Desfile de elefantes descastados de Fernando de la Mora

Sebastián Castella. Foto Plaza México.

Por Leonardo Páez.

A positivos falsos y jilgueritos del monopolio taurino que repiten como loros: asistan a la plaza; es la mejor manera de apoyar a la fiesta, aunque sin emociones a partir de la bravura y la rivalidad, se cuidan de agregar, les molestan sobremanera las opiniones vertidas en las redes sociales en favor y en contra de la fiesta de los toros o de lo que ella va dejando el absurdo desempeño de la empresa taurina más adinerada, pero menos imaginativa de la historia.

Hay que repetirlo hasta el cansancio: una muy dudosa responsabilidad taurina, empresarial, cultural y social demuestra la nueva empresa de la Plaza México, mejor conocida como La Clonada, por sus similitudes, corregidas y aumentadas, con la anterior, que durante 23 largos años hizo como que promovía y fortalecía la tradición taurina de México, sin lograrlo, reduciendo en cambio el espectáculo a la monótona importación de ases y corriendo a la gente de la plaza con su pobre y predecible oferta de toros y toreros.

En Twitter, Letras de un taurino @LetrasUn, compartió este sencillo y aplastante mensaje:
Menos Ponce y más Roca Rey. Menos Joselito y más Saldívar. Menos nobleza y más bravura. Menos Teófilo Gómez y más Piedras Negras. Menos amiguismo y más merecimiento.

Así de complicada es la fórmula secreta para recuperar la emoción y la asistencia del público en el semidesierto coso de Insurgentes. Que a La Clonada no le interese enmendar yerros ni darle transparencia a su opaca gestión y a la autoridá le tenga sin cuidado este abuso sistemático, es parte de la mentalidad del antiguo régimen.

Lo dijo Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, en un artículo publicado el sábado en La Jornada: “…en Latinoamérica también tenemos identidad y valores, que queremos envolver en nuestra democracia, antes que los ajenos, los valores propios. No solamente los del individuo y el capital. También los de la solidaridad y de la comunidad. Para nosotros la patria es el otro. Aprendimos la lección, pues nos pasó durante siglos. En vez de enriquecer la cultura propia con lo de afuera, las élites latinoamericanas y sus modas liberales permanentemente intentaron refundar Europa en el corazón de América, destruyendo de paso y de nuevo todo lo que parece distinto. Élites para las que el otro, el indio y el negro, éramos más bien el mono antes que el humano”.

Recuperar la tradición taurina de Venezuela con un nacionalismo inteligente que regule y estimule la fiesta en aquel país y frene la voracidad de los neoconquistadores taurinos, estimulando el surgimiento de nuevos toreros de nivel internacional, es una asignatura pendiente desde la época de Hugo Chávez.

¿Y la corrida? Fue un penoso desfile de mansos con sobrepeso y dos toros de regalo. Quien haya exigido el encierro de Fernando de la Mora, en su imposición llevó su penitencia, junto con el indefenso público, que aplaudió cuanto pudo.

Publicado en La Jornada

Una respuesta a “Desfile de elefantes descastados de Fernando de la Mora”

  1. No cabe duda que al ganadero Fernando de la Mora, le vale madre el ya perdido prestigio de su hierro por la clase de animales que sigue mandando a las plazas de toros, mismas que ha convertido en rastros propios, para sacrifico de los mansos que está empecinado en seguir criando y en la corrida pasada, no fue la excepción con la salvedad, que ahora mandó un encierro de ocho reses, al estilo gringo es decir; bien gordas, para que rindieran bien los canales.

    Esos mansos que mandó al rastro de la México, prácticamente eran de desecho por su peso excedido ya que con ésa romana difícilmente hubieran sido comercializados de manera honesta, en una seria corrida de toros aunque entre los toros lidiados el domingo pasado, haya habido toros de con cinco hierbas,.

    Probado está, que el exceso de kilos no da oportunidad para que los bovinos que los cargan den un juego aceptable durante su lidia ya que dicho exceso corporal, los ahoga y reduce su capacidad de combatividad y su tranco se disminuye de tal forma, que dificulta su embiste quedándose por lo general a mitas de las suertes; en fin, fue otro decepcionante desfile de animales descastados faltos de bravura y transición.

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