Dos veces cerró la México, previo al receso actual.

Por Alcalino*

Previo al receso actual, la Monumental se mantuvo cerrada durante dos lapsos que se le antojaron eternos a su fiel afición. El primero, a principios de 1957, duró año y medio, reabriéndose para la temporada chica del 58; el segundo fue de abril de 1988 a mayo del año siguiente. En ambos, el empresario, tras sus clásicas idas y vueltas, era Alfonso Gaona, quien decidió interrumpir sendas temporadas grandes, mal armadas y de escaso interés, aduciendo desavenencias con los propietarios del coso; en el segundo caso era evidente el interés del regente de la ciudad, Ramón Aguirre, por hacerle la tambora de lado, interesado como estaba en entregar el control de la plaza a su hijo Rodrigo, que hacía pininos como ganadero. El cual nunca llegó a regentar la Monumental pero se dio al menos el gusto de organizar una gélida serie de corridas en el Palacio de los Deportes.

La primera vez –1957-58- el ayuno por rumbos de Insurgentes fue neutralizado por El Toreo de Cuatro Caminos, que lo aprovechó para organizar dos temporadas a todo lujo –Calesero, Procuna, Capetillo, Huerta, El Ranchero e incluso Carlos Arruza, a caballo y a pie-, así como la de novilladas de la que surgió la pareja Raúl García-Gabriel España.

Treinta años después, la Plaza México pudo quitar de sus puertas los candados oxidados porque el gobierno entrante –Manuel Camacho Solís como regente capitalino- estaba ansioso por congraciarse con el pópulo a raíz de la dudosa elección presidencial que encumbró a Carlos Salinas de Gortari. Camacho Solís movió cielo y tierra para que la Monumental pudiera reabrir, fundó un patronato que la manejara, promovió exposiciones sobre temas taurinos y tanto se preocupó porque el DF tuviera espectáculos de primera que utilizó un ruidoso helicóptero para estar, con pocas horas de diferencia, en el autódromo Hermanos Rodríguez, abanderando el único GP de México que ganó Airton Senna, y en una barrera de sombra de la Monumental para recibir los brindis de Manolo Martínez, David Silveti y Miguel Espinosa, integrantes, con toros de Tequisquiapan, del cartel de reinauguración, como pomposamente se le llamó (29.05.89).

No hace falta reiterar que, como en todos los sórdidos episodios anteriores, la potencia intrínseca a la Fiesta y la pasión multitudinaria que suscitaba sobraron y bastaron para superar las crisis y terminar recomponiendo el panorama.

Ante el Covid 19

Tras casi dos años a salto de mata, el medio taurino mexicano empieza a desperezarse. Nos llevan ventaja el futbol y otros espectáculos, que reaccionaron con más presteza y, lo mismo que el GP de México próximo, ya tienen autorizado aforo completo en sus graderíos, en tanto el público de toros enfrenta restricciones que oscilan entre 75 por ciento para los festejos anunciados en la Plaza México y 30 por ciento al que tendrá que atenerse el Nuevo Progreso de Guadalajara. Inexplicable discriminación, aunque tampoco se esperan entradas que rebasen tan módicas providencias, propias de tiempos en que el prohibicionismo pende sobre la fiesta como su pandemia particular.

Con todo, y así sea de manera desigual, se palpa el deseo de sacar la fiesta adelante. No contamos ya con figuras señeras que antaño movían multitudes. Tampoco con el respaldo de los medios, fundamental para ubicar cualquier espectáculo o temática en la escena pública. Y el post toro de lidia mexicano lleva tiempo entronizado como otro poderoso disuasivo contra el gusto de los mexicanos por las emociones dramáticas y estéticas del toreo.

¿Y los movimientos antitaurinos, tan activos en todos los países donde la tauromaquia mantiene su vigencia? Pues está visto no le hacen mayor mella allí donde sus actores la mantienen viva, y los acompaña el interés del público, su antigua pasión por las corridas, como factor determinante. En todas las crisis anteriores por los que la Fiesta mexicana pasó, esta certeza funcionó como una premisa esencial para superarlas.

Nos preguntamos qué ocurrirá, a la corta y a la larga, bajo las circunstancias actuales.

* Texto extraído de un fragmento de la columna “Tendencias Destructivas” publicado en La Jornada.

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