¿Por qué se va Enrique Ponce?

Enrique Ponce, las razones del adiós de un figurón del toreo: ¿por qué se va?

Por Zabala de la Serna.

Ante el sorprendente anuncio de retirada de Enrique Ponce “por tiempo indefinido”, el adiós -reversible o no- de un tipo incombustible que no parecía tener ni techo ni fin, debería primar el subrayado de su intachable e inabarcable trayectoria, sus hitos y cifras inalcanzables. Y, por tanto, habría de imponerse el enfoque puramente taurino, cosa que, una vez que traspasan determinadas líneas rojas/rosas, no se hace fácil.

La sobrexposición de su vida privada en los últimos tiempos por su romance con Ana Soria de quien toda su carrera procuró cuidar con celo su imagen pública ha pasado factura fuera y, probablemente, dentro de los ruedos. Los años no pasan en balde, y 30 en la cumbre constituyen un récord que no habrá nadie que lo tumbe. Pero Ponce siempre se mantuvo centradísimo en el toro incluso cuando oyó cantos de sirenas de toda una horda de cursis que lo empujaban por el camino de la megalomanía y el divismo melódico de Morricone como B.S.O. de sus faenas, poncinas al margen.

Sus contadas apariciones en el papel cuché, en el ¡Hola! como publicación oficial, siempre de la mano de Paloma Cuevas, aún su mujer a la espera de la firma del divorcio, nunca redujeron su categoría, sino que la aumentaron como el último gran embajador del toreo en la alta sociedad y la cultura. EP se codeaba en España con Raúl y Cañizares, Antonio Banderas, Díaz Yanes y los Yanes, políticos, artistas y banqueros, con Botero en Colombia, con Vargas Llosa en Perú, con Luis Miguel y con toda la cúpula de Televisa en México, donde reinó. Todo sumaba y nada lo sacaba de su concentración y mentalización para torear más de 100 corridas de toros durante 10 años consecutivos a finales del siglo XX.

Al tiempo referido del romance con Ana Soria, cabalgando un cocodrilo de goma o dibujando iniciales en los ruedos, a la distorsión de su imagen, al irrespirable acoso de los paparazzis -ciertamente provocado- y el interés por la firma de su divorcio, le ha acompañado un cada vez más notorio bajón en la cara del toro. Y esto ya son palabras mayores en un torero que en tres décadas en la cumbre lo superó todo, cornadas y baches, que también los hubo -como en 2010-, con una afición y una profesionalidad desmedidas. Ponce jamás contempló la opción de la retirada que Paloma Cuevas deseaba, antes de que todo saltara por los aires, ni cuando su rodilla estalló en las Fallas de 2019. Aquello también supuso un punto de inflexión.

A sus 49 años y 30 de alternativa, quizá no haya dicho la última palabra. Valgan estas líneas de reivindicación de la categoría y la trayectoria inabarcables de Enrique Ponce por encima de la imagen deformada que estaba quedando.

Realmente, a la pregunta de ¿por qué se va? sólo puede responder él.

Publicado en El Mundo Toros

Una respuesta a “¿Por qué se va Enrique Ponce?”

  1. Porque ya esta riquisimo, aburrido, los años no pasan en balde, los jovenes vienen apretando y porque ya consiguio todo lo que una primerisima figura del Toreo puede conseguir. Asi de facil…

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