- Art Market, concepto que llena el espacio entre bazares y galerías convencionales.
Por Leonardo Páez
Mientras en México y Aguascalientes los villamilenials –feliz neologismo del cronista Luis Eduardo Maya– encuentran oportunidad de extasiarse con la tauromaquia basta, destemplada y a distancia del inspirado diestro de Ibiza, Antonio Ferrera, nuevo consentido de la empresa, en su Twitter Beatrice Marge nos obsequia escenas de la encerrona de José Miguel Arroyo Joselito el 2 de mayo de 1996 en la Plaza de Las Ventas, y bueno, también en el arte de la lidia hay niveles. Quieto, vertical y ceñido, el maestro madrileño liga mandones y templados muletazos de compás abierto. A falta de memoria, la afición posmoderna sólo acusa la urgencia de gritar ole, quizá para desquitar lo que ha pagado.
Pero fiesta que no es vista no es frecuentada. La escasa asistencia reciente a plazas otrora repletas refleja la necesidad de recuperar criterios más atractivos de promoción. Por fortuna, hay en nuestro país magníficos pintores taurinos no por poco conocidos menos talentosos, a los que inexcusablemente un empresariado posterga al querer promover un espectáculo de luz, emoción y color con monótonas fotografías de los alternantes. Eso no vende, porque ni atrae ni promete emociones.
De ahí la importancia de que la promoción del arte, incluido el taurino, adopte criterios menos anquilosados para acercarlo a la gente, comenta Maguie E. Unda, fundadora de Art Market (maguie@gmail.com), que en la Galería 122, de Rosalba Bassols, en el mismo número de Paseo del Río, en Chimalistac, presentan la exposición Arte y Duende, hasta el 15 de mayo.
Juan Antonio Ruiz, de San Miguel de Allende, deslumbra con su colorido variado e intenso, tanto en su cuadro Bailaora, cuyo juego de morados va aparejado al espléndido juego de brazos, como en Don Andrés, soberbio acercamiento a un ceñido derechazo de Roca Rey, o en un torero de espaldas, de dorado terno y capote de paseo liado. En los óleos de Ruiz hay un taurinismo esencial más afortunadas influencias de las mejores paletas.
Antonio Rodríguez Fuentes, de Saltillo, Coahuila, es poseedor de un logrado estilo en la mejor tradición impresionista. No obstante haber vivido varios años en San Antonio, Texas, sus cuadros adquieren resonancias intemporales de un arte taurino que rebasa épocas y suertes para concretar atmósferas de lograda emoción. Con exposiciones en Estados Unidos, sus obras aparecen en revistas y carteles de México y España.
Jano Solleiro, sobrino y alumno del maestro Luis, posee una excepcional técnica que no niega la ascendencia artística de Ruano Llopis, pero con un detallismo adicional que da a su pintura un toque distintivo en óleos como Miguel Espinosa o el cada vez más fotogénico y pintado Roca Rey, dada su incontenible afición y su tauromaquia sin ventajas. Jano ha expuesto en diferentes ciudades de México y en galerías virtuales de España.
Ana Briseño, de la Ciudad de México pero radicada en Zacatecas, tiene tres pasiones: los caballos, los toros y la pintura. Sus lienzos en acrílico y técnica mixta reflejan su veneración por ambas especies. Y el joven Manuel Lomelí, sobrino de los ganaderos del mismo apellido, sorprende con cuatro vanguardistas propuestas.
Son cinco artistas mexicanos que anteponen la estética a ciertos preceptos más o menos éticos, habida cuenta de que el arte no tiene tema aborrecido. Desde su infancia todos abrevaron de las corridas de toros; desde sus caballetes todos esperan mayor sensibilidad de empresas y aficionados para aprovechar sus creaciones.
Publicado en La Jornada.
De SOL y SOMBRA.
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