Atropello histórico prohibir las corridas de toros en Puebla: Reiba.

Corrida de Toros durante el Virreinato.

Por Eréndira Solís. 

Ante el revuelo suscitado por la amenaza de abolir las corridas de toros en el municipio de Puebla hemos entrevistado a Horacio Reiba “Alcalino”, uno de los fundadores de La Jornada de Oriente, cuya columna “Tauromaquia” se publica en nuestro periódico desde hace más de 30 años.

Estos son sus puntos de vista, libremente expuestos a la reportera.

ES– ¿Qué significado tendría la abolición de las corridas planteada por el ayuntamiento?

HR– Prohibir las corridas de toros sería un atropello contra la historia y el patrimonio cultural de Puebla, pero también un acto claramente contrario a la democracia, la ética y el cuidado del medio ambiente.

ES– ¿Qué razones lo llevan a sostener lo anterior?

HR– Históricamente, se trata de una tradición con cerca de cinco siglos de vigencia. En los archivos del ayuntamiento consta que ya en 1548 se corrían toros aquí, concretamente en la plazuela del Carmen. Y en México capital, la V Carta de Relación dirigida por Hernán Cortés a Carlos V habla de “estarse corriendo ciertos toros” el 24 de junio de 1526.

ES– ¿Y es suficiente eso para justificar la vigencia de las corridas en el siglo XXI?

HR– Decir “tradición” no es decir cualquier cosa. Hay que tener cuidado: las tradiciones legítimas deben fusionar un mito con su rito correspondiente. El mito encierra los valores éticos que avalan a toda tradición real. Lo que la corrida representa es el enfrentamiento del ser humano con una fuerza de la naturaleza, el toro bravo, y es obligación del torero poner sobre la arena toda su fuerza anímica, su inteligencia y su valor de un modo creativo y propio; y no de cualquier manera, sino bajo el compromiso de realizar cada suerte de forma que el toro tenga oportunidad de agredirlo; éste, por su parte, aporta sus atributos de imponencia, poderío, buena casta. La conjunción de ambos le da forma a un rito sacrificial, la corrida en sí, cuya simbología, como en toda tradición auténtica, debe respetar la ética del mito. Actualizando sus valores en formas artísticas muy peculiares.

ES– Parece que todo eso no es suficiente para convencer a los abolicionistas.

HR– No es que no los convenza, es que lo ignoran. Como ignoran, y me refiero a los antitaurinos de buena fe, que el origen de estos ataques a los que sin pensarlo mucho se adhieren está en un movimiento internacional originado en los centros de poder, principalmente anglosajones, cuyo propósito es imponernos sus costumbres y valores a las culturas periféricas. En el fondo está su voluntad de ejercer una hegemonía política, y comercial así como su estilo de vida. Abolir los toros, esta tradición mexicana tan antigua y arraigada, forma parte de esa agenda. Estamos hablando, en suma, de un caballo de Troya, una estrategia global para suscitar reacciones básicamente emocionales, favorables a sus fines de sometimiento y dominio.

ES– Los prohibicionistas afirman que 80 por ciento de los poblanos están de su lado.

HR– Lo hacen apelando a una encuesta bastante burda. Pero quiero enfatizar que no hay encuesta ni referéndum válido si afecta los derechos humanos, que de ninguna manera pueden estar sujetos a voto. La cuarta generación de dichos derechos, según la ONU, ampara a los pueblos originarios y a la cultura en general. Y dentro del tema taurino estamos hablando del derecho al trabajo, a las artes, al entretenimiento lícito que cada ciudadano elija. La supresión de la tauromaquia sería, pues, un acto de censura. Y la censura caracterizó siempre a regímenes inquisitoriales o fascistas. Y a gente de mentalidad integrista, que es la que busca imponerle al resto de la sociedad formas de pensar y actuar personales o grupales a las que ellos les conceden validez absoluta.

ES– Muchos ecologistas se han sumado también a la petición de prohibir las corridas.

HR– Dudo mucho que un ecologista genuino respalde lo que acabas de decir. Resulta que uno de las claves de la destrucción del sistema natural es la pérdida de la biodiversidad. Y ahí te va: está acreditado científicamente que el genoma del toro de lidia mexicano es exclusivo, endémico. Puedo proporcionarte los datos de la publicación en inglés de la investigación que llevó a cabo en 2015–16 la doctora en biología Paulina García Eusebi, estudio patrocinada por un organismo público –la Sagarpa– y uno privado –la Asociación de Criadores de Toros de Lidia–; sus resultados obligan a nuestro gobierno, en virtud de convenios internacionales, a la conservación de la raza “toro de lidia mexicano”. Es obvio que, si se eliminasen las corridas, se le estaría condenando a extinción. Y no olvidemos que el toro bravo es el animal bajo custodia humana mejor tratado del mundo.

ES– Sin embargo, los abolicionistas afirman que los toros son torturados y muertos por diversión.

HR– El aficionado no va a la plaza a “divertirse”, va con la esperanza de disfrutar del arte más arriesgado que existe sobre la Tierra. En cuanto al término “tortura”, implica la indefensión del torturado y la crueldad, la vesania del torturador. Evidentemente no es el caso; en el rito de la lidia, el torero se sujeta a unas reglas que equilibran el duelo. Y es el único sacrificio conocido donde la víctima puede convertirse en victimario, como bien observa el ilustre literato e investigador Raúl Dorra en el prólogo de mi libro Ofensa y defensa de la tauromaquia. Como argentino no aficionado a la fiesta brava, Dorra, humanista y maestro que dejó profunda huella en nuestra UAP, no es sospechoso de parcialidad en favor de las corridas.

ES– ¿Y eso de que afecta las mentes juveniles, induciéndolas a comportamientos violentos?

HR– No existe la menor evidencia de tal cosa. Tomemos en cuenta que el clima de violencia que vive el país ha coincidido con un progresivo debilitamiento de la afición a los toros, que de todos modos siguen convocando más público que casi todos los deportes y eventos culturales; en contraste, el auge máximo del toreo se dio de la década del 30 a la del 70 del siglo XX, cuando México era un país más pacífico y producía el mayor bum cultural que se recuerde en la pintura, el teatro, la literatura, el cine, la música, tanto popular como culta, y las artes nacionales en general, incluida por supuesto la tauromaquia. Relacionar tauromaquia con violencia es una falacia fácilmente desmontable.

ES– ¿Algo más que quisiera agregar?

HR– Pues que abundan las razones que justifican y acreditan culturalmente a la fiesta de toros. No se trata solo del daño patrimonial directo que su supresión acarrearía, tomemos también en cuenta la innumerable y riquísima obra artística inspirada en el toreo a lo largo de los siglos. Desde las tauromaquias de Goya, Picasso, Rivera, Roberto Domingo, Botero o el zacatecano López Monreal, entre muchos otros, a textos formidables de Hemingway, Coetzee, Octavio Paz, García Márquez o Vargas Llosa, por citar solamente a Nobeles de literatura. Sin olvidar que García Lorca le dedicó a un torero amigo suyo, muerto por cornada en 1934, una de las elegías más conmovedoras jamás escritas en castellano, su célebre “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías. Y escritores nuestros tan destacados como Carlos Fuentes, Xavier Villaurrutia, Amado Nervo y muchos más han dado pública fe de su adhesión al toreo. Y está su defensa decidida por filósofos humanistas de la talla de Ortega y Gasset, Michel Lairis, Fernando Savater o Francis Wolff. Y hay una filmografía taurina muy considerable, de la que Torero, de Carlos Velo, dedicada al matador mexicano Luis Procuna, obtuvo mención de honor en la mostra de Venecia. Y obras artesanales incontables, valiosas, variadísimas, elaboradas lo mismo en países taurinos que en otros donde no se dan corridas. Todo eso es lo que la taurofobia condenaría a la hoguera, como pasó con los libros bajo el régimen nazi y otros similares.

ES– ¿Algún mensaje para los regidores en cuyas manos está el futuro de la tauromaquia en Puebla?

HR– Que al tomar su decisión no olviden que la prohibición de un espectáculo como la fiesta de los toros mutilaría la libertad de los habitantes de la capital poblana, además de socavar los derechos de una minoría, por lo que debe ser analizada con sumo cuidado y responsabilidad, como corresponde a la sana convivencia que debe imperar en un estado democrático de Derecho.

Publicado en La Jornada de Oriente.

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