Los pájaros perdidos Por Bardo de la Taurina.

Pandemia. Foto Luis Cuesta.

En estos días donde las costras del polvo se elevan y los nubarrones de cielo se bajan oprimiéndonos, aprisionándonos, asfixiando el ánimo cual prensa de acero, que desparrama por los costados la ansiedad, por hacer algo que combata a la ociosidad, el aburrimiento y la desesperación, factores que están latentes y prestos pa’ vulnerar a quien no pueda lidiarlos, como ya lo están haciendo personas y zombies que tienen gustos o afición por determinada práctica y en la que acurrucan unas veces pa’ amainar la tormenta del encierro y otras pa’ desde ahí levantar la voz haciéndose presentes, las redes sociales han servido de todo y a todos, con eso tan de boga que lo son los videos y las comunicaciones zoom y cuanto se pueda imaginar que pueda verse en las plataformas digitales, que son válidas, cuando en ellas los amateurs las usan con ese sentido, los profesionales con el propio, pero que se convierten en pantomima cuando los primeros trasgreden o tratan de usurpar el lugar de los otros.

La tauromaquia completa ha dejado obligatoriamente las plazas de toros, las salas de exposición, las tertulias, y en cambio, procuran y recurren a foros digitales, algunos de alta resonancia y otros de modesta presencia, mas todos con respetabilidad al esfuerzo y si cabe el término hasta entusiasmo, sin dejar de mencionar el enfermizo exhibicionismo de un bonche de personas dependientes del narcisismo, por ello a esta época se le recordara si alguna vez llega a ser pasado como la de la pandemia que le ‘cayo como anillo al dedo’ a un ente y a su D’ Artagnan y a 99.99 nos está poniendo literalmente a morder el polvo.

Félix Guzmán – 2 de junio 1943

Coincidentemente en los meses de mayo y junio el calendario enfundado de catafalco con sus fechas luctuosas nos ha recordado subrayadamente a diferentes personajes, según sea la óptica de cada quien y también las edades, pues si traigo a la palestra como lo estoy haciendo el nombre de Félix Guzmán “El Torero Niño” pues quienes le dan grosor al ramo de la afición, hoy en día difícilmente lo recordaran y menos estarán enterados que murió siendo mártir un 2 de junio del año 1943, después de haber recibido una cornada en el Toreo de la Condesa donde la seda y los hilos de la taleguilla, que medicamente le dejaron dentro de la herida, le provocaron una gangrena gaseosa, este novillero cuyo tremendismo, entrega y conexión, con el tendido lo llevaron a ser paseado en hombros en los tendidos, mientras afuera del coso durante el festejo la madre circundaba una y otra vez las cinco aceras de las plaza expulsando Ave Marías al ritmo de un apretujado rosario, y cuando a los veinte años el adolecente rindió tributo a la negligencia quirúrgica, la madre todas las tardes se desprendía de la barracas de Barranca del Muerto allá por el barrio de Mixcoac y enfundada de luto doliente se iba encaminando hacia EL Toreo de la Condesa preguntando entre alaridos y sollozos por su hijo, muerto en una encarnación, literalmente de ‘La Llorona’.

Eduardo del Villar – 20 de mayo 2014

La gloria pa’ los toreros profesionales, que lo son, todos aquellos que le salen al toro en cualesquiera de sus modalidades, oro, plata, castoreños, rejoneadores, forcados y monosabios, siempre estará en los cuernos o en la pujanza de los bureles, lo cual no quiere decir que todos lo deseen y menos que se les conceda, más que a los muy selectos del destino ese que se la negó a David Silveti, los motivos que llevaron a Eduardo del Villar “El Cabo” a su búsqueda, siempre serán de él, pero de que deseaba a la muerte es innegable, la halló en Seybaplaya, Campeche, una tarde de mayo marcada con el 20 del 2014, el sello y el trance de toda su vida fue la valentía, que en él era nata, natural, no sabia voltear pa’ atrás ni rajarse ante nada, ni ante nadie, se realimentaba con la energía del sol, porque eso era precisamente él, un Sol.

Le escuche decirle a Magia la compositora e intérprete del huapango “Guerreros Gigantes” mandado escribir por él pa’ honrar a su grupo de ‘Los Forcados Hidalguenses’ que; -respetaban al toro que vencían, lo amaban tanto que lo abrazaban, eran (y son) guerreros gigantes, que citan a la muerte-, al miedo decía que lo desairaba y que no le asustaba y que lo desafiaba y que se lo pasaba por el Arco del Triunfo, porque a final de cuentas ni lo conocía, y al decirlo se carcajeaba, en vez de asumir con la solemnidad que el tema requiere, le daba una pega y la vencía, ¿pa’ que recordar a Eduardo? Si allá abajo está, anda en el Rincón del Bardo donde trajo un bárrete nuevo de Portugal y le cosió unas de sus medallas de las que desde siempre le acompañaron, -vamos a la tiendita la del “Chino”-, compró un jugo de naranja, mmm bueno dos, regresamos y se metió a la cocina abrió el refri dejando una de las botellitas, -ya me voy-, ¿Qué no vas a comer?, es que me voy a ir a Campeche, ¿si no van a pegar ahí? -¡Yo sí!… Iba en busca de la gloria, esa gloria, que da la muerte.

Rodolfo Rodríguez – 2 de junio 2016

Con ese milagro que en forma limitada comulgo con muy pocos, entré en comunicación con Paco Camino Gaona y salió a la palestra la forma en que Rodolfo Rodríguez el inventor, el creativo de “El Pana”, ‘Camino del caminito’ me platicó la forma decisiva con que su abuela Doña María consorte de Don Alfonso, mandamás de la Plaza México influyó pa’ que el empresario le permitiera torear un novillo manso que le dieron pa’ dentro en una tercia que estaba en funciones, lo que sucedió en 1978 y que catapultó a “El Pana” hacia la Novillada de Selección que prendió la mecha pa’ uno de los primeros despegues del apizaqueño, los datos no embonaban del todo, volví a hablar con Paco Camino Gaona y me comentó que lo que me había platicado sobre el cómo de aquel episodio, ya se lo había contado al abogado José Rodríguez, conocido popular y coloquialmente en el ambiente taurino como Pepe Rodríguez ‘El de los libros’, ¡ah! pues supusimos que algo referente al pasaje estaría en el libro que sobre el susodicho toreador escribió el personaje de Tacubaya.

Mientras se buscaba el libro contacte al erudito y maestro director de la Biblioteca GARBOSA Don Salvador García Bolio, tras, tras, tras ¡Tomo Nota! y en menos que lo que canta un gallo de acuerdo a su gentileza y sapiencia me brindó toda la información proveniente entre algunas fuentes del periódico ‘El Redondel’, ya con los datos bien cinchos, volví con Paco Camino Gaona y me leyó lo que está escrito en el libro, lo cual es verdaderamente espléndido, no sé si es histórico puro o si además goza de un toque novelado tan válido, pero de que vale la pena leerlo, ¡lo vale!, razón por la que no voy a referirme con mis letras al pasaje que tiene mucho de romanticismo y no lo haré en aras de que usted lea el libro, que creo está también en versión digital, se llama “El Pana Torero Surrealista” (Los inicios de una leyenda) de la autoría de Pepe Rodríguez que vio la luz en el 2017.

Con quienes no son mis amigos no discuto, con quienes sí lo son, tampoco discuto, solo intercambio puntos de vista, Camino Gaona piensa que Rodolfo Rodríguez pudo haber llegado mucho más lejos, mi menda discrepa de ello pues pienso que el “tahonero torero” llegó hasta donde llegó y en la forma en que llegó porque pa’ eso estuvo hecho, así era su molde de vida, su patrón y no estoy hablando del destino, estoy hablando de la masa de la que estaba hecho, su profundidad fue la que tuvo, su contenido fue en la que se columpio su personalidad, que esa si fue permanentemente in crescendo.

Hoy a cuatro años de su muerte que ocurrió el 2 de junio del 2016, hemos sido testigos de algo descomunal y es el hecho de la forma en que ha crecido el impacto “Pana”, la pregunta es; ¿hasta cuándo y hasta cuánto va a dar el Pana-derismo? ojala sea por un buen rato y lo digo no por el “Pana” porque él hace cuatro años se convirtió en cenizas, en polvo y paso a formar parte de la tierra del Campo Bravo, el deseo es que esa admiración por el personaje la mantengan, porque en mucho la afición vive de sueños y hoy pa’ como están las cosas va a pasar un tiempote pa’ que otro torero vuelva a ilusionar en el amplio concepto del término, porque por supuesto que ahora hay toreros más artistas, más técnicos, más dedicados, lo que no hay son toreros con ese empaque vintage, retro, que en un solo menú reúnan pimienta y picante, sabor y aroma, personalidad y estilo, aceptación y controversia, y suerte, porque si el “Pana” hubiese toreado en España, la balanza se hubiera inclinado pa’ otro lado (¿Se lo digo aunque sea crudo, o me lo callo?) y la leyenda nunca hubiera sido rematada con el mismo epilogo.

Por ello mi menda prefiere quedarse con eso que escribiera el argentino Astor Piazzolla:

‘Amo los pájaros perdidos que,

Vuelven desde el más allá,

A confundirse con un cielo

Que nunca más podré recuperar…’.

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