RADAR TAURINO: Plaza México, Temporada Grande 2018-2019 – Vuelve la Enésima Esperanza.

En aguas de la polémica, con el numerado vendido, Enrique Ponce vuelve a La México tras el descalabro de Guadalajara.

Año nuevo taurino en la Plaza México. Y el veinte empresarial aun alcanza, pese a todo, para conformar un elenco discreto que, con sus bemoles, aun mantiene en pie el edificio taurino. Sin embargo, la innovación infructuosa, en lo formal y no en lo fundamental, la falta de transparencia, la poca idea taurina en la difusión y, principalmente, la autocomplacencia de la política taurina mexicana, resultan amenazas muy claras al desarrollo fundamental de un espectáculo que, más que nunca, debe prometer y concretar el asombro que devuelva la ilusión y que logre enganchar al que nunca se haya ilusionado.

Por: Luis Eduardo Maya LoraDe SOL Y SOMBRA.

Se perciben las réplicas del descalabro taurino de Guadalajara.

Lo ha sido no solo para Enrique Ponce y el partidarismo sino a la propia monarquía empresarial. Porque en menos de un año el régimen ha cooperado en echar a perder dos muy anticipadas y esperadas citas en el calendario mexicano: la vuelta del torero valenciano a Aguascalientes y Guadalajara, trece y dieciocho después, respectivamente.

Se echan a perder porque a la actual monarquía se le ha ido la torería y la inventiva. Es decir, el prestigio, poco ya, se está perdiendo en las tendencias y no en la esencia, por ello, ni todo el dinero alcanza para ser la gran empresa, para emprender la gesta con la historia de ser la entidad que devuelva y fomente el gusto por la tauromaquia.

Presumen de apropiamiento, carecen de entendimiento.

Porque con los sentimientos taurinos de la gente no se juega.

Cierto es que todos los planteamientos del régimen desde que se apoderó de La México se han basado en abaratar. Y no nos referimos a los costos, que a todas las empresas, incluso a las de talante en el capital, la cartera siempre duele, sino en los fundamentos taurinos: abaratar la crítica, la exigencia, la calidad del espectador y con ello aflojar las tensiones entre los actores. El convencimiento de la monarquía taurina mexicana se basa en la complacencia, no se basa en la fuerza empresarial que se supone la da el capital y el poder.

La empresa no manda, solo acompaña y, por ello, al no cuajar la posición de fortaleza, la cortedad de ideas taurinas le juega en contra pues si de mandar se tratara, la imposición, en el último de los momentos, no permitiría que fechas más señaladas fallara lo que no puede fallar en las empresas, el fundamento del toro.

De ahí tanto y tan repetidos estrellones.

Por ello no llega una taurina reconciliación.

Porque aunque el público, la masa mayoritaria de espectadores y minoritaria, tristemente, de afición, sin generalmente saber a profundidad, siente plenamente cuando las cosas no van por derecho y lo cobra. Y la empresa taurina actualmente dejan de ver que la gente quiere que se haga valer su dinero si no, como dice Gerard Noiriel, las personas se van a otro circo.

Pero, justo cuando la gran función está aquí y ahora delante de nosotros, a la Temporada Grande y a la Fiesta Brava, en sus grandes citas, les hace falta transparencia y difusión que no muestre la superficie sino que eleve la mayor profundidad y virtudes, las que han asombrado históricamente a generaciones de espectadores que, no pocos, se han convertido en aficionados.

Si esa no es la apuesta, la causa estará perdida.

Y ese asombro puede venir de lo que muestre Diego Ventura, a pesar del cambio de los toros de rejones y siendo Villa Carmela resultaba una opción altamente interesante. Siete años después, la hoy gran figura se reta a sí mismo ante los antiguos Funtanet hoy Enrique Fraga y únicamente deseamos que Ventura entienda el tempo lento de la Plaza México ese que tanto se le resistió en 2011 pero del que hoy puede hacer gala de madurez mas que de chabacanería para entrar de lleno a la Plaza México.

Así, de un plumazo se haría el amo del toreo a caballo en México y el mundo.

El tema grande y la gran incógnita es Barralva en el año más difícil luego de la muerte de uno de sus fundadores. Y sobre todo cuando todas las miradas están sobre una ganadería que desde su presentación en 2002, con aquella tremenda corrida española para Antonio Urrutia, Pepín Liria que confirmó y Rafael Ortega que triunfó escandalosamente, el trapío de sus corridas y la bravura de sus encierros ha sido tan desigual como alarmante.

Y el juego, pese algunos toros sueltos, no consiguen enamorar a una afición que siempre confía más en la línea española que en su encaste mexicano y razones múltiples hay para ello. Desde ese sobrero de 2002 para el ya mencionado triunfo de Rafael Ortega hasta el gran encierro, el mejor de la década pasada, que incluyó al celebérrimo “Don Palillo”, pasando por el indultado “Pitito” en 2008, hasta “Travieso” y “Farolero” en 2013 y “Cardicito” el colorado de la inaugural hace cuatro años.

De la otra línea, la historia es más reducida.

Cierto, salvo el famoso “Azucarero” y el faenón del marginado José Mauricio en enero de 2009, el cárdeno “Cachetón” de “El Payo” en 2012 y el toro de Paco Ureña en 2017, Barralva arrastra siempre duda en el trapío y la fuerza, acarrea mucha cargada taurina pero no el interés, ocurrió en la inaugural hace un año y en la presentación de Enrique Ponce la temporada pasada que repite el guión, no apuesta más allá y queda en las manos de una corrida que no se ha visto que no se muestra en una política ciega y poco inteligente.

Si el toro adquiriera la importancia para la empresa, el compromiso de la figura y la trascendencia para la crítica que existe y que sonriente afila los cuchillos, inmediatamente la reacción en el público se hace notar, solo así se gana el respeto cuando la confianza se pierde. La opacidad mata esta intención. De ahí que el planteamiento de Enrique Ponce y su administración, pasando por sus veedores mexicanos, sea un fracaso que podría corregirse si decide un encierro con la mayor importancia.

Pero del que hoy se sabe muy poco. La pregunta es, ¿Por qué?

“El Payo” se reencuentra con Barralva luego de su desencuentro administrativo con esa misma casa hace dos años. La salvó de la quema con su gran actuación en la ya mencionada inaugural de 2014 con tres orejas, cuando se mostró como el torero al que se le sigue esperando, a diez años de alternativa. La expectativa sobre el queretano es mayúscula y representa la mejor muestra que esta generación de toreros no despega.

La cosa puede cambiar hoy.

¿Qué le falta? Tan solo convencerse.

Y Luis David tras un año tremendamente desigual con terribles confusiones de concepto y con una aparición madrileña donde se nota gris y en abandono pleno de sus mejores virtudes. El joven hidrocálido debe ser el mismo y dejar de inventar artificios y chabacanería, su mejor toreo, su clasicismo es su mejor arma.

Como de la Afición es su voz, misma que escucharemos y que esperemos se haga sonar y clamar por una Fiesta siempre digna con la siempre presente esperanza que son las manecillas del reloj, el toque de cuadrillas y el “Cielo Andaluz” de la Plaza México.

Que haya suerte para todos.

Twitter: @CaballoNegroII.

Estocada de “El Payo” a “Raspiñero” de Barralva, hace cuatro años, igualmente, en corrida inaugural. Foto: @MyRyCar.

2 respuestas a “RADAR TAURINO: Plaza México, Temporada Grande 2018-2019 – Vuelve la Enésima Esperanza.”

  1. Y la empresa sigue poniendo en segundo término el factor toro, el que debiera ser el actor principal de la fiesta, no hay fotos ni reseña del encierro de hoy, mal inicio en éste sentido, presagiando que el resto de la temporada sea en éste mismo tenor.
    Que sea una gran tarde y el público salga satisfecho.

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