El apabullante momento de Emilio de Justo

Todo torero tiene su momento. En sus manos está aprovechar las circunstancias para llegar, o al menos acercarse, a esas cotas soñadas en tentaderos, duros entrenamientos y noches de insomnio. El momento de Emilio de Justo ha llegado en 2018, tras once temporadas a sus espaldas donde los triunfos no llegaron y el olvido se cebó como en tantos y tantos diestros.

Pero la campaña del cacereño está siendo impecable y eso que aún tiene por delante cuatro tardes marcadas con la A del hierro de Victorino Martín.

Hacía el paseíllo desmonterado en la segunda de feria en Valladolid y acabó en volandas cruzando la Puerta Grande del viejo Coso de Zorrilla, acompañado del francés Juan Bautista, aunque con un triunfo de diferente dimensión y peso.

El poso de Emilio de Justo, su madurez sazonada con el paso de las temporadas y su exquisita elegancia con las telas hace que el cacereño sea un torero diferente,de esos que calan enseguida en las aficiones. En su primero, el que hacía segundo, Emilió aprovechó la buena clase de El del Pilar, aunque no lo mostró demasiado por el pitón izquierdo. Se había gustado en unas verónicas a pies juntos y con la franela construyó buenas series ligadas y toreras, siempre por el pitón derecho. La estocada por derecho remató un trasteo que valió un trofeo.

Pero salió el quinto y ahí cambió el rumbo de la tarde. Se lesionó el titular y por sobrero salió un tío. Mirabajo pesaba 573 kilos, bien armado y con un pitón derecho que era un filón de embestir. Recibió un buen puyazo y derribó al caballo. Emilio quitó por verónicas con el mismo gusto que ya lo había hecho en el saludo capotero. Y comenzó el lío: series largas, cadenciosas, con empaque, hondas y profundas; apostando al encastado sobrero. Muletazos largos, con el mentón encajado en el pecho, disfrutando y haciendo vibrar al público. Cada muletazo era una pintura y hubo series por las dos manos, aunque en la diestra se firmó lo más bello.

Abrochó la faena con ceñidas manoletinas, remates por bajo y un pase de pecho vaciando la embestida. El volapié fue de cartel y aunque hubo que descabellar los trofeos fueron tan justos como su apellido.

Publicado Tribuna Valladolid

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