Opinión: En tiempos de espera.

Encierro de San Fermín en Cabezal Viejo con toros de José Cruz con fines solidarios.

Por Javier Lorenzo.

En tiempos de espera nacen las mejores ideas. Y brotan en quien es capaz de ponerse a pensar y a crear. En quien no quiere tirar la toalla ni rendirse. En quien no pierde el tiempo en lamentarse. En quien busca reinventarse y darle una vuelta de tuerca a su pasión. Que también es su profesión y vida.

Seguro que los grandes empresarios no van a peregrinar ni hacer cola el próximo invierno, si el año que viene hay toros, para reseñar las corridas de toros y las novilladas que ya pastan y se crían en los cercados de Cabezal Viejo después del brillante proyecto de transmisiones y eventos taurinos que ha creado Rafa Cruz en su finca para ver y enseñar sus productos. Pero sí estoy convencido de que a la ganadería, que comanda y anuncia a nombre de su padre, José Cruz, hoy la conoce más y mejor el mundo que hace un par de meses, antes de que abriera las puertas de su casa en estos tiempos de espera.

En tiempos en los que no hay toros, en los que la pandemia arrasó y sobrecogió al mundo. Tiempos de miedo, en los que también se pudo y debió trabajar. En tiempos propicios para pensar. En tiempos aptos para creer y crecer. Lo hizo quien se atrevió a dar un paso adelante. Lo hizo este ganadero vasco, afincado el Miróbriga, al que su padre le enseñó que el toreo es romanticismo y grandeza; y lo hizo también una familia entregada en cuerpo y alma al toro bravo como la de Moisés Fraile. Antes de tirarlo todo por la borda y mandar los toros al matadero, optaron por mostrarlos con las más variadas fórmulas. Si los toros no pueden viajar a ese escenario de sueños mágicos que son los cosos, abrieron las puertas de su casa para que entrara y disfrutara el aficionado. Apostaron por seguir creciendo. Y por seguir creyendo.

Rafa Cruz metió en su casa de Cabezal Viejo las cámaras de televisión y se sacó de la manga un programa didáctico, cultural y atractivo para mostrar la bravura de sus toros. Y tuvo el detalle genial de regalar al mundo un programa al amparo de San Fermín y con beneficios para la Casa de Misericordia que este año, sin Feria del Toro, se ha quedado sin ingresos para vivir y cuidar de los ancianitos de su asilo. Cuando Pamplona se quedó sin encierros; él se fue a Pamplona para convivir con los corredores y la gente del toro de la vieja Iruña y se los trajo a su finca para que vivieran la adrenalina de correr delante de un toro, sentir su aliento y los pitones muy cerca. Y Cabezal Viejo y la ganadería de José Cruz fue el foco informativo de los grandes medios que le dan la espalda de manera injusta al toreo.

Añoranza.

Cuando no hay toros, en Cabezal abrieron una ventana informativa a la tauromaquia Y allí se pensó y creyó en algo que parece increíble para el toreo: la inversión, que aquí también tiene sus frutos y es necesaria para seguir viviendo. En tiempos jodidos, cuando los empresarios lloran, hay ganaderos que invierten en el futuro para seguir creciendo. Ese es el objetivo de Rafa Cruz, lograr que su nieta disfrute del legado de su bisabuelo. Evolucionar o morir. Y al toreo de hoy, aunque parezca un contrasentido, muchos de sus profesionales lo matan. Se ha demostrado que el tiempo de espera le ha cundido más a unos que a otros. Aquí un ejemplo de los buenos. En otras palabras, existir y vivir mientras otros mueren.

Artículo de opinión de Javier Lorenzo en el suplemento ‘Toros’ de LA GACETA

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