La tarde se iba y surgió un gran Morante.

Por Luis Carlos Peris.

Dolía comprobar cómo se repetía algo que en el toreo se da con frecuencia, lo de corrida de expectación, corrida de decepción. Pero surgió Morante y punto en boca.

La corrida del Pilar en Córdoba contaba con todos los perejiles para que reencontrarnos con nuestro espectáculo favorito, pero los de Jandilla no colaboraban, que si uno echa la cara arriba u otro mira y espera, lo cierto es que aquello iba camino de la decepción, pero en el quinto surgió el orfebre cigarrero para preguntar en voz alta si eso es así. Y surgió esa sinfonía que el torero más genial de hoy prodiga en cuanto el toro medio se deja.

Una faena soñada que se fue por el desagüe de una espada mal empleada. Daba igual, la obra estaba hecha y qué obra, cuánto temple y qué cantidad de torería fluía por las muñecas de Morante directamente del corazón. Y nos reconciliábamos con la tarde cordobesa.

Publicado en El Diario de Sevilla

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