Solo para Villamelones: El auténtico toro de lidia está en crisis.

El Juli ante un Teófilo. Foto Plaza México.

Y el próximo tres de diciembre regresa con otros tres toros el hierro de Teófilo Gómez, aunque usted no lo crea – De SOL y SOMBRA.

Por Manuel Naredo.

Me resisto a pensar que toros así, como los que salieron por la puerta de toriles el domingo anterior en la primera corrida de la temporada grande en La México, sean lo que los toreros actuales deban lidiar en nuestro país. Me resisto a atemperar esa sensación interna que me lleva a pensar que el auténtico toro de lidia está en crisis. Animales pastueños, sin sensación de peligro, que pasan en lugar de embestir y para los que, casi obligadamente, se tiene que eludir la suerte elemental de varas; reses que acaso tienen un largo recorrido, pero nula trasmisión.

Me resisto, en fin, a que el toreo tenga que conformarse con regocijarse con esos largos, templados, enormes muletazos de El Juli en dos de sus tres faenas de esa tarde, a cambio de omitir la auténtica bravura del toro, de olvidarse de ese estado de alerta que caracteriza a un espectáculo tan complejo y apasionante, de resignarse a considerar el segundo tercio como un mero trámite de la lidia.

Y es que pocos podrán negar, y lo harán sin muchos fundamentos, que el toreo de Julián López en esta corrida inaugural careció de calidad; nada más remoto a ello. El joven maestro de Tauromaquia ejerció su oficio con inmaculado poder, con sobrado conocimiento de las circunstancias, de los tiempos y las distancias, y con evidente dominio de las suertes que ejecutó.

Pero faltó lo esencial: el auténtico toro; aquel que pone a prueba la maestría, le da sentido a la lidia, fortaleza a la Fiesta y sabor a los olés.

Tanto se ha ido buscando al toro a modo, el que deje hacer al torero, el que vaya y venga lo más tersamente posible, el que derroche nobleza, el que se distancie lo más posible de crear dificultades y peligro, que en el intento pareciera que, poco a poco, se lo están acabando.

Algo tendría que hacer ya, reflexiono, el campo bravo mexicano si quiere mantener ese título. De otra suerte, de continuar con la crianza de estas reses que distan mucho de trasmitir peligro, tendría que ir renunciando a su propio título. Habría que llamarle entonces, para ser justos con el nombre, campo noble, o campo dulce.

No es restarle méritos a El Juli -le vimos dos excelentes faenas mal coronadas con una suerte suprema viciada-, es tan sólo atreverse a decir que los del domingo, como lamentablemente la gran mayoría de las reses que vemos hoy lidiar en nuestras plazas, no pueden considerarse toros bravos.

Publicado en El Diario de Querétaro 

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