Opinión: Perera no se da cuenta.

Por Luis Pla Ventura.

Las pruebas son concluyentes. Miguel Ángel Perera se ha quedado fuera de la feria de Madrid y, el hecho, como tal, merece una lectura muy profunda. Cierto es que, la trayectoria de Perera ha sido inmaculada y, con más mérito de la forma que lo logró puesto que, de la mano de Fernando Cepeda logró el estrellato. Todo un resultado al más alto nivel muy difícil de emular por parte de muchos de sus compañeros.

Si de triunfos hablamos Perera sabe cómo el que más. La prueba es que ha salido por la puerta grande de Madrid en repetidas ocasiones, todo ello tras haberse labrado éxitos por todos los confines del mundo. Hablamos de un torero que ha sido base en innumerables ferias de España, Francia y América; un diestro de relumbrón por su capacidad lidiadora y por la forma de concebir su toreo tan puro como verdadero, pese a que, como toda figura, tenía sus detractores, algo tan natural como la vida misma.

La pena es que, Perera, a estas altura de su vida es pleno declive de su profesión anda quejándose del mal trato que las empresas le dan cuando, como es notorio, sería el momento adecuado para que el diestro extremeño se marchara a su casa por la puerta grande del toreo. Como otros muchos, no es capaz de darse cuenta de que su momento ya pasó; digamos que, todos los toreros del mundo se marcharon en su momento pero, lo más sangrante es que te echen como es el caso de Miguel Ángel Perera. Ya no interesa a nadie porque hay otras novedades, incluso algunos de sus contemporáneos, con más fortuna que él les sigue soportando porque quizás interesen un poco más.

Cientos de toreros quisieran poder retirarse en el estatus de figura que hasta ahora ha ostentado Miguel Ángel Perera. Convengamos que, para su fortuna, el diestro ha sido capaz de ordenar su vida crematísticamente, además, con toda la honradez del mundo. Siendo así, ¿a qué espera para marcharse? Si lo ha logrado todo en el toreo, ahora, aquello de esperar para recoger migajas y soltar lamentos por las esquinas me parece un acto de una pobreza mental sin límites. Incluso, por su inteligencia, amor o la circunstancia que fuere, hasta supo casarse con una dama acaudalada por parte de su progenitor. ¿Se puede pedir más? Es la hora de disfrutar en el campo, en su finca, en la de su suegro y, por encima de todo, regocijarse de la vida con el orgullo de haber sido figura del toreo.

Lo único que sobra en la actualidad son toreros y, como Perera sabe, muy pocos son los elegidos, algo a lo que él debe darle gracias al destino de que durante muchos años él estaba entre esa élite. Ahora, claro, han llegado novedades como ha sucedido siempre en el toreo que, por lógica, desbancan a los que van quedando que, en este momento, salvo Morante que sigue teniendo tirón, los demás, o se arropan o no va nadie a las plazas para verles y, Perera ya no tiene ya con quien arroparse.

El lagrimeo por las esquinas por parte de los toreros no sirve para nada y, sin encima, dicho torero está rico, lo único que consigue es hacer el ridículo y, esos mismos que antes le contrataban ahora se parten de risa al ver que te han dejado de lado. Ahí está la grandeza de los hombres, saber irse en el momento oportuno porque, amigo, esperar para que te echen debe ser muy triste. Es mejor que todos recordemos sus inenarrables puertas grandes en Madrid, sus faenas inconmensurables en todos los ruedos del mundo, todo antes de quedarnos con el recuerdo amargo de un hombre que lo ha sido todo en el toreo y que ahora pide “limosna” en forma de contratos. Sin lugar a dudas, si Miguel Ángel Perera no es capaz de reconocer que su momento del adiós ha llegado, debe de conversar con los suyos, recapacitar y pensar, valores todos que, si los comparte con su suegro, con toda seguridad que le aliviará de todos sus males. Vete por la puerta grande, Miguel Ángel Perera, antes de que te echen por la puerta de atrás y quedes como un torero irreconocible.

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