Opinión: Una mansa pasividad.

Corrida de toros. Salvador Dalí.

Por Javier Lorenzo.

El toreo no puede vivir en su trinchera, acobardado y esperando a que pasen tiempos de una guerra en la que el jefe de la contienda y toda su troupe no tienen ninguna simpatía a la Fiesta. Posición respetable, si ellos respetaran. El taurino nunca obligará a nadie a que le gusten el espectáculo. Sin embargo el anti, vociferante, maleducado, apesebrado e ignorante, trata de imponer su pensamiento por encima de los demás. Y este Gobierno, como nada quiere saber del mundo del toro, no solo reniega sino que lo omite y margina en su vergonzoso silencio. Como si no existiera. Ninguneando que, por ejemplo, por cada 1 euro que aporta a las arcas públicas el cine español en concepto de IVA, las plazas de toros generan 6; y en cuanto a los ingresos de taquilla, el toreo aporta 23,5 millones frente a los 15,5 del cine. ¿Cuánto invierte el Gobierno en cine y cuánto en el toreo? Los Presupuestos Generales del Estado destinaron 100 millones al cine español y 65.000 euros (no falta ningún cero) a la Tauromaquia. De toros ni palabra. Los profesionales taurinos se van a poder acoger a la ayuda lanzada por el Gobierno para el gremio de artistas pero mejor no decirlo ni pronunciar la palabra toros. ¿Está mal visto? No. Quieren que esté mal visto, que casi es peor en esa “nueva normalidad” que nos van a imponer.

Y, mientras, el toreo sigue agazapado. Ahora parece consolado con la opción de refugiarse en los tentaderos. Y, si acaso, se atreve a escribir una carta. O a seguir pidiendo ayudas a quien reniega de esta Fiesta, que por mucho que les pese, es la identidad de España. Es cultura, claro que sí. Y es historia. El toreo no debe de esconderse, ni poner siempre la otra mejilla. Ni tampoco conformarse con la nada. Ni seguir aguantando ataques indiscriminados, como esos innombrables que quisieron boicotear la semana pasada los tentaderos televisados en la ganadería de El Pilar. Ni tienen porqué seguir aguantando los insultos y amenazas en las redes sociales. Y así un día tras otro, bajo un silencio tenebroso. ¿Hasta cuándo?

El toreo tiene que hacerse valer. Y notar. Defenderse. Potenciarse. Organizarse. Unirse para demostrar que además de los millones que se engrosa el Estado por sus tributos, tiene a miles de españoles que no solo sienten el toreo sino que viven de él. Que su sueldo y su pan pasa por el toreo, directa o indirectamente. Que es el torero, sí, el que se pone delante; y el ganadero, que es el cría el toro; pero también lo es el repartidor que vende la bebida o las pipas en el tendido, el dueño del hotel o el de un restaurante que se llena en una ciudad en feria; y el mecánico que arregla el tractor con el que se reparte la comida a los toros en la finca. Y el que vende el gasoil, y el del pienso. Y el herrero. Y el veterinario… ¿Sigo?

El toreo es una fuente de riqueza y actividad económica. Una pasión y un arte. Y un modo de vida. Y una escuela de valores. Como el del respeto que no tienen los que le ningunean desde la más alta esfera o desde el estrato más despreciable cuando insulta o amenaza escondiéndose en el anonimato de una red social. Es imposible tratar de meter en esa cabeza enferma que el toreo es riqueza y cultura. Los toros son un símbolo de España, esa que odian y quieren dinamitar. ¿Hasta cuándo vamos a seguir aguantando? No podemos vivir en esa mansa pasividad.

Publicado en la Gaceta de Salamanca

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