El control empresarial y el desprecio a las novilladas: los problemas de la Fiesta se repiten medio siglo después.

Por Ángel G. Abad.

Han pasado cincuenta años y parece que estamos donde estábamos. Los problemas de la Fiesta que entonces denunciaban los medios de comunicación siguen como enquistados, se repiten como un mantra temporada tras temporada, con la salvedad de que la propia tauromaquia se ha mantenido viva en base a su arraigo popular.

La revista El Ruedo publicó en los primeros días de febrero de 1971 un amplio reportaje sobre la situación empresarial en el que bajo el título de «Dominan la Fiesta» analizaba el devenir de las plazas más importantes en manos de cuatro empresarios. Chopera, Balañá, Canorera y Empresa de Madrid controlaban 33 de los principales cosos, firmaban exclusivas a las figuras del momento y organizaban pocas novilladas.

«Todo sigue igual», aseguraba el periodista Ricardo Díaz-Manresa, autor del reportaje, para sentenciar: «No hay más remedio que alertar a la opinión pública y recordarle lo que parece olvidado: el nefasto organigrama económico de la Fiesta». Y antes de desmenuzar el entramado empresarial que controlaba el toreo, se detenía en la situación que atravesaba el escalafón de matadores. «De todos los carteles posibles se desprende el terrible mal de la ausencia de nombres nuevos», e incidía en que las empresas montaban sus ferias a muy largo plazo y contrataban en exclusiva a las figuras, lo que «irve para ir matando la ilusión de los aficionados y de los toreros». Ponía de ejemplo que Manuel Benítez «El Cordobés», que en esas fechas ya tenía contratadas sesenta corridas de toros (22 con Chopera, 15 con Canorea, otras tantas con la Empresa de Madrid y 18 con Balañá), y lo mismo con Palomo Linares o las novedades de aquel año, Paquirri y Dámaso González, apoderados por Cámara y que ya habían firmado exclusivas.

Falta de compromiso

Estas cuatro empresas gestionaban la mitad de las plazas de capitales de provincia y copaban la mayoría de los cosos que daban más de diez corridas al año. En la temporada de 1970, entre los cuatro organizaron 172 corridas de toros, un tercio del total, y 92 novilladas, la cuarta parte de las que se dieron aquel año. El artículo de Díaz-Manresa desmenuzaba la actividad de cada uno de los grandes, y hacía hincapié en la falta de compromiso de algunos con los festejos menores.

Así, en cuanto a Balañá, que gestionaba Barcelona (Monumental y Las Arenas), Palma de Mallorca, Linares, Huesca y Aranjuez, ponía en evidencia su «absoluto desprecio por las novilladas». Chopera llevaba Bilbao, Logroño, Almería, Badajoz, Burgos, León, Marbella, Salamanca, Santander, Tudela y Vitoria, además de varias en Francia y en América, y «no sale a un promedio de una novillada por plaza».

La Empresa de Madrid dirigía Las Ventas, Valencia, San Sebastián, Alcalá de Henares, Castellón, Colmenar Viejo, Gijón y Fuenterrabia; mientras que Canorea era empresario de Sevilla, Ciudad Real, Guadalajara y El Puerto de Santa María, y salía el mejor parado en cuanto a la promoción novilleril.

«Urge terminar con la ausencia de novilladas y con el funcionarismo de las figuras. Si los grandes dominan la Fiesta, que la dominen bien, al menos».

«Es poco pedir…», finalizaba El Ruedo. Y en esas estamos.

Publicado en ABC España. 

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