Álvaro Domecq Romero, rejoneador: “Ahora se hace un mismo toreo y eso aburre”

Los Cuatro Jinetes del Apoteosis en el encuentro de noviembre en Portugal. De izquierda a derecha, Rafael Peralta, José Samuel Lupi, Álvaro Domecq y Ángel Peralta. Fuente: angloarabe.net.

Por Raquel Benjumeda.

El jerezano recuerda por qué fueron apoteósicos los Cuatro Jinetes del Apoteosis hace cuatro décadas: “Hacíamos cosas distintas delante de toros de distintos encastes, muy bravos y violentos”

Recuerda el rejoneador Álvaro Domecq Romero (Jerez, 1940) que cuando empezó a ganar dinero ganaba 25 mil pesetas por corrida de rejones en Portugal. Tres meses después, la tarde daba para 100 mil pelas. Entonces, los toros eran distintos: había toros que iban por derecho y toros que iban por delante. Toros que cooperaban y toros violentos. Toros bonitos y toros feos. Que los rejoneadores hacían cosas diferentes y radicales delante de la cara del toro. Compara y concluye: “Ahora los jinetes parecen iguales y los toros han perdido encastes”. Y que, por eso, “el público no va a la plaza”, evidencia el jinete más joven del Apoteosis en la finca Los Alburejos (Medina Sidnia, Cádiz). Son tres más: los hermanos Ángel y Rafael Peralta (Sevilla, 1926 y 1933) y José Samuel Lupi (Lisboa, 1931), creador del quiebro torero. Formaron cartel durante tres temporadas en los años siguientes a 1970. No había billetes.

Hace unos meses se vieron en Portugal, ¿cómo están todos? Bueno, Ángel está muy mayor y ha estado pachucho, así que ahora estoy más en contacto.

Díganos, ¿quién era el mejor de aquel cuarteto? Todos teníamos un buen cartel. Los hermanos Ángel y Rafael Peralta estaban muy puestos y el portugués José Samuel Lupi tuvo grandes caballos que pegaban unos quiebros que a la gente gustaban mucho. Éramos toreros muy diferentes, cada uno tenía su estilo y su toque de público. Fue un gran momento.

Valentía, técnica y creatividad: ¿eso fue lo relevante de esa etapa del rejoneo que se inició en Jerez? En Jerez se hizo un cartel con varios rejoneadores pero este se afianzó en Albacete. Al empresario, muy amigo mío, se lo propusimos y enseguida colgó el cartel No Hay illetes. Aquella fue una inyección para el toreo a caballo que duró tres años. Toreábamos todos los días con invasión de público. Había mucha competencia entre los cuatro y tuvimos que rechazar muchas corridas porque no teníamos una tarde libre. Personalmente, aprendí mucho en el rejoneo durante esa época. Se hacían muchas cosas delante del toro, había verdadera emoción. Y el hecho de torear cada día se notaba en los caballos, que estaban cada día mejores. Tenían asumido el trabajo diario y muchos de ellos salían a la plaza con verdadero espiritu del toreo a caballo.

¿Cómo era su toreo? Yo fui valiente, tenía mucha experiencia porque todos mis caballos venían de la doma de campo. Estaban sobre la mano y las piernas, disfrutaba en la suerte que cada caballo hacía y en la suerte del verdadero toreo. Tuve éxito y partidarios y cada uno de nosotros se esforzaba más en cada momento. Toreábamos solos y a dúo. Yo lo hacía con Lupi y las tardes eran vibrantes. Salíamos siempre con éxito.

¿Ha sentido que debía, al menos, igualar la figura de su padre? He sido muy distinto a él en el rejoneo. He rejoneado más veces y he tenido una competencia más dura. Mi padre fue un gran artista que me dejó los caballos y las yeguas en las que se ha basado mi toreo.

¿Es verdad lo de aquel torero que decía que los toros no tienen gracia y que por eso era tan serio el hombre cuando toreaba? Los toros de antes eran difíciles, de diferentes encastes. Unos buenos y otros más endebles que hacian vibrar el toreo porque había peligro. Se creaba un apoteosis en cada corrida y eso dio lugar a repetir casi todos los años en los mismos sitios y en otros nuevos.

¿Cuáles dan mayores glorias, los toros cómodos o los que se enfadan? El que más embiste y viene por su sitio te da más éxito pero he tenido tardes buenas con toros a los que no sabía cómo meterle mano porque su poder y su fuerza hacían temblar. Nunca se pensó en torear siempre el mismo encaste. Un día toreábamos vitorinos, que son difíciles; al día siguiente, miuras, y al otro, pabloromeros, que me encantaban porque tenían volúmen y emoción. Los otros me costaba más trabajo torearlos.

¿Los suyos, también? Los míos, también. Había tardes que estaban difíciles.

¿Y cuál es la estrategia en esa lidia? El toreo es improvisar y para eso hay que estar en el mejor momento físico. Una vez se quiso suspender una corrida porque había llovido mucho y estaba el albero muy mojado. Tuvimos discusiones para suspenderla. Yo no era el primero del cartel pero estaban el callejón y la plaza llena. La gente nos obligaba y yo dije: pues pa`lante. Y toreamos encharcados en agua.

Qué miedo. Ahí vas con dos miedos: con el miedo del toro y con el miedo de caerte porque había resbalones. Y hubo resbalones pero salíamos siempre pa’lante. El toro también resbalaba pero él se agarra mejor.

¿A qué caballos se encomendaba en los momentos difíciles? He tenido grandes caballos de mi sangre y de sangre de otros ganaderos de alrededor. Triunfo, Universo, Tiburón o Ufano, que se acercaba mucho al toro. Se me olvidan muchos. Caballos emocionantes que de potros no parecía que fueran a torear y que han sido grandes artistas. Opus ha sido uno de los más importantes de mi carrera. Era difícil y eléctrico, con un toque de público maravilloso. Yo ponía la torería y él, el espectaculo. Siempre me ganaba la partida del éxito. Los aplausos y los premios eran para él. En la Real Escuela teníamos un caballo tordo, ancho y fuerte que hacía un passage muy bonito. En esa época me hacía falta un caballo para el paseo y pedí que lo lleveran al campo para probarlo con una vaca. Cuando llegó no era el que yo había elegido pero ya que estaba allí lo monté y salí a darle una vuelta a la becerra. Fue uno de los mejores caballos que he tenido en el toreo. Se retiró conmigo en Jerez.

¿Quiénes son más fiables, las yeguas o los caballos? He tenido muy buenas yeguas toreando. Maravillosas todas que servían para los tres tercios. Son más habilidosas que los caballos. Mis sobrinos siguieron toreando con hijas de mis yeguas y veo que los rejoneadores actuales se han ocupado de mantener yeguas de donde sacar grandes caballos toreros. A veces tienen malas tardes pero mis experiencias con ellas han sido siempre buenas. Un sobrino nieto que está rejonenado tiene cuatro bisnietas de Espléndida que son muy toreras. Muy toreras.

¿Le duele la desaparición del rejoneo en la plaza de toros de Jerez? El toreo a caballo no está pasando su mejor momento. Se le da mucho bombo a los toreros y ha bajado el bombo que se le daba antes al toreo a caballo. Entre todos los que andamos en esta afición debemos empujar para que vuelva el prestigio. Falta público cada vez que voy a las plazas a ver los toros. Hay que cuidar más el toro, el torero debe dedicarse a torear todo tipo de encastes. Unos y otros salen a hacer un mismo toreo y cada torero tiene que ser distinto. Sabes cómo empieza y acaba la tarde de toros antes de entrar a la plaza. Nos hemos acostumbrado a hacer siempre lo mismo y eso aburre.

¿Le aburren ahora las corridas de toros? Cuando nosotros torébamaos lo hacíamos con un encaste distinto cada día, que parece que no… Hoy es de otra manera: es una sola línea y los toreros le tienen cogido el aire. Salian toros con diferente fama, unos muy bravos y otros muy incómodos. Toros con la cara arriba que daban con los hocicos en el momento de los pares de banderillas. Esos eran toros violentos. Aquellos años en los que veíamos una plaza cada día recuerdo estar siempre muy preocupado antes de cada corrida. Ha sido la mejor época del toreo a caballo.

¿Tenía el rejoneo detractores como ahora? Esto no es antitaurismo, el rejoneo siempre ha gustado en España. Ellos pueden meterse con quien quieran pero nosotros debemos dar un gran toreo y eso no pasa. Por eso, las plazas no se llenan. Al toreo a pie también le pasa. Hay que mejorar la visión del espectador.

Publicado en Horse Press

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