“Pasión de Fuego, Pureza de Diamante.” – José Tomás Vuelve.

José Tomás tras el percance casi mortal de ‘Navegante’ de la ganadería de Santiago en Aguascalientes.

Publicado el 22 de julio de 2011.

Horas previas de José Tomás, envueltas en aguas del misterio y a contracorriente. Vuelve por segunda ocasión, a su gusto y a su aire con la cuesta subida tras su cuasi resurrección. El primer triunfo es volver a vestirse de luces pero los posteriores, y más importantes todavía, vendrán si el que reaparece consigue hacer de la eterna noche, el eterno día.

Especial para DE SOL Y SOMBRA. Por Luis Eduardo Maya Lora.

Según el dictado de la memoria y el latido del corazón, José Tomás bordó –quizá la expresión sea corta- a “Vinatero” de De Santiago en el “glorioso y demoniaco” sábado veinticuatro de abril de 2010.

Fue un cárdeno claro. Bajo, ciertamente estrecho, algo destragado, de gruesas cepas y astifinas puntas. Terriblemente cornipaso, formó parte de la intrigante corrida garfeña que se fue quedando todo el invierno y que llegó a la primavera hidrocálida con una edad considerable.

Recuerdo a Tadeo Alcina Rivera a la salida de ese sorteo, su expresión, su gesto de confusión y sus palabras refiriéndose a la sensación no precisamente de buen augurio que le brindaba aquel encierro tras verle en los corrales.

El sobrecupo, el calor, el desconcertante tranco del garfeño, cuya inicial afectación en las patas traseras pareció condicionar la lidia en el último tercio y, sobre todo, el terrible viento, quedaron a un lado cuando José Tomás dispuso alternar los lados, rodilla en tierra para avanzar hasta dejar en las rayas a “Vinatero”, doblándose en obertura magnífica.

La obra aguantó vendavales y rebasó la frontera de lo posible con la zurda principalmente luego de la edificadora labor con la derecha. Y fue así, puesto que el cornipaso tuvo siempre la tentación de echar la cara arriba y de frenarse al final del muletazo. Sonaba el personal pasodoble cuando abandonado José Tomás, con la mano al suelo, trazó el natural de muñeca perfecta alumbrando el cauce del toreo entre la causa de la mansedumbre que amenazaba con estropear la gran faena al querer escurrirse. No fue así.

Dos circulares invertidos cambiaron el sentido de la intención del burel que acabó entregado ante los estatuarios que culminaron el edificio y que trajeron aire entre tanto fuego cruzado, justo antes de que José Tomás entrara a herir. El espadazo, algo caído, puso en sus manos una oreja que debieron ser dos.

Una hora después, tras intentar un cambio de mano, pude ver los valientes y serenos ojos de José Tomás, clavados en “Navegante” justo cuando entre los brazos del monosabio Inés Limón, los toreros Alejandro Prado, Miguel Cubero y no de luces pero más en torero que nunca Alberto Elvira, se iba a la enfermería.

La impresión de la cornada, terriblemente fuerte desde un principio, no se apreció aún más en su real magnitud puesto que vestido iba el segundo espada, afortunadamente, del color de la sangre. Ni pensar que habría sido del hecho si hubiese partido plaza de vainilla y oro, como en su última tarde en La México.

No me extrañaría que José Tomás regrese mañana con ese sangre de toro. Ni tampoco raro sería que guarde el atuendo para el día que a Aguascalientes vuelva, porque va a volver, para desvanecer eternamente la estela infame de aquel naufragio.

Sé muy bien que su desesperación por carecer de fuerza en esa pierna izquierda fue tal que espejos rotos, paredes y puertas recibieron palos repletos de dureza reprimida. Nunca quedó claro el porqué, tras salvar la vida –primera misión, cumplida, de los médicos de Plaza- vinieron las prisas por volver a España en un avión comercial, no médico, y la desespeación que privó en el entorno del toreo.

Pero el triunfo es ahora del hombre que tras liberar nervios se erige, camina recobrando fuerzas y acude a retomar el camino. El hambre es una cosa, principalísima en el oficio torero, pero torear por orgullo es algo aún más importante y, derivado de esto último, José Tomás regresa con la férrea voluntad de volver al sitio no solo con más valor sino con más afición, si cabe todavía.

El enigma verdadero, taurinamente y sin fanatismos sectarios, es saber que versión del torero regresará. Pues más allá del evento, del aura de misticismo o la ausencia de televisión, de la penumbra inteligentemente manejada por el propio diestro, queda saber si el valor, la quietud y el estoicismo estarán al servicio del toreo bueno. Si José Tomás se subordinará al temple y la maestría o si el enganchón, el tancredismo y los tirones formarán la decepción desmitificada que derrumbará las ilusiones no de un torero sino de millones de aficionados.

No es solo que José Tomás “torease mejor” antes, en el trienio maravilloso de ´97 a 99. Nunca he comprado esa idea respecto de 2000 a 2002. A pesar de que el de Madrid lograse en aquel tiempo, posteriormente menos, conseguir sobre todo con la mano izquierda que la velocidad de la arrancada del toro fuese una absolutamente ralentizada al momento de embarcar a toros como “Tosquito” del Puerto de San Lorenzo o incluso aquel infravalorado “Ringollano” de Alcurrucén, ambos en Madrid. En especial, respecto de ésta última, el tomasismo radical pocas veces nombra.

Cinco años dejó a un lado la afición taurina que después le habría de hacer volver en 2007. Pero el temple ya fue otro. Cinco años sin torear nos dejaron un torero que creció en quietud y con la intención de torear incluso de frente y con la izquierda como en Málaga en 2007, pero tal dimensión no se ha encontrado en otros aspectos tan claves como el ritmo o el poder en su muleta.

Claro, hay faenas maravillosas como la segunda la última vez en La México a “Palomo Querido” de Xajay, las dos magníficas en Madrid la primera tarde en 2008, las tres fantásticas en Aguascalientes durante tres Ferias seguidas justo cuando la regularidad y el ritmo parecían reencontrarse. Entonces vino lo que hoy ya todos conocemos.

Recuerdo ese 24 de abril, tres horas antes de la corrida de Aguascalientes, Ramón Ávila “Yiyo” pronunció en su “Preámbulo Taurino” la frase que sirve de encabezado a este apunte. El fuego interno de José Tomás, el que no se consume, con esa necesidad de salir a pelearle al toro, sabemos que está intacto y ese es el primer triunfo, el originario respeto.

Queda saber si su estado taurino, justo ahí donde la crítica juega un papel clave, es el mejor, el de mayor brillo. Nada congratularía más a los aficionados que encontrarnos al mejor José Tomás principalmente con la muleta, más aún cuando el panegirismo no tiene que recurrir a los fuegos de artificio porque basta admirar y hablar del trueno de los cielos que se genera inigualable cuando hace José el toreo bueno.

Que de este torero, más que su sangre, vale su arte. Inborrable es la creación, no su inmolación, la cabeza buena, la muleta puesta siempre y la colocación exacta que cada toro requiere, ni más detrás ni mas delante. José Tomás lucha empecinadamente por imponer su distancia, o su no distancia, a todos los toros.

Por eso, a pesar de que el villamelonaje tenga una concepción idealista, más que compartir origen taurino mayormente con “Manolete” elde Galapagar comparte similitud con Benítez y Ojeda. No me refiero a filosofía o mentalidad taurina, si no meramente a la dialéctica taurómaca que deriva en su toreo. No hay revolución, hay síntesis y una mejora abrumadora en lo estético.

No olvidemos, ponerse “donde otros ponen la muleta” está al alcance del más temerario y no sirve de nada si la zarga queda enganchada. Porque templar por bajo y rematar allá atrás, eso sí que está solo al alcance de los privilegiados. Y José Tomás lo es. Así, cuando una regla como quedarse quieto choca con un principio, como el temple, siempre prevalece el principio.

Ésta sera toda una interrogante en la reaparición tomasista.

A vena abierta, con el corazón en la mano y el alma en vilo, parte Plaza otra vez José Tomás rumbo a su destino con la expectativa de verle como siempre y con la esperanza de que marque un posible y glorioso futuro alternando con figuras y sin martingalas dentro de las grandes Ferias y en las grandes fechas. Pero eso será después.

Pero antes está Juriquilla derrochando arte y pasión y quizá derrochando la vida para cumplir sin duda, el compromiso del triunfo más grande de torero alguno: levantarse de la caida, dar la cara, emocionar y vivir indeclinablemente la efímera emoción del arte taurino.

Cuando hace poco vi a Tadeo Alcina Rivera, el gran fotógrafo, en televisión hablando del terrible suceso de Aguascalientes recordé aquella hiel, aquella amargura de esos infaustos cuatro minutos en que la muerte rondó junto con esos helicópteros la Monumental Sanmarqueña.

Pero en el siguiente momento en que Tadeo habló emocionadamente de cómo la mano izquierda y la cintura de José Tomás rompieron al mencionado “Vinatero”, recordé que en el toreo lo que triunfa siempre es el arte sobre la tragedia y, a pesar de todo, la vida sobre la muerte.

Y por eso vuelve el torero. Y por eso nosotros estamos ávidos de verlo. La suerte pues, está echada.

Twitter: @CaballoNegroII

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