Pablo Aguado: “En el toreo cuanto más sabes, más coartas la emoción y los sentimientos”

Por Ricardo Balbontín.

Representa a ese toreo clásico y purista que en ocasiones parecía olvidado, prácticamente de otra época, pero que él demuestra que es eterno. Pablo Aguado (Sevilla, 1991) es puro sentimiento taurino, un artista que tiene a la muleta como instrumento para describir la esencia del toreo en todo su esplendor, apoyado en la bondad del toro y de un público al que “claro que se le oye, aunque tú solo estás concentrado en el toro”. De su arte ha dejado ya buenas muestras, tanto como para ser elegido por el director Albert Serra como uno de los protagonistas de una película en la que, sobre todo, se analizará el sufrimiento del torero, y donde compartirá protagonismo con Roca Rey. Hay un detalle más en Pablo Aguado que le hace diferente, y es que no solo es torero, también tiene su carrera universitaria (Administración y Dirección de Empresas), aunque él lo resume con sencillez… “Lo que he hecho es lo que hace a una persona: estudiar, ir a la universidad. Pero una cosa es la formación y otra la vocación. Y a mí lo que verdaderamente me llena es esto, el toreo. No tengo ninguna duda”. 

Aguado es torero de los de antes y el éxito le acompaña las últimas temporadas, pero eso no le ha cambiado, ni ha rebajado ese sufrimiento inherente a este arte. “Se ha mitificado la visión que se tiene del torero. La gente tiene la imagen de una persona valiente, pero nosotros pasamos miedo y es más, si te dejasen la puerta abierta cuando te estás poniendo el traje de luces, saldrías corriendo como cualquier persona. Hay que tener en cuenta que soportamos el sufrimiento con tal de expresar nuestro arte. Es más meritorio pensar que el torero es una persona normal que creer que es un superhombre. Como decía (Rafael de) Paula, ‘el miedo es tu amigo y, al mismo tiempo, también es tu enemigo’. En mi opinión, para estar al cien por cien tienes que pasar miedo. No es prudencia, sino tu grado de concentración para desarrollar tu arte. El sufrimiento da más satisfacción a lo que haces, pero que tengas que pasar miedo para dar lo mejor de ti es muy duro. Y eso es lo que la gente tiene que saber, que hay una persona que cuando hace el paseíllo se mira a las manos y los pies y sabe que hay dos toros esperándole”.

Todo ese proceso de introspección es lo que nadie ve, pero que se repite cada vez que se va a salir a la arena; y habla de “la soledad del torero, de los miedos que te acechan… por todo lo que no se conoce”. Y Aguado reflexiona sobre esos momentos, cuando “en el hotel y en el patio de caballos, tú ves imposible hacer pasar al toro por el capote. Porque en el fondo, es un ‘trapo’ con el que te enfrentas a un toro. Pero luego lo piensas y concluyes que hay algo divino que hace que el toro pase por él…”. 

No son las únicas dudas que asaltan a un torero, y Pablo Aguado narra las suyas: “De novillero no me salían las cosas; ahora sé que era porque intentaba ser el torero que yo no era. Y entonces te preguntas si merece la pena hacer cosas que no sientes, e incluso te planteas arrojar la toalla. Pero me he dado cuenta con el paso del tiempo de que era un proceso de crecimiento en el que al final reconoces al torero que eres. Quizás sin esa etapa no sería el torero que soy… ”.

La carrera de Aguado dio un giro total en 2019, cuando su toreo deslumbró –y no solo en España–, lo que le ha llevado a ser uno de los nombres propios a los que seguir cada temporada, y a tener una bonita pelea taurina con Morante o el propio Roca Rey. Su clasicismo de otra época, intimista, choca quizás con ese afán que existe en el mundo del toreo “por la perfección; los propios toreros hemos ido buscándola por este análisis de todo que se hace hoy en día en la sociedad, y también porque hemos buscado convencer al mismo tiempo al público. Lo hemos hecho en detrimento de la pureza, un término que también es necesario definir: es lo que tú eres, con tus virtudes y con tus defectos”. 

Aguado es un torero rotundo, como lo son también sus valoraciones. Ha cuajado una personalidad indudable, pero también auténtica que le permite hablar de la forma de entender el arte, y no solo el taurino. “Yo mantengo que en todas las artes lo peor es el conocimiento, porque te limita mucho lo que ves, te genera muchos prejuicios. Yo no tengo ni idea de pintura, pero cuando veo un cuadro solo necesito saber si me gusta o no. Cuando ya sabes, cuando tienes ese conocimiento, entras a analizar cosas que ya no van de la mano del arte… y en el toreo pasa algo parecido. Cuanto más sabes, más coartas la emoción, los sentimientos, y lo que verdaderamente importa es transmitir”. 

Incluso llega más lejos: “Un torero debe hacer lo que siente. El reconocimiento del público está muy bien, pero pensar solo en ello artísticamente te vuelve vacío y nosotros nos jugamos la vida porque hay algo interior que te compensa, no por dinero. Yo sería más feliz sin la parte comercial del toreo; de hecho, para mí, la situación ideal es que no te viera nadie”. 

No es una actitud prepotente, sino que en el toreo, como en tantas otras actividades, hay otro temor añadido que tiene que ver con no cumplir las expectativas. “Cuando la gente te alaba y te valora, estás generando algo que temes no poder cumplir. Tienes el síndrome del impostor, piensas que vas a defraudar la ilusión de una parte del público. Pero en realidad es algo que solo está en tu cabeza y que esa sensación es también parte del miedo, de esas dudas que te hacen estar atento en todo momento”. Y concluye su reflexión: “Cuando tú ves que algo está fuera de tu control, sencillamente te vienes abajo. En cambio, cuando lo haces, te vienes arriba”. Así es la existencia del toreo, un ejercicio permanente de sacrificio en el que no hay nunca que relajarse. Pablo Aguado lo sabe muy bien.

Publicado en Voz Populi

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