¿La Fiesta en Paz? Terquedades y omisiones en el reciente serial de La Clonada

Por Leonardo Páez.

POR MÁS QUE los jilgueritos de la empresa repitieron hasta la saciedad que la gente asistiera a la plaza, independientemente de lo que se le ofrecía, como la mejor manera de apoyar a la fiesta, aunque en realidad se trate de su fiesta y de su lamentable oferta de espectáculo, la gente desoyó la recomendación y a lo largo de 16 tardes sólo en cuatro de ellas hizo media entrada o unos 20 mil espectadores: la corrida inaugural, la Guadalupana y las de aniversario del 4 y 5 de febrero, con bastantes huecos en los tendidos esta última, no obstante que alternaban los supuestos consentidos –¿o ya sólo soportados?– de la Plaza México, Enrique Ponce y Hermoso de Mendoza. A las otras 12 asistió en promedio 10 por ciento del aforo.

¿SE PUEDE CREER que la nueva empresa –ya 53 años de ensayo y error y de considerable falta de empatía con el público– siga dependiendo de los mismos ases que su antecesora, el olvidable Cecetla, como si entre los toreros de aquí y de allá no hubiera más opciones que este par de afamados ventajistas como culminación del arte del toreo? ¿Qué hay detrás de festejos taurinos que ya no interesan al público? ¿Por qué Alberto Bailleres González, propietario entre muchas otras, de la empresa Espectáculos Taurinos de México (Etmsa) y de las nueve plazas más importantes de la República, incluido el arrendamiento de la Plaza México, clasificado hace años entre los 100 individuos más ricos del mundo y tercero del país, no tiene interés en aplicar en su desastrosa gestión taurina algo de los criterios empresariales empleados en sus empresas exitosas?

¿POR QUÉ BAILLERES y su socio, el constructor de centros comerciales Javier Sordo, ambos ganaderos de lidia, se resisten a utilizar en su fallida promoción taurina algo de las fórmulas que han hecho florecientes a sus otras empresas, y en cambio decidieron importar como director taurino al torero sevillano en retiro Antonio Barrera con obedientes operadores, para seguir favoreciendo a unos cuantos diestros peninsulares demasiado vistos, en detrimento de buenos toreros nacionales y extranjeros?

ESTE DEPLORABLE DESFILE de contradictorios promotores de la tradición taurina de Ciudad de México, a ciencia y paciencia de sucesivas autoridades, gremios y crítica especializada, vuelve indefendibles tan singulares esfuerzos empresariales, a la vez que obliga a la denuncia puntual de otra gestión a todas luces irresponsable en lo taurino, financiero, cultural y social. Los verdaderos antitaurinos, hay que repetirlo, están dentro de la pobre y degradada fiesta de los toros y sus comprometidos operadores.

¿POR QUÉ A buenos toreros como Arturo Macías, El Zapata, José Luis Angelino o Fabián Barba, no se les dejó alternar con los figurines importados?¿Por qué a éstas no las puede ver el público con reses de Piedras Negras, Huichapan, De Haro, Zacatepec, La Joya, Cerro Viejo, Coaxamaluca, El Junco, Santa María de Xalpa, Santa Fe del Campo y otras igualmente comprometidas con la bravura? ¿Qué tienen que hacer para volver a la Plaza México matadores como José Mauricio, Israel Téllez, Pepe Murillo, Antonio Romero, Brandon Campos o Paulo Campero? ¿Cuántas veces tiene que estar al borde de la muerte, recuperarse y triunfar con joséjulianes un torero como Juan Luis Silis? ¿No merecía el público una elemental explicación por la ausencia del anunciado Juli? Después de tres temporadas a la baja, repartiendo orejas como confeti en desalmadas corridas de ocho toros, ¿no piensan corregirse, prósperos autorregulados?

Publicado en La Jornada

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