar, que nada es fácil. Mis manos, mi cuerpo y mi mente me recuerdan todos los días de dónde vengo.

Trabajó hasta que se fue de casa para ser torero y ahora mismo cuando vuelve ayuda en lo que puede, aunque felizmente, en temporada, cada día va menos por las tierricas de La Escucha.

-Escuchándote puedo entender que te fuiste a ser torero para no currar.

-Pues en parte sí, porque el trabajo del campo es muy duro. Pero me fui sobre todo por vocación. Desde chico me atraía el toro. No había nada que me despertase más ilusión ni más amor, ya te lo he dicho. Lo deseaba con toda mi alma.

-Amor, amor… Dicen que a los hombres se les puede conquistar por el estómago, pero también por la cartera. Se es torero por la pasta.

-Hay algo más. Si fuese sólo por la pasta habría muchos toreros en estos tiempos de tanto paro.

No había antecedentes taurinos en su familia. Ni siquiera aficionados pero un buen día puso la tele, eran los tiempos de José Tomás, y se quedó prendado de tal manera que se dijo «Seré torero; yo, torero» y en ello está, torero de cocción lenta que acaba de alcanzar el reto de las principales ferias.

-Ha sido un camino largo, durísimo, pero ahora tengo el privilegio de poder mirar a los ojos a los toros en las plazas más importantes del mundo.

Es torero contra la voluntad inicial de su familia. Su padre apenas va a verle. No puede dejar sus campos, que necesitan de la mirada y cuido diario y además cuando va sufre lo suyo. Paco tiene grabado en el alma el día que hizo la maleta para comenzar la aventura del toreo. Tenía quince años y quería irse a Medina Sidonia en busca de tentaderos. «Si no me quieres llevar a la estación, ya me las arreglaré yo», le dijo a su progenitor, que no acababa de entender aquella decisión pero acabó aceptando con un seco ¡sube! a la vez que le abría la portezuela del auto.

-Ese día no lo olvidaré. Fue la primera vez que vi llorar a mi padre. Desde que dije que me iba, mi casa era un caos. Así que hice la maleta y la escondí hasta el último momento. Cuando monté en el autobús lloró. Sí, sí, él tan duro, tan hombre, lloró.

Un tractor para el padre

Durante mucho tiempo trabajaba y con los ahorrillos seguía buscando tentaderos. Fue esforzado novillero, tomó la alternativa pero nada parecía que le aclarase el camino. Ni dinero ni contratos. Hasta que siete años después, en el ferragosto madrileño, pudo confirmar la alternativa, una oreja, una vuelta al ruedo y una ventana abierta al futuro comenzó a darle vida. Ahora ya no viaja en bus, tiene un coche de última generación, se hospeda en hoteles de cinco estrellas, le hacen entrevistas y le sobran los tentaderos como aquellos que fue a buscar a Medina cual si fuesen un tesoro.

-Es verdad y lo agradezco, pero eso es parte de la profesión, lo trae el toro, pero en lo personal no ha cambiado nada. Te juro que soy igualmente feliz en un cincoestrellas y en una pensión.

¿Y tus padres?… ¿Él volvió a llorar?

-Ahora no lloran de pena. Durante un tiempo lloraron porque su hijo luchaba en un mundo que desconocían en el que no tenía oportunidades. Ahora si lloran es de felicidad. Verles felices es muy gratificante para mí.

-Le habrás hecho algún regalo al jefe.

-Todavía no.

-¡Cómo!

-Es que quiere un tractor. Ese es su sueño y yo no he ganado todavía lo suficiente. De momento compra Barreiros viejos en las chatarrerías y los pone a funcionar. Es su hobby, le gusta mucho.

A estas alturas le debes comprar uno con aire acondicionado y una finca bien grande para que no tenga que maniobrar mucho.

-Eso quisiera, pero habrá que esperar. Aún queda para eso.

-¿Qué significa el dinero para ti?

-Es importante porque da estabilidad. Te permite no tener que estar pendiente de poder pagar las facturas. Yo no soy malgastoso pero sí me gustaría tener mi vida cubierta. Eso me daría respiro para seguir expresándome en la plaza más libremente.

Sin rencores

-¿En este tiempo en el toro, la gente del toro te ha tratado bien?

-El sistema es el que es. No es fácil y hubo momentos en que no me trataron bien. Pero hay que aceptarlo. Lo malo es cuando eres muy niño y amas tanto algo. En esas circunstancias hay desconsideraciones que duelen mucho.

En términos taurinos esas cosas generan tigres en la barriga, resentimientos.

-Antes sí se me removían mucho mis adentros, pero me di cuenta de que no me hacía bien. Incluso me mermaba para crecer como artista. Ahora lo acepto y sigo mi camino buscando la libertad total.

¿Guardas facturas personales de ese tiempo?

-Alguna tengo. No pienso cobrarlas, porque no soy rencoroso, pero sí enseñarlas, que sepan que las tengo. Será mi satisfacción. Están saldadas, pero no olvidadas.

-¿Cómo ves a los llamados figuras qué…?

-Que son figuras por algo, porque tienen un nivel muy alto pero también hay toreros con un potencial grande que están llegando con mucha fuerza y les van hacer esforzarse más aún.

-¿Tú en qué grupo te consideras, en el de las figuras o con los del potencial?

-Yo no soy figura, pero sí siento que la gente está conmigo.

O sea que vas a apretar a las figuras.

-Me voy a apretar a mi mismo. Eso es lo seguro, lo otro…

Eres muy serio.

-Parece de primeras, pero luego soy un tío simpático. Cuando estoy bien soy cachondo, gracioso. Lo que ocurre es que soy inestable. Ese es mi defecto. Por las situaciones que he pasado, por mi vida que ha sido muy dura tengo altibajos aunque ya eso lo tengo más controlado. He pasado por mucho… Pero mis pasiones personales son las que me hacen distinto, las que me pueden hacer grande.

-Tu gesto en ocasiones es de melancolía, si me permites.

-Y lo soy. Y también trabajo para no caer en una melancolía excesiva.

Te tendrás que blindar en la plaza.

-En la plaza intento ser yo. No quiero mirar a los lados, sólo entenderme con el toro. Cuando lo consigo, como en Valencia, sale mi toreo.

Quien te viese en Valencia, entrando y saliendo de la enfermería, recuperándote de aquel ‘knock out’ que te propinó el toro puede pensar que no conoces el miedo.

-Pues sí lo tengo. Viaja conmigo. Cómo no voy a tener miedo…

Pues lo tienes domesticado, o eso parece.

-Intento ser amigo de él. Tendré que convencerle a él y me tendré que convencer yo.

¿Más?

-Más.

Esa tarde te hubieses podido quedar dentro, había motivos médicos para hacerlo. Estaba justificado: traumatismos múltiples, es decir una paliza, perdida de la conciencia, la frente abierta, tres costillas rotas…

-Si me hubiese quedado dentro no hubiese sido yo.

Claro.

Publicado en Las Provincias 

Una respuesta a “Paco Ureña: «Me juego la vida por amor al toro. Ni por el dinero ni por la fama.»”

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