Manuel Rodríguez, el novillero antisistema rechazado por Simón Casas: “El toreo se acaba, retírate”

Por Juan Diego Madueño.

El novillero malagueño Manuel Rodríguez viajó hace un mes hasta Madrid para encontrarse con la empresa de Las Ventas. Después de siete años sin vestirse de luces está obsesionado con una ganadería y la primera plaza del mundo. “Quiero matar la novillada de Saltillo”. Su contacto es Roberto Piles, un taurino francés. “Me dijo que estaba muy liado cuando me vio, ya me había dejado tirado la noche anterior”. En las oficinas de la plaza de toros apareció Simón Casas. El encuentro fue furioso, según cuenta.

–Vengo a matar la novillada de Saltillo –le dijo Manuel Rodríguez.

–Vienes pidiendo limosna. El toreo se acaba, retírate. No pierdas más el tiempo –le respondió a gritos Simón Casas.

Siempre según la versión del novillero, presenciaron la escena Florito, “que se quitó rápido del medio”, y el propio Roberto Piles, “que se quería morir”. El viaje a Madrid fue desesperado. “Llevaba 50 euros en la cartera y una navaja en el bolsillo. No me hace falta una pistola”. Manuel Rodríguez tiene ansia de la primera plaza del mundo. “Los novilleros con caballos estamos vendidos. No hay bolsines en España ni nada que nos ayude. ¿A qué got talent vamos? No voy a pagar por torear”.

“Simón Casas, eres el mesías”

Ahora, está anunciado en las novilladas de Calasparra. “Han pasado 2579 días desde la última vez”, señala. Las redes sociales han amplificado su búsqueda, con fotos en tentaderos y en pueblos perdidos. Durante todo este tiempo se ha redimido en la tapia de Saltillo. “Allí hay diez utreros preparados para Madrid”, explica. “¿No son festejos de promoción? ¿Entonces? ¿Tendremos que torearlos los que necesitamos la promoción, no? Los nombres que suenan son los de siempre”, dice con rabia.

El escándalo en las oficinas de Plaza 1 lo recuerda con tristeza. “‘Eres el mesías, tú eres el único que puede arreglar esto’, le dije a Simón Casas, que tenía momentos buenos y malos. Igual me daba un abrazo y me pedía perdón que se enfadaba y me echaba”, explica al otro lado del teléfono.

“Me pillas quitando gotelé”, descuelga. “Tengo que esperar a ver si el móvil suena dos veces por si me sale a cuenta lavarme las manos para cogerlo”. Habla como si hubiera vivido tres veces, igual que hace una década, cuando intentaba ser torero en la Escuela Taurina de Córdoba. En su cabeza hay una jungla espesísima de locura iluminada por algunos claros de brillantez. “Me fui de las oficinas pensando en hacer una tontería. No merece la pena. Se me pasaron muchas cosas por la mente. No le recomiendo a nadie estar en mi cabeza en esos momentos”, advierte. “¡No puedo ponerte!”, le gritó, según cuenta, Simón Casas. “¡Es una irresponsabilidad! Sé que te vas a jugar la vida”.

“Volvería a hacer huelga de hambre”

“Dicen que nací el 17 de enero de 1988. La verdad es que no me acuerdo”. La aventura de Manuel Rodríguez comenzó en Málaga, en la escuela de Fernando Cámara. Luego, desde Andújar se desplazaba a la plaza de toros de Córdoba cada martes y jueves. Lo ayudaba entonces un taurino de la zona, El Chuli, y dormía en una finca. Acumula anécdotas como un Cossío con piernas. Cuenta que una vez, durmiendo en un cajero, se le paró el corazón un segundo. Lo dice serio, como si realmente hubiera pasado.

Se enteró de la muerte de su madre esperando torear en una ganadería perdida en Sierra Morena. “No me apetece volver a casa. Con mi familia casi no hablo”. Los sicólogos le quitaron la idea del suicidio, que reapareció cuando salió sin contrato de Las Ventas el otro día. “Madrid es el clavo ardiendo. Si me ponen es con todas las consecuencias. Hay compañeros que han estado sin torear dos años y han entrado”. Joaquín Moreno Silva, el ganadero, ha intercedido por él pero –lógicamente– “no está en la posición de exigir”.

Manuel Rodríguez sigue viviendo en Jaén, tiene la cara afilada, la nuez dura en la garganta y la expresión cubierta de nostalgia. Huele a soledad. “Bueno, conocí a una mujer hace tiempo, un pecho donde agarrarme cuando estoy desvalido. A veces paro con ella”. Anda de puntillas, rebotándole el flequillo, y cuando se ríe parece mentira. Toreando de salón, los consejos le salían como sentencias. Lanzaba pitonazos a las espinillas y una vez le partió un capote nuevo a un compañero. Sus formas, su franqueza y querer ser el primero en los tentaderos le colocaron la banda de chalao –“el lolo ese”– en un sector que se desvive por encontrar a un antisistema y se asusta cuando aparece. La revolución de Roca Rey está encauzada.

Ya no tiene colchón. Vivió la vida pirata de la novillería pero la realidad siempre llega. “Lo mismo hago jornales que pinto, vendo coches o conduzco como chófer privado, pero legal. Soy autónomo. No me da para nada. Trabajo, trabajo y trabajo para sobrevivir”, confiesa. “Cuando coincido con los chavales en los tentaderos no salgo. Sólo si estoy solo o si hay una vaca complicada. A la buena la torea mi vecina Charo”, resume la relación que mantiene ahora con el toro tras desaparecer después de una novillada en Málaga, en la que entró porque se encadenó a la puertas de la Diputación. “Me tenían que poner. Haría otra vez huelga de hambre”.

“Estoy preparado para tomar la alternativa”

La ilusión la gastó el novillero y ha vuelto convertido en un montaraz de los pueblos y las talanqueras. “Me di cuenta: era mejor no pretender nada sino que surgiera”. Tiene sus propias técnicas para afrontar las capeas, donde le flota la afición. “Toreé un toro aprobado para Madrid. Voy con la mentalidad de no dar ni uno. Como me obsesione, pego un sainete”. ¿Por qué torear la de Saltillo? “Salí a una vaca de Alberto Lamelas el 17 de marzo de 2017”, relata como si leyera un tatuaje, “en ese momento decidí que tenía que ir a Madrid con la de Saltillo. No sé por qué. Es la más difícil, no la quiere nadie, pues ahí puedo entrar. Vale lo poco que se le haga”.

Recuperar un novillero parece misión imposible. “En todos los sitios piden dinero. Las novilladas de promoción en Las Ventas deben ser para gente que tenga o no garantías porque los novilleros con picadores no tenemos ninguna opción de salir. Los que han toreado dos o tres tardes en Madrid no necesitan promoción, porque llevan 20. Es al revés”.

Y cree que el sistema está descompensado. “Ahora te piden 25 novilladas picadas para tomar la alternativa. Eso servía en la época de Finito, cuando toreó 50 y ganó dinero. Ahora el problema está justo ahí. Siendo novillero estás fuera. Si en toda Andalucía se han dado 47. Además, quiero que me paguen, como los jornales del campo”. ¿Pero está preparado para tomar la alternativa? “Sí. ¿Por qué tengo que ir al examen cuando digan? Lo haré cuando considere. Hay erales más altos que el toro”. “El toro, el toro, el toro”, repite.

El teléfono no suena. Roberto Piles, contactado por este diario, dice que es “una irresponsabilidad anunciarlo. No ha toreado nada”. No está claro si finalmente Saltillo lidiará una novillada, aunque suena para septiembre. “Dos novilleros ya han dicho que no”, dice Manuel Rodríguez, que lo ha vuelto a intentar antes de estar anunciado en Calasparra, su última oportunidad. “Creo que no va a poder ser”, conduce camino de Palha. La voz suena lejana. “Como vuelva a Madrid va a ser para no volver. En las capeas estoy a gusto. Puedes arrancarte cuando quieras. Según están las cosas, José Monge Cruz no hubiera ganado Factor X ni Manuel Benítez El Cordobés pasaría las pruebas de las novilladas de Canal Sur”.

Publicado en El Español

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