San Isidro: Diego Ventura corta un rabo en una decisión de injusticia histórica

Por Carlos Ilián.

El 22 de mayo de 1972 Sebastián Palomo Linares cortó un rabo en la plaza de toros de Madrid. La concesión de dicho trofeo ocasionó la destitución fulminante del presidente de la corrida, José Antonio Pangüas. Cuarenta y seis años después se vuelve a cortar un rabo en Madrid, por parte del rejoneador Diego Ventura. Lo concede el señor Gonzalo de Villa, presidente de la corrida de ayer.

No sabemos si se repetirá la historia y se procede a la destitución, pero lo cierto es que la ligereza de conceder el máximo trofeo en Madrid (no pasan de seis los rabos cortados en toda la historia taurina de la capital de España) se parece mucho a una política de abaratar esta plaza, la primera del mundo, en busca de eso que los taurinos entienden como “una fiesta divertida y atractiva para las masas”.

Por encima de todo nos encontramos con una colosal injusticia histórica.

Ni Santiago Martín “El Viti”, ni Paco Camino, para quienes se pidió un rabo, ni la incipiente petición de este trofeo para José Tomás, pudieron lograrlo. Ni ellos ni tantas glorias del toreo de todos los tiempos y ahora un rejoneador, con todos mis respetos, lo consigue. ¡Que ofensa histórica!

Por supuesto que Diego Ventura ha tenido una actuación inmensa, la mas grande que recordamos del toreo a caballo en esta plaza. Mejor en el cuarto que en el toro del rabo. En dicho ejemplar hizo un toreo de alta escuela con sus caballos Importante y Remate. En el toro del rabo estuvo enorme en los quiebros, perfectos, y un par a dos manos sin cabezal, en su caballo Dólar, que puso la plaza del revés. En el sexto vuelve a bordarlo con Nazarí toreando al estribo y una exhibición de cortas al violín. Tarde cumbre. Sin duda. Pero el rabo sobraba.

Andy Cartagena, otra vez perfecto en la doma, estuvo espectacular y populista para lograr la puerta grande junto a Ventura. (Marca)

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Histórica; así ha sido la actuación de Diego Ventura en Las Ventas.

Por Antonio Lorca.

Dicho todo lo cual, es de justicia puntualizar algunos detalles.

El rejoneo actual carece del más mínimo sentido de la exigencia ni en el toro ni en la ejecución de las suertes. Los caballeros se aprovechan con descaro de la situación y lidian toros adormilados y desmochados como los de Los Espartales de este festejo, que, más que oponentes serios, parecían ositos de peluche. No hay enemigo en el rejoneo actual. El caballo y su doman ha sustituido al toro. Tampoco hay rigor en la hora de clavar rejoncillos, banderillas y rejón de muerte, y lo único importante en que queden prendidos en lo negro.

Así las cosas, el llamado arte del rejoneo está necesitado de una profunda renovación; de lo contrario, los hermosos pollos que le tiraron a Ventura en sus vueltas al ruedo serán los toros del mañana.

Andy Cartagena también salió a hombros. Tuvo el gesto de felicitar a su compañero por su clamoroso triunfo, y él se benefició de la alegría reinante.

Cartagena está en otro nivel, más cercano a los números circenses que al rejoneo de cierta calidad. Sus caballos destacan más por sus habilidades que por su torería. El caballero está muy pendiente de los aplausos del público, y es más espectacular que efectivo. Aun así templó bien a lomos de Picasso a su primero, pasó desapercibido en el tercero y se esmeró ante el quinto, más sereno y torero que en los dos anteriores.

Diego Ventura llegó a hombros de los partidarios hasta la calle de Alcalá, y la sensación reinante en que la plaza acababa de vivir una jornada irrepetible. Sin duda, y a pesar de todo. (El País)

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