Bregando: Corazón de torero

Por Jaime Oaxaca.

Miguel Villanueva, Raúl Ponce de León y Rafaelillo, deben sentirse satisfechos, no sólo por su actuación en la corrida del pasado Sábado de Gloria en Tlaxcala en la que reaparecieron, sino por toda su trayectoria taurina.

Los tres diestros decidieron regresar a los ruedos, vestirse de luces y presentarse a actuar en público en una corrida de toros.

Probablemente sea el único festejo en la historia del toreo con tantos calendarios encima, entre los tres alternantes sumaron 207 años de edad y 143 de alternativa. Quedó claro que el corazón no envejece, es el cuero el que se arruga.

El corazón torero lo conservan intacto igual que sus modos, formas y porte, la manera de saludar en el tercio cobró categoría con los diestros. Abundantes o escasas, las cabelleras cárdenas y ensabanadas contrastaban con el añadido en color azabache.

Al respecto, Ponce el Bueno, como le puso Leonardo Páez, siempre se cachondeó del tema: nunca me corté la coleta… se me cayó sola.

El público respetuoso, entendió el esfuerzo y la torería de los diestros. No sólo había miedo en el ruedo y callejón, en el tendido se palpaba más de lo habitual, era visible que los toreros no se podían ir del toro con la facilidad de antes, era angustiante cualquier momento de apuro.

Tal sucedió con el segundo de la noche. Ponce logra una verónica y luego se le coló el burel, Raúl fue arrojado contra las tablas, el impacto se escuchó en toda la plaza, nos temíamos lo peor, el torero con golpes visibles en la cara, continuó su labor.

El morito tenía un lado izquierdo intocable. Ponce consiguió con la muleta una tanda riñonuda, peleando, sometiendo, imponiéndose; dos tandas más, manoletinas, estocada. El quinto, con mejor comportamiento, lo brindó a su esposa, nuevamente le echó valor con el trapo rojo, jalearon fuerte los espectadores. La estocada es baja, el juez se niega a soltar la oreja, pero ante la fuerte petición, con buen criterio, es concedida.

Villanueva estuvo bien con el percal, verónicas, chicuelinas y un remate primoroso, con la muleta mostró su forma de abaniquear y lidiar por la cara. Fue muy ovacionado.

Siempre tuve la intención que el texto de hoy tratara de la singular corrida, aunque no sabía cuál sería el título. Mientras Ponce paseaba la oreja del quinto, única que se había cortado, pensé que el título sería: Ora Ponciano. Así le dicen a Raúl Ponce de León, fue el grito de batalla de los aficionados a Ponciano Díaz, un torero de finales del siglo XIX.

Para el sexto Rafaelillo salió como león, hasta gaoneras realizó en el quite. Con la pañosa no se anduvo por las ramas y logró emocionar al respetable, estocada entera para obtener las dos peludas. Rafael Gil es de los pocos toreros que lo parecen, dentro y fuera del ruedo.

El primer objetivo de la tercia se cumplió, casi se llenó La Ranchero Aguilar. La plaza lucía bella, soberbia con su inseparable torre del ex convento de San Francisco construida en el siglo XVI.

Los toros de Felipe González y Tenopala fueron tre y tre, pero que quede claro que los seis, tuvieron más trapío que los que han presentados los empresarios, al menos, en las últimas siete ferias de Tlaxcala.

Dicen que es malo llegar a viejo, pero es peor no llegar a serlo. Medio siglo hizo evidente la diferencia entre las facultades y edades de los matadores con las del aspirante a subalterno Carlos Martell. El chaval tuvo una extraordinaria noche, taurinamente se llevó la ovación más fuerte, salió dos o tres veces al tercio.

Los espadas alguna vez tuvieron las facultades de Martell, ojalá dentro de 50 años el aspirante tenga el corazón con la ilusión intacta, tal como la tuvieron Villanueva, Ponce de León y Rafaelillo, tres hombres que poseen corazón de torero.

Publicado en El Popular

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