David Galván, una visita al Cristo de Medinaceli en lugar de un puesto en la Feria de Isidro.

El torero de San Fernando cumple diez años de alternativa con el objetivo de ser la revelación de la temporada.

Por Antonio Lorca.

“Quiero contarle un secreto que solo conoce mi hombre de confianza: un par de días antes de la presentación oficial de la Feria de San Isidro yo estaba anunciado en los carteles. Cargado de ilusión, fui a la estación del tren y compré los billetes para asistir a la gala que se celebraría en Las Ventas. Pero al día siguiente mi nombre había desaparecido. Tenía dos billetes sin posibilidad de devolución, menos dinero, y la ilusión se había esfumado; pero no caí en la desesperanza. Entonces, tomé una decisión…”

David Galván (San Fernando, Cádiz, 1992) ha cumplido el pasado 28 de febrero su décimo aniversario como matador de alternativa. Diversas circunstancias le han impedido hasta ahora situarse en los primeros puestos del escalafón; de hecho, no han contado con él en la Feria de Abril ni en San Isidro. Hace ya unos meses, la Fundación Toro de Lidia lo incluyó entre los toreros participantes en la Copa Chenel de 2022, y el pasado 26 de marzo hizo el paseíllo en el primer festejo del ciclo, que se celebró en la localidad madrileña de Alalpardo. Galván cortó las dos orejas a un toro de José Escolar y fue elegido triunfador de la corrida.

El torero acabó muy satisfecho, pero también con una cornada interna en el muslo izquierdo y el cuerpo dolorido a causa de una tremenda voltereta. Todo sucedió en el quinto toro, al que David Galván recibió de rodillas junto a las tablas; cuando intentaba recuperar la verticalidad, fue empitonado por la ingle y lanzado al aire; tras dar una vuelta de campana, cayó de bruces sobre la arena, donde el animal lo zarandeó por la hombrera derecha hasta dejarlo semiinconsciente.

“Todavía acudo cada mañana al fisioterapeuta y me duele la espalda cuando me acuesto, pero seguiré adelante”, contaba el torero hace unos días. Y recuerda con dificultad los duros momentos que vivió en el callejón de la plaza después de la cogida.

“Me quedé conmocionado, pero cuando noté que podía afianzar las zapatillas en el piso no dudé en seguir adelante en contra de la opinión de mis compañeros, que me aconsejaban con buen criterio que pasara a la enfermería”.

“Estuve muy concentrado toda la tarde con el compromiso que había adquirido”, prosigue, “y mi responsabilidad como torero y como hombre debía estar por encima de todo. Uno tiene que asumir que se enfunda su segunda piel, que eso es para mí el traje de luces, con todas sus consecuencias, consciente y consecuente con lo que pueda suceder”.

Lo cierto es que olvidó los buenos consejos de sus compañeros y volvió al ruedo; cortó las dos orejas a un toro de José Escolar, y de esa tarde, con las cámaras de Telemadrid presentes, le han surgido varios contratos.

“Cuando me hablaron de mi participación en la Copa Chenel tenía la agenda vacía”, comenta Galván. “Ese ofrecimiento me vino como agua de mayo, porque después de dos años de sequía era la oportunidad de estar en un escaparate único”.

David Galván sabía que estaba fuera de San Isidro cuando hizo el paseíllo en Alalpardo; quizá por eso se negó a entrar en la enfermería. Pero antes había tomado una decisión…

“Ah, sí… Le contaba que me quedé chafado con los billetes en la mano… Pues llamé a mi hombre de confianza, viajamos a Madrid y visitamos al Cristo de Medinaceli a la misma hora en que se celebraba la gala de los carteles de San Isidro. El hermano mayor nos abrió la reja que da acceso a la imagen y fue un encuentro mágico, una experiencia muy intensa espiritualmente”.

David Galván es gaditano de nacimiento, pero sus primeros siete años de vida los pasó en Gran Canaria, la tierra de su madre. La familia volvió a San Fernando, y allí alcanzó la adolescencia entre el colegio y el fútbol, sin relación alguna con el mundo de los toros.

“A mí me gustaba el toro como animal, pero ya está. Hasta que cumplí los 14 años, y me sentí impactado por una novillada sin caballos que emitía Canal Sur. Allí había un torero, -un niño de mi edad-, que estaba delante de un toro. Y fue tal la impresión que recibí que corrí con mi bicicleta hasta la plaza de toros, y al día siguiente ya era alumno de la escuela taurina”.

Asegura el torero que ahí tuvo en sus manos por vez primera un capote y una muleta, y así surgió la vocación -’la llama’ la define él-, “y desde el primer momento me lo tomé muy en serio, porque soy muy perfeccionista”, explica.

Sin antecedentes taurinos en su entorno familiar, el toro caló hondo en el joven gaditano, de modo que solo estuvo un año como novillero sin caballos y a los 19 -el 28 de febrero de 2012- tomó la alternativa en Sanlúcar de Barrameda, con el veterano Ruiz Miguel como padrino y la presencia de Enrique Ponce como testigo.

Pregunta. Y ya han transcurrido diez años como matador de toros…

Respuesta. “Sí, y no me gusta enjuiciar si ha sido una etapa mejor o peor. No ha sido la que yo imaginaba, pero nunca he sido una persona contemplativa que imagina la vida a largo plazo. Soy un hombre de fe y prefiero guiarme por los tiempos de Dios. De todos modos, a día de hoy, no cambio absolutamente nada de lo que he vivido”.

P. Pero no ha alcanzado la meta de ser figura del toreo.

R. “El objetivo ha sido siempre ese, pero, quizá, el enfoque mental no ha sido el correcto. No es lo mismo pensar que tienes que hacer algo para serlo que sentir que lo eres. También han debido influir las circunstancias de cada momento, como han sido las cogidas, muchas de las cuales me han frenado en momentos cruciales. Hay situaciones en las que uno debe asumir la culpa y no acudir al victimismo. Creo que hay que coger el toro por los cuernos y crear tu presente. Quizá, ha fallado esa mentalidad…”

P. ¿No han sido muchas cornadas?

R. “Tengo 14, y no son muchas ni pocas, sino las que tengo en mi cuerpo. Cada una ha sido una lección de vida y un desafío que he superado y me ha llevado a ser la persona que soy”.

P. Pero usted considera que tiene condiciones para alcanzar la meta…

R. Por supuesto; de lo contrario, no me jugaría la vida. Estoy decidido a conseguir mi objetivo y dispuesto a pagar el precio que sea necesario”.

Después del triunfo de Alalpardo, David Galván quiere ser el torero revelación de la actual temporada, y que ninguna otra voltereta frene sus aspiraciones.

“Quiero hacer el paseíllo en Madrid, que es el sueño de todo torero que aspira a protagonizar gestas importantes. Y espero que los toros me respeten…”

Publicado en El País

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