Guadalajara: Qué importantes son las novilladas.

Diego San Román. Foto Tauro Nota.

Por Patricio Fernández Cortina.

Las novilladas sirven para varios propósitos, entre ellos, que los novilleros puedan foguearse ante astados cercanos en peso y edad a los tamaños del toro de lidia, y para que los aficionados los puedan ir conociendo.

En la novillada de ayer, anunciada como antesala de las corridas de la Feria de Aniversario, se presentaron los novilleros mexicanos Sebastián Ibelles, Diego San Román y Arturo Gilio para lidiar una novillada bien presentada de la ganadería zacatecana Boquilla del Carmen, propiedad del señor Manuel Sescosse Varela, un hombre que ha trabajado incansablemente a favor de la fiesta brava, como aficionado, ganadero y presidiendo la asociación civil Tauromaquia Mexicana.

Los novillos fueron al caballo, siendo de destacarse la vara de David Vázquez al sexto de la tarde. El primero fue débil de manos y los tres últimos fueron de más a menos, perdiendo fondo y rajándose al final de la faena. Pero el novillo de la tarde fue el primero del lote de Arturo Gilio, de nombre “Cominito”, un novillo bravo, noble y encastado, que recibió el arrastre lento.

Sebastián Ibelles tuvo dificultad con su primer novillo por la debilidad de manos, lo que impidió que luciera la faena. Mató bien y recibió las palmas. Al segundo lo toreó como quinto y no como cuarto de la tarde, por un error de los torileros que dejaron salir al novillo que no correspondía en el turno. Mostró destellos con el capote y con la muleta fue voluntarioso, pero pinchó al matar.

Diego San Román, que el pasado 6 de octubre de 2019 cortó el rabo en esta plaza al novillo “Joven Promesa” de San Martín, toreó a su primer novillo por chicuelinas con el capote, y derechazos con la muleta, con mucho arte y valor, descubriéndose y quedando por momentos a merced del novillo. Mató con gran estocada y cortó la única oreja de la tarde. Al segundo novillo, el de mejor estampa, al rajarse no le pudo hacer faena.

Arturo Gilio se puso en tono de rival taurino con Diego San Román. Las rivalidades entre los toreros le hacen mucho bien a la fiesta brava, porque generan expectación. Gilio salió a darlo todo con el primero de su lote, y con el segundo no tuvo nada que hacer. Al primero le hizo una gran faena, de colorido, mucho sabor y un amplio repertorio. Recibió de rodillas en larga cambiada con el capote y realizó un quite por gaoneras. Puso las banderillas, realizó una “arrucina” con las rodillas en la arena, provocando los olés. Pero pinchó y perdió la oreja. En esto de los toros, casi siempre, la diferencia está en la espada.

Durante la lidia, San Román miraba a ratos al novillo y a ratos a Gilio, anunciando con la mirada que él también ponía sobre la arena el reto y la rivalidad que habrán de tener en los ruedos estos dos novilleros, que tienen hambre torera y genuina gallardía. No todos tienen arte y muy pocos alcanzan la gloria. Cada tarde es la vida- o la muerte. Ahí donde se unen dos eternidades: el pasado olvidado y el futuro anhelado, como pensaba Carlyle.

El torero es de otra pasta. El torero ve la luz al final del camino, los demás la intuimos. El torero tiene conciencia de la muerte, los demás tenemos confianza en la vida. El torero se convierte en hombre, los demás luchamos por evitar seguir siendo niños. El torero habla el idioma de la vida con el lenguaje de la muerte, los demás escuchamos y algunos lo escribimos.

Publicado en El Informador.

Plaza de toros Nuevo Progreso. Novillos de Boquilla del Carmen, bien presentados. El tercero, premiado con el arrastre lento. Sebastián Ibelles, ovación con saludos tras petición y palmas tras aviso; Diego San Román, oreja y palmas; Arturo Gilio, vuelta al ruedo y palmas. Entrada: Regular.

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