Solo para Villamelones: José Miguel Arroyo cumple cincuenta años

Por Manuel Naredo.

El día de hoy, primero de mayo, José Miguel Arroyo Delgado cumple cincuenta años de vida. La fecha nos da la oportunidad de recordar a quien ha sido uno de los toreros más importantes de la historia contemporánea.

“Joselito”, apodo taurino que adoptó y que hizo famoso, descubrió el mundo del toro en Madrid, su ciudad natal, cuando su padre lo llevó a ver una novillada en Las Ventas, plaza que, con el paso del tiempo, se convertiría en espacio de triunfos importantísimos en su carrera. Apenas a los diez años, y dos antes de que muriera su padre, se inscribió en la escuela taurina de la capital española.

Al principio se anunciaba como José Miguel de Llana, pero después adoptaría el nombre de batalla de “Joselito”, como aquel mítico torero de otras épocas. Debutó como novillero en Madrid y tomó la alternativa, de manos de Dámaso González y teniendo como testigo a Juan Mora, en Málaga.

Joselito triunfó con el toro de su doctorado, de nombre “Correrías” y de la ganadería de Carlos Núñez, cortando un apéndice, y lo hizo también en su confirmación madrileña, ante un toro de Aldeanueva al que pusieron el nombre de “Cotidiano”. Aquella tarde de la confirmación, el 26 de mayo de 1986, su padrino fue el gran Curro Romero y atestiguó la ceremonia Paco Ojeda.

Muchas e importantes fueron las tardes de Joselito en diversos ruedos. Lo mismo en Las Ventas, donde fue anunciado en solitario y donde le cortó dos orejas a un toro de Atanasio Fernández, entre otros triunfos, que en Sevilla, Castellón o Zaragoza. Y muy notoria fue también su rivalidad con Enrique Ponce, cuando los ochentas terminaban y aquí en México ambos diestros cortaron un rabo.

Pero más allá de los triunfos y las tardes de gloria, lo que marcó la carrera de Joselito fueron los festejos trágicos. Uno fue el 22 de mayo de 1988, cuando vio morir a su subalterno Antonio González, otro el de la rotura del fémur en Nimes, pero sobre todo aquel en que se enfrentó a “Limonero”, un toro de casi setecientos kilos de Peñajara, que le pegó una cornada en el cuello y le rompió una clavícula.

Tras aquel percance, que lo puso al borde de la muerte, José Miguel Arroyo regresó distinto a los ruedos, según él mismo lo reconoce. El parón que significó aquel percance lo obligó a reflexionar y a darle un nuevo sentido a su profesión. “Mi toreo se hizo más reposado, más real”, habría dicho sobre aquel transe; “se acabó aquel Joselito que lo hacía todo acelerado”.

Tuvo también momentos difíciles por su actitud ante los poderosos de la Fiesta, al grado de que sufrió los embates del veto en muchas plazas españolas. Se apartó de los ruedos en dos ocasiones, y finalmente regresó una sola tarde, en enero del 2014, en la plaza de Istres, donde lidió un encierro de Garcigrande en compañía de Morante de la Puebla y Cayetano Ortiz, que aquel día se doctoró.

Finalmente, José Miguel Arroyo, el torero de profundidad y verdad torera, se transformó en ganadero, y hoy las reses por él criadas suelen ser lidiadas en plazas europeas.

Nació un primero de mayo, como hoy, en el seno de una familia humilde madrileña. Fue, es, un torero de pies a cabeza.

Publicado en El Diario de Querétaro

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