Joselito salva el aniversario de la Plaza Mérida; abuchean a Antonio Ferrera.

Corta una oreja al sexto; abuchean a Antonio Ferrera.

Por Gaspar Silveira. Fotos Toros Yucatán.

Una pizca de voluntad puede hacer a las ilusiones regresar. Solo eso: voluntad.

Porque la corrida que celebraba el aniversario 93 de la Plaza Mérida, que tanta expectación levantó, se iba por el caño entre frustraciones, toros difíciles y un torero que, siento escribirlo porque nunca me ha parecido decirlo, le faltó raza.

Ese alguito de más que alguien trae siempre, esta vez lo tenía en su humanidad Joselito Adame.

La corrida de Xajay, grande y armada que daba miedo, fue complicada al extremo y exigió credenciales a los matadores que seguramente habrán agotado el boletaje. Pero había que poderles a esos toros y Ferrera, al tercero de su lote, le huyó. Y la afición meridana, que es noble, se lo recriminó.

Eso no pasó con Joselito, que sudó su terno verde y quedó tinto en sangre. El azul precioso que vistió Ferrera quedó limpio. Allí está la diferencia.

Joselito entendió todo al llegar el sexto de la tarde. Era vencer o morir y José Guadalupe venció. Actitud por sobre todas las cosas. Lanceó estupendo y elegante al recibirlo y, jadeado por el público, banderilló, lo que por fin encendió a los aficionados, que hasta entonces solo habían hecho corajes por infortunios.

La primera diana de la sesión fue agua en el desierto, preludio de una faena larga, encimosa, con momentos de arte y de valor. Eso es lo que hace grandes a los toreros: amor propio que hace romances con los tendidos.

La estocada fue entera al segundo intento y el público, ávido de alegrías, pidió la oreja, concedida creemos que con justicia.

Fin de fiesta feliz tras una serie de acontecimientos que la estaban llevando al fracaso. Los toros, sin queja en presencia, fueron criminales en conducta, los de Xajay y hasta el de Quiriceo que sirvió para los recortadores españoles abriendo fiesta.

Forzaron a las cuadrillas a trabajar extra, dificultando en todo momento, pero mostrando ese valor en oro de sus vestidos de plata. Los monosabios, vestidos de albo traje en la corrida blanca, levantaron a como pudieron a los dos caballos de pica que fueron derribados aparatosamente por el segundo, mandando a uno a la enfermería. Y los piqueros volvieron a montar para seguir en la lidia.

Todos se la rifaron en su quehacer. Pero Ferrrera, honestamente, creemos que no. Así de sencillo.

Decía Joselito al salir que nada se compara con la entrega de la afición, que reclamaba una foto o una firma con él mientas se escuchaba, entre el jolgorio, el “Viva Aguascalientes” que le dedicó la banda al que triunfó porque quiso triunfar.

Cierro con una mención a Jorge Carlos May Ornelas, que se retiró como torilero tras veinte años en esa labor. En su honor lidiaron a “Poeta”, nombre del que le pegó cinco cornadas y casi le arrebata la vida en un corral cuatro años atrás. Y era de Xajay. Adame le brindó al toro en sentido momento.

Y claro, como señala el licenciado Héctor Navarrete Muñoz: punto para la empresa Toros Yucatán que aguantó vara al sostener el festejo a pesar de las contingencias, y punto para la afición que hizo un entradón en la máxima casa taurina del Sureste. Atrasado, con cubrebocas y todo, pero ¡Feliz cumpleaños, Plaza Mérida!

Publicado en el Diario de Yucatán

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