¡Que te coge! Por Armando Fuentes Aguirre ’Catón’

Don Clemente Arrambide Treviño fue barman –que no cantinero– en la cantina del Hotel Arizpe. Antes tuvo el mismo puesto en el famoso y elegante Bar 1900, del Hotel Ancira, en Monterrey. Con un mejor sueldo vino a Saltillo. Aquí se disputaban sus servicios el Arizpe y el Urdiñola. Conforme uno de los dos hoteles le ofrecía un salario más alto que el otro, don Clemente sólo cruzaba la calle para ir a su nuevo empleo, hasta que el hotel de enfrente le mejoraba el sueldo. Entonces se volvía a cruzar. Ese ir y venir del Arizpe al Urdiñola y del Urdiñola al Arizpe duró varios años.

Hablo de los cuarenta del pasado siglo. Era la época en que Lorenzo Garza ocupaba uno de los dos máximos sitiales de la torería mexicana. El otro lo tenía –claro– Armillita, el Maestro de Saltillo.

Cuando Lorenzo toreaba aquí se hospedaba en el Arizpe. En el hotel se vestía, y de él salía en automóvil rumbo a la Plaza de Toros Guadalupe, toda hecha de adobe, que estaba en el lugar donde luego se construyó el Cine Florida.

Al terminar la corrida Lorenzo regresaba a su hotel, y luego de asearse y cambiar de ropa bajaba al bar a tomarse una copa con su cuadrilla y algunos aficionados de Monterrey y de Saltillo que eran sus devotos. En el bar lo atendía personalmente don Clemente. Y es que el gran torero regiomontano era su sobrino. El nombre completo del matador era Lorenzo Garza Arrambide. El Ave de las Tempestades era hijo de una hermana de don Clemente.

Al despedirse de su tío Lorenzo le daba una propina de mil pesos. En aquellos años esa suma era realmente fabulosa. La primera vez que don Clemente recibió ese dinero de su sobrino lo dividió generosamente con sus compañeros de trabajo. Lorenzo advirtió aquello y dijo a los meseros que le daba a su tío esa cantidad no por ser el barman, sino por ser su tío. Por esa única vez permitiría que don Clemente compartiera con ellos eso que no era propina, sino muestra de agradecimiento por lo bien que el señor se había portado con él cuando era un muchachillo que no quería hacer otra cosa que torear. Desde entonces cada vez que Lorenzo el Magnífico venía a Saltillo le daba a su tío aquella cantidad, y una propina aparte a los meseros.

Yo no conocí a Clemente Arrambide Treviño, pero sí conocí a Clemente Arrambide Treviño. Quiero decir que hice amistad con su hijo, quien lleva exactamente el mismo nombre de su padre. Él me narró una anécdota de su primo Lorenzo que yo jamás había oído aunque me precio de conocer bien el profuso anecdotario de la torería. Cuenta Clemente hijo que en una corrida le tocó en suerte a Lorenzo un toro cornalón de embestida descompuesta y lleno de malas intenciones. El regiomontano estaba pasando apuros para sujetar al marrajo, cuyos pitones le pasaban peligrosamente cerca cuando tiraba sus derrotes. Un muchachillo de la clase que ahora se llama fifí le gritaba una y otra vez, burlón, desde su barrera de primera fila:

-¡Que te coge! ¡Que te va a coger!

Lorenzo se molestaba con los gritos del chamaco, pues era supersticioso, como todos los toreros, y un grito así es de mal fario, o sea de mala suerte. Seguía batallando el diestro con aquel toro traicionero, y el mequetrefe seguía a duro y dale con sus gritos de chunga:

-¡Te va a coger! ¡Te va a coger!

Lorenzo, harto ya de la torpe cantaleta del majadero, se volvió hacia él y le gritó con voz que se escuchó en todo el tendido:

-¡Cabrón pendejo! ¡Eso díselo a tu mamá cuando la veas conmigo!

Twitter @dsolysombra

Publicado en Todo Texcoco

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