La nostalgia de Frascuelo en una noche de verano sin la Paloma: “La juventud no tiene bohemia”

Frascuelo, en una imagen de 2012, en la taberna de Antonio Sánchez

El matador de toros castizo, “del Paseo de Recoletos”, evoca “el viejo Madrid” por donde paseaba con su padre. La pandemia lo ha dejado sin toros ni verbena. “Es una tragedia”

Por Juan Diego Madueño.

Frascuelo está en Extremadura, “en la finca de un amigo”. El penúltimo torero castizo no tiene una verbena donde dejarse caer este 15 de agosto, ni hay toros en Las Ventas y todo es triste “y el virus es una tragedia porque ha quitado la ilusión a los aficionados. La política no va por buen camino”, dice el matador de toros que cumplirá 72 años en septiembre. Jorge Laverón definió a esta fauna como la torería urbana de Madrid: “Nací en el Paseo de Recoletos y he vivido en Usera, Chamberí, Almendrales y Ventilla”.

De los primeros veranos siempre queda algo. “Bajaba al rastro con mi padre. Luego íbamos a comer caracoles. Y después a los toros, a Las Ventas o Vista Alegre. Paseábamos por todo Madrid. Una vez vi a Julio Aparicio bebiendo limoná con todos los chamberileros en la verbena. El casticismo es lo más grande del mundo”. Su afición a los toros tiene una ascendencia de Chenel. “Un 15 de agosto resurgió el maestro, no sé si fue en el 67 o en el 68. También he visto un 15 de agosto a Solanito o Luis Segura. Me hacía ilusión, era un chavalito y quería ser torero”.

Hace cinco años, confirmó la alternativa a Javier Jiménez. Fue su última tarde en Las Ventas. Toreaba Ángel Teruel, el hijo de Ángel Teruel, la figura del toreo olvidada de Embajadores. “Fue un día especial. Muy bonito”. Después de torear, Frascuelo ha pasado las noches “en la cueva de Luis Candela, donde nos introducíamos en el ambiente bohemio de Madrid. En la vida de la noche. Escúchabamos cantar y bailábamos. Ahora la juventud se emborracha sin más. No tienen bohemia. Eso no es bohemia”, aclara el asunto.

La torería de Madrid es más pura

Fue amigo del Pana, el torero maldito, con el que toreó en 2011 en Guadalajara. “Fui con él a México hace diez años. Fue como cuando yo era un niño e iba por el viejo Madrid. Tienen la misma forma de estar en el mundo. El Pana me llamaba Petronio y creo que era porque podía ser un sabio y un mentiroso piadoso a la vez”. Se conocieron en Madrid. “Entrenábamos juntos, reíamos juntos. Me decía que todos los toreros de España eran iguales. ‘A mí me gustan Morantico y tú’, me decía. A mí no me había hecho falta hacer lo que él hacía. Beber tanto o irme con las señoritas del pico rojo. Le decía que había vivido lo mismo”.

La torería de Madrid tiene menos literatura que la andaluza. “El toreo andaluz te llena pero creo que hay más pureza en Madrid, sin tanto romance”. ¿Volverá a torear en Las Ventas? “Me retiraré toreando, eso lo tengo claro. Ahora estoy entrenando. Voy todos los días al campo. Torear de salón es una necesidad. Hay días que me dan las 12 de la noche y cojo la espada y la muleta. Tengo ya el cuerpo hecho. Aunque a veces los golpes ya no son como cuando tenía 30 o 20 años”.

Su filosofía es sencilla. Desde Parla, el castizo sin verbena ni toros, tiene la solución para la pandemia. “Hay que vivir y cuidarse. Como torear, si apuestas y ganas pues es importante. A veces no ganas y no pasa nada”, resume. Frascuelo le reza a la virgen de la Paloma. “Que nos ampare a todos, y a los españoles primero por egoísmo, y el coronavirus desaparezca”.

Publicado en El Mundo

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