Así vio la prensa la actuación de Luis David Adame en Las Ventas

De SOL y SOMBRA – Luis Cuesta: Ombú no era un toro fácil, era un toro de triunfó, de esos que te dan, pero que también te pueden quitar del toreo.

Luis David Adame lo tenia claro desde que partió plaza y sabía que algunas veces las hechuras no mienten, quizás por eso desbordo ilusión con él jabonero de Juan Pedro Domecq y no desentonó ante un toro que era una maquina de embestir.

Falto quietud por momentos y quizás también faltó mando en la muleta de Luis David, pero sobro corazón y raza en el torero mexicano que se tiro a matar con mucha verdad y aunque dejo una estocada levemente caída, corto una oreja merecida de un toro qué para muchos era de dos.

Cuarenta y seis años después de la ultima puerta grande de Eloy Cavazos en Madrid, está sigue cerrada de momento para los toreros mexicanos.

El País – Antonio Lorca: Pero salió Ombú, un precioso toro jabonero, que empujó en el caballo, galopó en banderillas y llegó a la muleta con una movilidad y una clase excepcionales. No era un toro fiero, sino artista y nobilísimo, pero hondo y exigente en la muleta.

Luis David le cortó una oreja y se la ganó a pulso con entrega y pundonor. Lo recibió a la verónica, quitó por chicuelinas e inició el tercio final por estatuarios muy toreros, atornilladas las zapatillas en la arena, derecho como una vela y quieto como un poste. Ombú embistió largo y tendido, humilló y aguantó una faena larga con extrema bondad.

Luis David hizo lo que sabe y lo hizo bien con ilusión y fortaleza. No es un exquisito, pero se esforzó para estar al nivel de su oponente, objetivo harto difícil. Las tandas resultaron aceleradas, vistas y no vistas, y quedó la impresión de que el que mandó fue el toro, que repetía incansable una y otra vez. Espada en mano, se tiró sobre el morrillo y, aunque quedó caída, mereció la oreja por su encomiable decisión.

Quedaba la incógnita del sexto y la posibilidad de la puerta grande para el mexicano. Echó el resto, pero no pudo ser. Hizo un muy vistoso quite por zapopinas, volvió a brindar al respetable, inició la faena con un ceñido pase cambiado por la espalda, pero el toro desarrolló genio, acortó el viaje y deslució el sueño del muchacho.

El Mundo – Zabala de la Serna: Dormía la plaza en aquel sueño hasta que apareció Ombú. Qué nombre más rotundo para tanta belleza. Una pintura jabonera, un cromo de armonía veragüeña. El toro cincelado por Dios. Habitaba en su interior la bravura, la casta envuelta de calidad. De principio a fin con la boca cerrada. Ese tópico que se hacía verdad. La humillación cierta como el empleo en todas las suertes. Ombú en el caballo empujó con estilo y riñones. Como lo había hecho en el capote de Luis David Adame. En las templadas verónicas del saludo y en las arrebatadas chicuelinas de manos bajas, esa bravura de no hacer ruido. Deslizante y sedosa, sin una sola renuncia.

Adame brindó la ilusión al gentío. Ombú era una ilusión. Y se clavó LD por estatuarios. Sin rectificar un ápice las zapatillas. La resolución del pase del desprecio prendió de oles los tendidos. La primera tanda de derechazos sonó a ajuste. En las siguientes enganchó por delante la embestida dorada, la guió con largura, la sintió en la palma. Acinturado, encajado y ligado el mexicano. Tan seriecito y ordenado. Ombú viajaba en los flecos de la muleta, planeaba en modo avión. La faena tomaba cuerpo. Un molinete que nació con forma de trinchera y el pase de pecho cosido a ella, o a él, pegaron fuerte en el corazón de Madrid. Y, sin embargo, por la mano izquierda la cosa pasaba tibia. Ombú se daba igual pero los naturales no calaban con la misma intensidad. La clase del juampedro palpitaba. Luis David volvió a conectar con su diestra. Más seguro de su dote muletera. La arrucina trajo el eco de su tierra caliente. Otra vez el de pecho a la hombrera contraria como una bocanada de fuego. No quiso despedirse sin catar de nuevo la joya en su zurda. La ronda al natural de correcta propuesta, no más. El cierre fue un órdago a la grande. Por bernadinas ceñidas y, finalmente, con detalles de orfebre por bajo. Cuando agarró la espada, Ombú se cuadró con la fijeza de siempre. Unidas las manos incluso para la muerte. La boca cerrada a la espera del último aliento. Adame lo despenó con rectitud de vela. Una estocada cabal. Como la oreja. En el tránsito del arrastre al cielo de los grandes toros, Ombú provocó una ovación unánime.

No volvió la cara nunca Luis David con el grandón sexto. Con el hierro de Parladé. Un zamacuco basto. Que venía sin irse. Correoso. Bruto. Adame lo alegró por zapopinas sincronizadas. Y se la jugó con firmeza de hombre. Bragado y peleón. Un arrimón en toda regla. Madrid lo despidió con atronador reconocimiento.

Torodos- Barquerito: A pesar de ser corrida de abono se hizo sensible la presencia de un público no habitual. Como el de los domingos de San Isidro. Un público más impresionable. Cuando asomó el toro jabonero, muchos se quedaron con la boca abierta. La ovación cerrada en el arrastre fue unánime: los de los domingos y los de días de labor. Tirios y troyanos, toristas y no. Gran toro. Llevaba nombre exótico: Ombú. El árbol patrio de la Argentina. El árbol de la vasta Pampa malquerido de los gauchos pese a ser de mucha y buena sombra.

Pues este Ombú no paró de embestir, por una mano y la otra, de salida y en banderillas, en las rayas, en los medios y en el tercio también, y de hacerlo con un ritmo carísimo, descolgado a pesar de ser corto de cuello, humillando y repitiendo. No solo le entró a la gente por los ojos. Sino por que de verdad importa y toca el corazón.

Estar a la altura del toro sin demérito era más difícil de lo que pueda pensarse, porque el toro de carril no es necesariamente bravo. Aunque haya casos raros de bravura de carril, como la de este toro tan singular que fue protagonista de la corrida. Mejor dicho, coprotagonista, porque el menor de los hermanos Adame, Luis David, se echó adelante con una seguridad, un celo y un aplomo impropios de torero nuevo. Veinte añitos no más. Toreaba por primera vez en San Isidro como matador de alternativa -la confirmó el pasado otoño en el abono- y la cosa fue llegar y besar el santo, porque no perdonó ni un viaje, estuvo puesto sin vacilar -en la segunda raya, cuatro ceñidos estatuarios para abrir boca, cosidos con el natural y el de pecho- y no se anduvo con tiempos muertos ni pausas ni bromas.

Al platillo sin más, y ahí brotaron tres tandas en redondo, el toro en los vuelos bien traído, en línea o no, las tres ligadas muy en serio y bien abrochadas. El son de la faena bajó un poquito tras esa explosión primera. Hubo toreo con la zurda de quilates, pero no la tanda generosa que pone del revés el mundo. La última tanda en redondo fue más rehilada que ligada. Adame intercaló una arrucina de sorpresa y remató con ajustadas y apuradas bernadinas más aparatosas que precisas. Se fue tras la espada a reventar. Entera la estocada, tal vez algo atravesada, muerte lenta del toro. Casi las dos orejas, muchas banderas mexicanas y esa voz tan fiel que le pega un viva a Aguascalientes cada vez que torea uno de los Adame.

Con Luis David estuvo la gente hasta el último suspiro de la tarde, pero el sexto toro, del hierro de Parladé, negro zaino, acodado, levantado, fue la cruz de la moneda, se quedaba debajo, se revolvía y se defendía. Y no pudo ser completo el desenlace. Una versión feliz del quite del Zapopán después de picado el toro puso a la gente caliente. Y el remate de una serpentina, la primera de la feria.

Marca – Carlos Ilián: En tan pobre conjunto había sin embargo un tal Ombú, toro hondo y lustroso, soberbio en todo que dignificó su procedencia. Un toro de fijeza extraordinaria, de embestida por ambos pitones dejando un surco en el ruedo, templado, codicioso, de largo recorrido. Ujn toro para soñar el toreo. Enfrente se plantó el mexicano Luis David que nunca perdió la cara, que dentro de sus posibilidades estuvo a gusto, desde los estatuarios hasta los redondos muy ligados y los naturales desiguales. Era difícil estar a la altura del toro, pero el chaval mexicano, al menos, pasó con enorme dignidad ante semejante exigencia. Cortó una oreja. El toro era de rabo.

De Toros en Libertad – José Antonio del Moral: De la corrida de ayer, nos quedará la actuación del espada mexicano Luis David Adame, el segundo de los tres hermanos y, por lo que ayer pudimos apreciar, el más virtuoso de la familia azteca. Pronto será la máxima figura actual de los espadas mexicanos. Y si no, tiempo al tiempo. Ayer anduvo enorme por todos los conceptos con el toro ya mencionado y con el otro de su lote, peor en comportamiento, lo que no quitó un ápice de los grandes méritos que Luis David. De haber acertado pronto y bien con la espada con este sexto de la tarde, Luis David hubiera podido salir a hombros por la Puerta Grande de la primera plaza del mundo.

ABC – Andrés Amorós: Luis David, el segundo de los Adame, que brilló como novillero, lucha por abrirse paso como matador. Fue el triunfador en San Sebastián. Tiene condiciones, debe ir madurando. El tercero, un bonito jabonero, se llama «Ombú»: es el nombre del árbol patrio argentino; en guaraní, significa «bella sombra», porque es el único cobijo para los dulces sueños de los gauchos, en la pampa. (Curiosamente, se discute si es un árbol o una hierba grande: aunque llega a diez metros de alto, su tronco es medio hueco). Este «Ombú» da un juego excelente, aunque no le sobren las fuerzas; embiste con prontitud, alegría y nobleza. Luis David capotea vistoso; comienza por estatuarios, logra acoplarse en series buenas, llevándolo prendido a la muleta, muy lento; intercala una arrucina; las bernadinas finales son superfluas. Se vuelca, aunque la espada va al rincón: oreja. El sexto, de Parladé, más grande, da un juego distinto, transmite cierta emoción. Quita Luis David por zapopinas. Saluda Tomás López, en banderillas. Comienza la faena con un pase cambiado de escalofrío; se entrega, buscando redondear el éxito, pero el toro se queda cortísimo; a fuerza de tragar, saca algún muletazo.

Este segundo Adame se ha ganado el respeto de los aficionados. No debe abusar de los quites con el capote a la espalda (igual que Román): recuerden la belleza de la verónica… Ha tenido la fortuna de vivir un dulce sueño, a la sombra bella de un noble «Ombú».

La Razón- Patricia Navarro: Toro bravo, encastado y bueno, que exigía, porque tenía la embestida profunda y pedía que las cosas se le hicieran perfectas. Tuvo mérito todo, porque no era toro simplón sino importante. La faena se vivió con los tiempos templados, costó meterse en ella. De hecho, hubo que esperar a las bernardinas del final para que la cosa explosionara.

EFE – Paco Aguado: Esa solitaria oreja se antojó escaso premio no tanto a su voluntarioso trabajo sino en comparación con el aún mayor que el toro le puso en bandeja con la calidad, repetición y largo recorrido de sus embestidas, merecedoras de un toreo de más calado, hondura y reposo que el que encontraron en las manos del joven azteca.

El Español – Juan Diego Madueño: Inteligente Adame para no tirar demasiado, suave, templado; justo Ombú, con una embestida súper clase. Al natural no se confío Luis David en la primera tanda, se quedaba un poco debajo el toro. Había que llevarlo. Del gateo robó dos o tres. La arrucina elevó de nuevo la faena y ya mantuvo el vuelo hasta la siguiente tanda de naturales, esta vez sí, lo mejor.

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